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Opinión

Amor de lejos… amor de digitales. Por Javier Contreras

“El enamoramiento es igual a 

 en-amor-miento”: 

refrán popular

Si Platón viviera en esta era de redes sociales, ¿hablaría también del amor idealizado que para muchos es un enamoramiento de una persona inalcanzable o modelo ideal? ¿el enamoramiento equivale a en-amor-miento? ¿el enamoramiento en tiempos de las redes sociales está entrampado en engaños, suplantación de identidades o en “amar” a desconocidas y desconocidos?

Para muchas personas el “amor platónico” es una forma de amar o estar enamorado de alguien imposible de alcanzar, de ahí la creencia de que todo idealismo es nebuloso, lejano e iluso. Es más, se califica hasta de locura como el idealismo del caballero errante Don Quijote de la Mancha que solo en su cabeza revoloteaban doncellas a defender, dragones que matar, pero, sobre todo, hacer justicia en un mundo injusto y perverso.  Era la fe y locura santa de soñar en lo imposible, vencer al mal y enaltecer los valores del caballero andante.

Platón, más bien hablaba del amor al conocimiento, el buscar la verdad en las ideas que son la esencia de las cosas, más no de las personas, pero al paso de los siglos la filosofía popular y cotidiana dejó el término de amor platónico como el prototipo de enamoramiento, que tiene todo de fantasía e ilusión, pero nada de realidad.

Ahora, las redes sociales han llegado al relevo de ese amor platónico, que no conecta ideas ni esencias, sino de manera electrónica une y desune parejas. El enamoramiento supuesto en las redes sociales se ha convertido en un chantaje y engaño de amor por la lejanía y anonimato. Ya lo decían los antepasados que amor de lejos, amor de pendejos. Sin embargo, ahora con las redes sociales ese amor aparte de lejos es engañoso, virtual y hasta mortal.

El amor digital es distante y lejano. Es el lugar de encuentro de supuestos enamoramientos, pero también en la principal puerta de mentiras y fraudes amorosos. Hay aplicaciones que funcionan con falsos perfiles, supuestos personajes y perversos que usan el amor -o supuesto amor- para lucrar, sorprender a incautos y convertirles su ilusión o falso enamoramiento en pesadilla.

El engaño del amor en las redes sociales tiene nombre: catfish, que literalmente se traduce como pez gato y equivale en español al bagre que es un pez con bigote. Esto deriva de una película de hace algunos años donde relata el engaño que vivió una persona quien tenía relaciones en línea con una mujer de 25 años, pero en realidad se trataba de una ama de casa de 40 años.

El término catfish se aplica ahora a las personas que crean falsas identidades o lo que es muy común engañan con falsas fotografías. Envían invitaciones luciendo rostros o cuerpos que no son de ellos, dan datos falsos en las redes sociales o en las plataformas de contactos de amistades, haciéndose pasar por exitosas profesionistas, acaudalados empresarios o esculturales figuras. Se sabe que los llamados “catfish” seducen a personas en las redes y las van convenciendo de que le proporcionen fotos personales, desde poses atrevidas o desnudos y revelaciones íntimas.

Para lograrlo, usan sus habilidades manipuladoras para influir en personas con baja autoestima y las hacen sentir importantes. Hay infinidad de personas que mantiene relaciones en línea con perfectos desconocidos, que jamás han visto en su vida y lo más grave, sin la certeza que esa persona realmente sea la que les escribe o manda fotos.

Por general se trata de falsos perfiles, que no corresponden a quien dicen, porque son identidades robadas de otras personas en las mismas redes sociales. El problema inicia cuando se van agregando a la lista de amistades o contactos de personas nuevas que nos solicitan ser aceptados.

Se ven fotos de chicas fabulosas o de hombres atractivos, que es el primer anzuelo para hacer creer que una persona con esas cualidades nos ha solicitado su amistad. De ahí, todo sigue una pendiente que termina en desengaños, fraudes, extorsiones y sobre todo engaño de un falso amor. Por eso, es sumamente peligrosa la búsqueda o pesca de nuevas amistades por redes.

