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Abandonan el cadáver de un león africano en Iztapalapa

Gracias a una denuncia ciudadana en redes sociales, la Brigada de Vigilancia Animal de la Secretaría de Seguridad Ciudadana logró resguardar el cadáver de un león africano que abandonaron en una calle de la alcaldía Iztapalapa.

En una tarjeta informativa, la Brigada de Vigilancia Animal confirmó que fue encontrado el animal y trasladado a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), en el municipio Naucalpan de Juárez, Estado de México.

Los brigadistas arribaron a la calle Claudio Alcocer, en la colonia San Sebastián Tecoloxtitlán, en Iztapalapa para atender el reporte sobre el hallazgo del felino grande en la vía pública y que no se movía.

“Luego de hacer un recorrido sobre la calle Claudio Alcocer, encontraron a un león macho, de talla grande, sin vida, por lo que realizaron las maniobras necesarias para resguardarlo.”

Fue el usuario Orlando pidió a “alguna autoridad” que lo apoyara porque abandonaron a “este pobre león” que dejaron tirado en la calle cubierto de cal desde hace una semana atrás.

Posteriormente, agradeció la cooperación de la alcaldía Iztapalapa que acudió al lugar a levantar el cadáver.

Leones como mascotas
En 2018 se informó que un habitante de la colonia Viaducto Piedad, en la alcaldía Iztacalco, tenía tres leones africanos blancos como mascotas. La Profepa realizó una investigación y no encontró anomalías, pero le fueron asegurados porque no son animales de compañía.

El 1 de mayo de 2000 se reportó a una pantera suelta en las calles de Paseos del Bosque en Naucalpan, Estado de México. Protección Civil y Bomberos localizaron al animal en una barranca. En Paseos del Bosque y Pedregal de Echegaray tienen leones, panteras o cocodrilos como mascotas, reportaron entonces.

Fuente: Proceso

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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