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Ana Carolina asfixió y calcinó a sus padres adoptivos; la han liberado

A sus 21 años, Ana Carolina López Enríquez obtuvo el pasado fin de semana su liberación del Centro Especializado de Reinserción Social (Cersai) en la avenida Juan Pablo Segundo, en donde pasó los últimos cuatro años y diez meses de prisión.

La joven fue liberada por orden de un Juez Especializado de Justicia para Adolescentes Infractores en medio de un fuerte hermetismo para no afectar su salida, informaron fuentes de la FGE.
Ana Carolina López fue recluida el 3 de mayo de 2013, en ese centro especializado de reinserción, y posteriormente fue sentenciada a 14 años y seis meses de prisión, por haber planeado y ejecutado el asesinato de sus padrastros, los señores Efrén López Tarango de 88 años y la señora Albertina Enríquez Ortegón de 69, crimen que conmocionó a la sociedad chihuahuense por el grado de brutalidad y en el que participó su novio y un amigo de este.


Sin embargo ante la publicación de la nueva Ley Nacional de Justicia para Adolescentes Infractores, que impuso cinco años de cárcel como pena máxima para los menores infractores en el país, la joven sentenciada se sometió a ese beneficio y pidió la disminución de la pena, misma que se le concedió.
Durante su tiempo en prisión, la joven mostró un comportamiento “ejemplar” dentro del Centro Especializado en Reinserción Social para Menores Infractores, socializando con las jóvenes ahí recluidas asimismo participó en múltiples actividades escolares, deportivas (judo) y de recreación.
Ni amigos de la escuela (de la Universidad TecMilenio donde antes estudiaba) o familiares directos del matrimonio conformado por los empresarios Efrén López y/o Albertina Enríquez, acudieron a verla, desde que ella junto con su entonces novio José Alberto Grajeda Batista y Mauro Alexis Gómez Zamarrón, éste último presunto cómplice, fueron detenidos por haber planeado y asesinado al referido matrimonio en el interior del propio domicilio de las víctimas y posteriormente calcinarlos.
Cuando el suceso se dio a conocer a la opinión pública se encontraron elementos sicológicos en los tres jóvenes que encajaban en el cuadro sicópata, nunca antes vistos en la Unidad Especializada de Atención a Delitos contra la Vida de la Fiscalía Zona Centro, mismos que consternaron a la comunidad chihuahuense

¿Quién es y cómo es Ana Carolina?

Luego del crimen, la menor reportó la presunta desaparición de sus padres, María Albertina Enríquez de 68 años y Efrén López Tarango de 88, sin embargo en las investigaciones de la Fiscalía, el novio de la jovencita, José Alberto Grajeda Bastista se quebró durante la entrevista y confesó el crimen que planeó junto con la menor y otro amigo de nombre Mauro Alexis Domínguez Zamarrón.

Cuando se enteraron de la noticia, varios de los conocidos de la joven entraron en shock; los amigos de Ana Carolina, principalmente cuatro ( dos gemelos, y otra muchacha, ahijada de las víctimas-), no lo podían creer: “ya no quieren volver a ver a la chica, están muy enojados con ella,” reveló en entrevista una fuente cercana.

Ana Carolina tiene 17 años, en Febrero de 2014 cumplirá su mayoría de edad; desde pequeña fue dada en adopción, su madre biológica falleció por VIH SIDA hace cinco años, el padre murió hace tiempo, le sobrevive una hermana biológica pocos años mayor que ella.

Para quienes trataron a Ana, la describen como tranquila, reservada, inteligente, no muy sociable y aunque se llevaba muy bien con sus cuatro amigos compañeros de escuela, no obstante, señalan que en ocasiones se aislaba y era inexpresiva.

Siempre lucía uñas impecables “muy bien arregladitas de salón”, la mayor parte del tiempo llevaba suelto su cabello largo ondulado, usaba jeans o falditas cómodas, andaba bien vestida pero sin llamar la atención ni caer en la vanidad extrema, así describen la imagen habitual de la joven que cursaba el cuarto semestre de preparatoria.

En lo que a su desempeño escolar corresponde, Ana era buena estudiante, no le conocían problemas , ni con compañeros ni maestros, no faltaba a clases y era dedicada a cumplir sus tareas académicas.

