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Opinión

¿Amor volcánico o mecánico? Por Javier Contreras Orozco

¿Habrá alguna diferencia, como dice la canción de Mijares, entre el amor volcánico y el amor mecánico de robot?, ¿las máquinas sin alma -de los robots- serán capaces de suplir los sentimientos y amor humanos? Si hablamos de inteligencia artificial ¿podemos también contemplar un amor artificial?

Estamos en un punto de inflexión que lejos de ir resolviendo intranquilidad y estados de ánimo desquiciantes, se van desarrollando nuevas ansiedades por el futuro incierto de la inteligencia artificial.

Además, los creadores y artistas, innovadores y soñadores, los que vuelan con la imaginación y hasta con algo de locura, viven una nueva ansiedad por el desplome de la cultura de la invención y la inteligencia humana, emocional y espiritual. Una pregunta ronda en muchas mentes creativas: ¿la inteligencia artificial me dejará sin trabajo?, ¿seré desplazado como fábrica de ideas y obras de arte por una aplicación tecnológica que pondrá a un robot a emular mi espíritu libre, creador y original?

Hay razones fundados para esos temores. Indudablemente que sí.

San varias características que debemos puntualizar para evitar confusiones. Primero, la inteligencia artificial, que ahora la escuchamos por todos lados, es una gran herramienta creada por el hombre que no puede sustituir la inteligencia humana. Se trata de un recurso tecnológico y mecánico para imitar las capacidades intelectuales humanas. Lo que sucede, y lo afirma el Doctor  González San Juan, que la Inteligencia Artificial (IA) es un software que por medio de algoritmos pretende sustituir la capacidad intelectual humana.

El conflicto es que en la era de la Posverdad hay un doble papel de la IA que por una parte alimenta la posverdad creando noticias falsas y facilitando su difusión y por otra, el extremo afortunado, es la más eficaz de las herramientas para combatir las fake news. Esa es una dualidad o doble función de la IA.

Es como en los viejos circos, que han ido muriendo por iniciativas de negocios de partidos que han hecho de la supuesta protección de animales y terminaron con la sana diversión y el abandono y muerte de animales domesticados por falta de atención, donde había tres pistas bajo la misma carpa. Estamos de manera simultánea en las pistas de un circo de una interconexión global de ciudadanos, de la superabundancia de información y de la era de la posverdad. Todas bajo la misma carpa y los mismos espectadores.

La primera pista es el mundo de tecnología digital, internet y redes sociales; luego, el exceso sin control de información nos ha llevado a una infoxicación y, por último, la posverdad como un veneno que nos inoculan y luego lo trasmitimos.

El fenómeno es que con la posverdad los hechos han pasado a segundo término, donde poco importa lo que sucede en la realidad y se sustituye por creencias, opiniones o emociones. Parece que la regla al hablar sobre los hechos es: yo creo, yo siento o yo opino, independientemente de que el hecho exista o no. Vale más lo que se dice del suceso que el suceso en sí mismo.

Luego las ideologías que, en tiempos de populismos, terminan en fanatismos, conforman más la opinión pública que los hechos de la realidad. Esta es una razón por qué las alarmas del racionalismo humanista están encendidas desde hace tiempo, sin que sea obsesión o amarillismo rayando en tecnofobia. Es justificada la preocupación.

El papel de la Inteligencia Artificial en este escenario, según González San Juan es que, de manera simultánea propaga las fake news y también las combate. Las fake news, noticias alteradas, desinformación, rumores o mentiras en las redes sociales, son el principal combustible de la posverdad.

Al pretender la IA emular las funciones de la mente humana surge la confusión al entrar en terreno de las emociones humanas. Por eso, ahora se habla de la “ansiedad por la inteligencia artificial” bautizada como “AI-anxiety” que se refleja en un tipo de estrés y ansiedad laboral por el temor a perder dentro de poco el trabajo por ser desplazados. Se menciona que reemplazarán 85 millones de empleos para el 2025 por aplicaciones de la Inteligencia Artificial y que se crearán 97 millones de nuevos puestos de trabajo en 26 países con los parámetros de esas herramientas.

Un caso muy concreto son los servicios bancarios que poco a poco han ido desocupando a empleadas y ejecutivos, presionando a que los clientes instalen aplicaciones -bancamóvil- en sus teléfonos y uno mismo haga todas las operaciones que antes se hacían en las instituciones bancarias. Más IA y menos empleados.

