«No respetan los acuerdos y quiero dejar otra vez constancia que no comparto esta decisión», decía con tono adusto pero serio un molesto Gustavo Madero. Era una reunión privada de la bancada del PAN en San Lázaro, en medio de la plenaria clásica antes de iniciar el período legislativo. Se acababa de decidir que Javier Bolaños y María Guadalupa Murguía estarían al frente de la Mesa Directiva.
Era la segunda ocasión en pocos meses que Gustavo Madera sentía que su sucesor lo traicionaba: ya había lanzado una acusación similar un año atrás, cuando dejó la presidencia del PAN anticipadamente para dejar que sea Ricardo Anaya -su sucesor- el que elija a las autoridades de bancada. «Y me dieron un manotazo», acusó.
Madero esperaba salir de la presidencia del PAN y conseguir sin problemas la coordinación de la bancada. No fue así. Anaya optó por otro perfil joven y fresco: Marko Cortés. Para calmar los ánimos y no generar fracturas en la bancada, Anaya le prometió entonces que lo compensaría con la Mesa Directiva. Tampoco le cumplió.
Madera quedaba como un «soldado raso», después de controlar el partido blanquiazul durante largos años. Fue entonces que Javier Corral le ofreció un refugio un poco más visible, una salida cómoda: la Coordinación de su Gabinete en Chiahuahua.
Anaya intentó desde entonces un acercamiento con Madero, que potenciaba el mote de «traidor» a un Anaya que ya armaba su camino presidencial. Ahora, el joven de Querétaro ya habría avisado que una de las primeras pluris está reservada para su antecesor.
Así, Gustavo Madero tendría un lugar asegurado en la Cámara Alta, junto a otros aliados de Anaya: Josefina Vázquez Mota, Marko Cortés y -aunque desconfíe- Rafael Moreno Valle también tendrían un pase automático a los primeros puestos de la lista nacional del PAN.
Fuente: La Política Online