Aunque ella siempre supo que era adoptada, el comportamiento de la menor hacía sus padres no mostraba nada fuera de lo normal:, “en ocasiones discutía con la mamá por teléfono pero como típica adolescente” apunta la persona que describe a Ana Carolina.

“Nunca imaginé que fuera capaz de hacerle algo a sus papás, ellos le daban todo, cuando me enteré de la noticia y que era ella, yo lloré” agrega la fuente cercana a la familia, (quien prefirió omitir su nombre).

Efrén y Albertina daban todo lo que estuviera en sus manos a la jovencita, inclusive, aunque ella conducía el auto de la mamá, pronto le iban a comprar su propio vehículo e iban a pagarle lo necesario para cursar el siguiente semestre de estudios en Estados Unidos.

Pero los planes de Ana eran diferentes; ella llegó a comentar entre sus amistades que ya quería casarse, tener hijos para formar su propia familia “con hijos que sí fueran suyos”.

Relación con José Alberto Grajeda Bastista

Cuatro meses llevaban de relación estable Ana y José Alberto, ya que previamente estaban juntos de forma intermitente, ya que, cortaban y volvían,” .

A decir de gente que la conoció, el noviazgo parecía “sentarle bien” a Ana, puesto que antes de ser novia de José Alberto; era muy geniosa, si algo no le gustaba se le notaba en la cara.

El amorío de la joven pareja dejó de ser bien visto por los padres adoptivos de Ana quienes en castigo le negaron a José Alberto el acceso a la casa luego de una discusión porque ella no iba a clases de natación por irse con él.

Fueron esas peleas y una propuesta de su amigo Mauro lo que desataron la idea del estremecedor crimen que planearon con un mes de anticipación; querían matarlos para ella quedarse con la herencia de los padres, comprar anillos de compromiso, el departamento y casarse, -confesó en su declaración el novio, José Alberto-, quién por otra parte en entrevistas anexas que le hicieron sicólogos aludió que era Ana la que llevaba las riendas de la relación, puesto que “ella lo manipulaba con sexo”.

El crimen

Ana, su novio Alberto y el amigo Mauro, eligieron el día viernes para cometer el crimen, puesto que en esa fecha la mujer que acude a realizar la limpieza descansa, según se reveló cuando el Ministerio Publico dio detalles del asesinato durante la audiencia de vinculación de los dos varones.

El MP explicó que el día de los hechos, los jóvenes esperaron a que Efrén (el padre) se fuera a jugar billar , después Ana dejó pasar a su casa a Mauro y Alberto; cuando ya estaban adentro llamó a su madre Albertina para que fuera a la cocina, pero la mujer no quiso salir “porque estaba en fachas”.

Con la negativa de la mujer, hicieron ruidos y fingieron que Mauro y Alberto ya se habían retirado. Al creer que ya no estaban, Albertina accedió a ir a la cocina, pero al entrar Mauro la sorprendió por la espalda y con sus manos empezó a estrangularla, después uso cables eléctricos para ahorcarla y finalmente le inyectaron tres jeringas de ácido en el pecho y en la yugular; posteriormente escondieron el cuerpo y esperaron a que llegara Efrén, (el padre).

Alberto fue quien estranguló al padre y amarró su cuello a una pata de la mesa «para en caso de que despertar no pudiera moverse» expresó el joven en su declaración; a la segunda víctima también le inyectaron en la yugular.

Tras consumar el crimen los jóvenes tomaron alrededor de 20 mil pesos que tenían las víctimas en una bodega, después se limpiaron las manos con cloro y se “fueron a comer Dogos a un local de la Avenida Ortíz Mena, donde comentaron cómo se sentían después de matarlos”.

Luego de cenar, regresaron a la vivienda donde bebieron las cervezas que había en el refrigerador, conversaron y fueron a dormirse. A la mañana limpiaron la escena, subieron los cuerpos a la camioneta Honda color azul, buscaron tres botes de plástico para ir a la gasolinera a comprar trece litros de gasolina.

Mauro manejó la camioneta hasta que llegaron a un terreno baldío a las fueras de la ciudad por el Periférico Lombardo Toledano, cerca de un centro recreativo de nombre Sapo Verde, ahí arrojaron los cuerpos.