La irrupción de la tecnología digital exigió concretar de forma más específica los efectos de estrés y ansiedad derivados de este nuevo factor de riesgo psicosocial, dando lugar al concepto del “tecnoestrés” o estrés derivado del efecto de miedo e incertidumbre en el uso de las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Y es cuando aparece la IA-Anxiety o ansiedad de la Inteligencia Artificial que afecta a muchas personas por el temor a que esa tecnología le quite el trabajo.

Una última pregunta: ¿qué relación existe entre el humanismo y la Inteligencia Artificial?

Aquí está la respuesta:

La relación entre el humanismo y la IA y los robots es ambivalente y desafiante. Por un lado, se puede argumentar que la IA y los robots son fruto del ingenio humano y que pueden contribuir al bienestar, al progreso y a la realización de las personas, facilitando tareas tediosas, peligrosas o imposibles para los humanos, ampliando las capacidades cognitivas y sensoriales de los humanos, o generando nuevas formas de arte, cultura y conocimiento.

Por otro lado, se puede cuestionar si la IA y los robots respetan los principios del humanismo, o si por el contrario los amenazan o los relativizan. Algunos posibles riesgos o dilemas que plantean la IA y los robots son:

La pérdida de control humano sobre las decisiones y acciones de los sistemas de IA y los robots, especialmente si estos adquieren autonomía, autoconciencia o superinteligencia.

La sustitución o desplazamiento de los humanos por los sistemas de IA y los robots en ámbitos laborales, sociales o afectivos, lo que podría generar desempleo, desigualdad, aislamiento o alienación.

La falta de transparencia, explicabilidad o responsabilidad de los sistemas de IA y los robots, lo que podría generar sesgos, errores, injusticias o daños.

La alteración o erosión de la identidad, la moralidad o la espiritualidad humanas, al cuestionar qué nos hace únicos, qué nos diferencia de las máquinas o qué nos une como especie.

Es una pregunta muy interesante y compleja, que no tiene una respuesta única ni definitiva. Sin embargo, se puede intentar ofrecer algunas reflexiones basadas en la información disponible.

El humanismo es una corriente filosófica y cultural que pone el énfasis en la dignidad, la libertad y la capacidad creativa de los seres humanos. El humanismo se opone al determinismo, al fatalismo y al dogmatismo, y defiende los valores de la razón, la ética y la democracia.

La inteligencia artificial (IA) es una disciplina científica y tecnológica que busca crear sistemas capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el razonamiento, el aprendizaje, la comunicación o la creatividad. La IA se basa en algoritmos, datos y hardware que permiten procesar grandes cantidades de información y generar soluciones a problemas complejos.

Los robots son máquinas que pueden realizar acciones físicas de forma autónoma o semiautónoma, siguiendo instrucciones programadas o aprendiendo de su entorno. Los robots pueden tener diferentes formas y tamaños, desde simples brazos mecánicos hasta sofisticados androides que imitan el aspecto y el comportamiento de los humanos.

Ante estos retos, se hace necesario conservar y reafirmar los principios del humanismo en la era de la IA y los robots, para garantizar que estos se desarrollen y se utilicen de forma ética, humana y sostenible. Algunas posibles medidas para lograrlo son:

Establecer normas legales y éticas que regulen el diseño, la producción, el uso y el impacto de los sistemas de IA y los robots, respetando los derechos humanos, las libertades fundamentales y el bien común.

Fomentar la participación social y el diálogo interdisciplinar e intercultural sobre los beneficios y riesgos de la IA y los robots, promoviendo la educación, la concienciación y el empoderamiento ciudadano.

Impulsar la investigación científica y tecnológica responsable e inclusiva sobre la IA y los robots, buscando soluciones innovadoras que respondan a las necesidades reales de las personas y de la sociedad.

Cultivar una actitud crítica, reflexiva y creativa frente a la IA y los robots, valorando su potencial, pero también sus limitaciones, reconociendo su diversidad, pero también su singularidad.

Esta respuesta no es mía, es la de un robot. Hice la pregunta a una plataforma de IA y eso respondió. Usted juzgue…

Y usted decide las opciones entre un amor platónico, volcánico o mecánico…

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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