El amor en las redes sociales ha dado un vuelco al concepto y a la acción del amor.

En la antigüedad, sobre todo los griegos, el amor lo enfocaban al conocimiento y a la verdad.  La palabra filosofía significa amor a la sabiduría. Sócrates consideraba el amor al bien y a la belleza. Y luego Platón lo veía desprovisto de pasiones y lo enfocaba al mundo de las ideas, de ahí el término de idealismo. Como las ideas eran perfectas, para el hombre que es imperfecto porque es mortal, esas ideas le resultaban inalcanzables. Del amor que nosotros concebimos, lo catalogaban como eros. Luego la philia, cercano a la amistad y el ágape era una conexión entre lo divino y lo humano.

El cristianismo fundó su filosofía del amor en tres vertientes, equiparable a la caridad: hacia arriba, hacia adentro y a los lados. El amor hacia arriba es hacia Dios, el amor hacia adentro es hacia sí mismo y el amor a los lados, es al prójimo.

Sin embargo, ahora la presencia de medios digitales ha modificado sustancialmente la forma y modos de amar. Aristóteles insistía mucho en el valor de la amistad entre los humanos como trascendental, pero, sobre todo, servía para la construcción de la propia identidad: cómo ames a tus amigos así te amas a ti mismo.  Las redes en lugar de promover el amor han sido transformadas en plataformas de hacer el amor virtual. Sí, por un teléfono celular se practica el sexting: erotismo que intercambia imágenes por celulares…y por supuesto, nuevas formas de delitos y chantajes.

La complicación se dio cuando de la comunicación personal, directa y verbal dimos el salto cuantitativo y cualitativo a la comunicación virtual que se ha enfocado más en saber sobre la vida y actividades de las otras personas que preocuparnos por ellas. Nuestro cerebro más que evolucionar con la nueva cultura digital, ha modificado formas de conocer a través de la imagen y de hombres cerebrales hemos migrado a humanos visuales. Las redes sociales han sido los vehículos de esa nueva culturalización.

Y por supuesto la Inteligencia Artificial no se ha quedado rezagada en buscar pareja de manera “aleatoria” y las plataformas del “mercado” del amor funcionan como cupidos o asistentes amorosos. Un robot selecciona las parejas o concertan citas mientras duermes. Ahora la Inteligencia Artificial pretende modificar las reglas del amor como el flirteo humano entre dos personas.

Hace décadas fue famosa la película como centro de atención de un sedán clásico Volkswagen llamado “cupido motorizado” pero en el entendido que era un vehículo y el conductor ligaba chicas, pero nunca llegamos a imaginar que ahora hay robots cupidos, que elaboran “perfiles” de parejas, una máquina que recomienda y hace citas. El amor mecanizado puede ser el nivel más bajo de verdadero amor. El paso siguiente es una cita para cenar o bailar con una máquina.

Entre el amor romántico y el amor por internet hay una enorme diferencia donde las cartas de amor y las flores han sido sustituidas por emoticones o caritas, corazoncitos y expresiones minimizadas al máximo que ni siquiera llegan a palabras. En internet no cabe la ampliación ni explicación, ni la fundamentación o exposición del porqué de las cosas. Va como el tren bala con una velocidad e inmediatez que deshoja cualquier ramo de flores o vuela las hojas de las cartas de amor.

Sin embargo, es nuestro tiempo y nuestro momento. Ni ser nostálgicos del pasado, porque el pasado ya no existe, fue y se fue. Pero tampoco la frialdad de acero que esperemos ternura y caricia de una máquina.

Pero, digan lo que digan, seguiremos empeñados y obsesionados por tener un amor platónico, soñando con un amor imposible, inalcanzable, absurdo y hasta iluso…aunque para muchos eso ya es un amor virtual y por las redes sociales se han enamorado de ellos mismos o de un avatar.

1 RUBIO, Isabel (2023) El peligro de usar inteligencia artificial en “apps” de ligar: asi funcionan los asistentes virtuales del amor, El País, 3 de octubre de 2023, España

jcontreraso@uach.mx

Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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