Al momento de tratar de quemarlos, se percataron de que no tenían con que prender fuego, por lo que subieron de nuevo al vehículo, fueron a una tienda a comprar cerillos, regresaron y finalmente José Alberto, prendió los cuerpos.

Posteriormente acudieron a restaurante; después Alberto y Ana acudieron Telcel y por último, a plaza Galerías donde llegaron a una joyería para medirse anillos de compromiso, mientras que su novio José Alberto se compró un reloj.

Por la noche, Ana Carolina se arregló para ir a unos XV años en los que José Alberto iba a trabajar como mesero, ahí disfrutó la noche.

Al día siguiente, Ana decidió reportar primero con su tía y después a las autoridades a sus padres como desaparecidos.

”Tenía mis razones para matarlos”

A continuación se transcribe textualmente su testimonio, “Yolanda es una joven que lleva tres años interna en un centro para adolescentes en el estado de Chihuahua y quien tiene una pena de 14 años por haber dado muerte a sus padres adoptivos. Ella estudió hasta el primer grado de la preparatoria antes de ingresar y dice que le gustaba mucho estudiar.

Su padre biológico es un hombre que pide limosna en las calles de la ciudad. Su madre biológica murió de SIDA cuando ella nació. Cuando ella tenía un año, fue adoptada por una pareja en la que el padre tenía 65 años y la madre 45. Este era el segundo matrimonio para el señor que tenía seis hijos de una unión previa. Ella explica: “los hijos de mi papá adoptivo no eran como mis hermanos, no procuraban a su papá más que para pedirle dinero y eso me molestaba mucho. Ellos ya eran mayores de edad cuando yo era pequeña”.

Ella habla de su padre adoptivo como su “padrastro” y refiere haber sufrido malos tratos, humillaciones y abusos sexuales por parte de él cuando era pequeña. Señala también que su madre adoptiva le tenía miedo a su padrastro y por eso no la defendía. El padrastro consumía alcohol con frecuencia y era dueño de varios bares y cantinas en la localidad, así como tenía diversas propiedades y cuentas bancarias, por lo que tenía una buena posición económica.

“Yo quería amor –dice Yolanda- y ellos sólo lo compraban todo con dinero, pero nunca mostraban su cariño con humildad. Nadie va a entender lo que yo aguanté muchos años; no lo hice porque sí, tuve mis motivos. Yo, desde los diez años, tenía mucho coraje contra los dos por golpes, regaños, presiones, humillaciones y la edad de ellos no ayudaba, teníamos muy mala relación.

Yo sólo tenía confianza con mi pareja y un día le dije que si me ayudaba a matarlos y me dijo que sí y él le dijo a un amigo suyo que también nos ayudó. Mi novio y su amigo tenían 18 años y ahora se encuentran en la cárcel con una sentencia de 37 años. Yo lo planeé, les dije a qué hora fueran a mi casa, les dije que quería que mis papás tuvieran una muerte rápida y no sangrienta así que el amigo estranguló a mi mamá y mi novio asfixió a mi papá… Yo fingí que los habían secuestrado y comenzaron a investigar a todos mis tíos y no pensé que me iban a entrevistar a mí y también entrevistaron a mi novio y como caímos en contradicciones, se dieron cuenta y yo prácticamente me entregué.

Yo estaba en shock, no asimilaba nada y no podía creer lo que había sucedido, yo no lloraba, contestaba todo tranquila, sin alterarme… la jueza me dijo cosas muy feas, dijo que yo no era normal ni sociable, que era psicópata porque nunca me vio llorar. Lo que pasa es que yo estaba en shock, no asimilaba nada y no podía creer lo que había sucedido…”.

Estando interna ha recuperado la relación con su papá biológico quien la visita cada semana y la apoya. Dice que estar interna le ha servido “para aprender nuevas cosas y para valerme por mí misma y aprender a valorar las cosas. Ahora he podido extrañar a mis papás adoptivos y llorar por ellos”, concluyó el testimonio de la joven parricida.

Especiales

Acapulco lucha por sobrevivir. Por Itali Heide

Imágenes: Manuel Villavicencio

Antes incluso de verlo, Acapulco se huele. El olor de la basura acumulada durante semanas en las calles, la humedad de toneladas de lodo, árboles y hojas cubriendo portones, e incluso el olor a muerte persiste en el aire. Sobre el SEMEFO, buitres vuelan en una coreografía coordinada que señala que la muerte es mucho más frecuente que las cifras oficiales.

Itali Heide

Itali Heide

Al adentrarse en las devastadas calles de Acapulco, uno podría pensar que ha sido transportado a una zona de guerra. Ni una sola casa o edificio ha quedado indemne, con cristales esparcidos por todos los patios y líneas de agua de dos metros de altura en hogares que sirven de recordatorio del horror por el que pasaron los guerrerenses.

Aunque la pérdida material es devastadoramente triste, la angustia llega cuando se escuchan las historias de los sobrevivientes. Doña Francisca ha vivido en el poblado de Yetla toda su vida. De pie en la puerta de su casa, mirando hacia atrás, hacia el lugar que una vez conoció como un hogar seguro, recuerda la noche que la vio pedir por su vida. «No pude hacer nada», dice con las mejillas llenas de lágrimas, «el viento era tan fuerte que me agarré a la cama rezando que no me llevara el viento».

¿Quién iba a pensar que de un día para otro toda una región podía desaparecer del mapa? Es como si alguien hubiera hubiera arrastrado su dedo pulgar por el paisaje, sin dejar ni una sola palmera recta, mientras la mayoría yacía en el suelo como el destino le había deparado. La gente sufrió enormemente, y algunos pasaron 20 horas en sus casas con el agua hasta el pecho, sosteniendo a sus hijos y suplicando por una salida.

Nos gusta pensar que lo peor ya ha pasado. ¿Qué puede haber peor que vientos de 300 km/h? Por desgracia, el verdadero peligro está aún por llegar. Medical IMPACT llevó una brigada médica a Acapulco esta semana, apoyando a los supervivientes con consultas médicas gratuitas, medicación y apoyo emocional. Tras atender a más de 300 pacientes, salieron a la luz los verdaderos riesgos: habrá más muertes tras el huracán que por la tormenta en sí.

En las colonias Alborada Cardenista, Yetla y Ejido Viejo, cientos de guerrerenses se presentaron con lesiones, enfermedades y riesgos que ponen en peligro su vida y su salud. Viviendo sin agua potable, comida, electricidad o incluso higiene básica, no es de extrañar que la enfermedad esté por todas partes. Bebés con la cara llena de granos debido al agua sucia, niños con heridas infectadas con riesgo de septicemia, estómagos doloridos y resfriados por las horas pasadas en el agua están por todas partes.

Quienes ya lidiaban con alguna enfermedad, ahora sufren más. Decenas de pacientes diabéticos a los que Medical IMPACT atendió se han quedado sin insulina ni medicación vital, mientras yacían en sus casas esperando a que llegara la ayuda o a que les sobreviniera un coma diabético. Incluso si pudieran encontrar insulina, no hay forma de almacenarla: debe conservarse a baja temperatura, y sin electricidad, guardarla en el refrigerador no es posible.

Es devastador pasear por calles que antes estaban llenas de vida y ver a la gente limpiar minuciosamente sus casas mientras intentan recordar cómo era tener una vida normal. Sin embargo, sirve como testimonio de la voluntad que tienen los guerrerenses para seguir adelante. En los poblados olvidados y abandonados por el gobierno y otros grupos de apoyo, las comunidades se reúnen en zonas comunes y se ayudan mutuamente.

Las doñas montan mesas para hacer taquitos de requesón y frijol, los hombres llevan palas de casa en casa sacando el barro y la basura, los niños ríen y juegan, perros amistosos buscan caricias y se juntan recursos para apoyarse mutuamente. Incluso en las ruinas, la tragedia parece sacar lo mejor de la gente (aunque en algunos casos, también lo peor).

Acapulco está lejos de recuperarse. Llevará años reconstruir la ciudad y los pueblos circundantes, pero la verdadera prueba es mantener a la gente segura, alimentada, hidratada y sana. Mientras nos adentramos en aguas desconocidas, es responsabilidad del gobierno, la sociedad civil y la comunidad mundial seguir apoyando a quienes lo perdieron todo y pueden perder más, incluso su vida.

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