Doce. Faltan doce días para que los albiazules de todo el país elijan entre dos estilos muy diferentes de ser panista: entre el consenso cosmético de Ricardo Anaya y entre la polarización que, en cierta medida, podría traer Javier Corral. En cualquiera de los casos, el panismo seguirá profundamente dividido, de eso no hay quién lo salve.
Expertos de organismos tan reconocidos como el Colegio de México o la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales coincidieron en que el PAN encabezado por Gustavo Madero ha fungido como una «dama de compañía» del gobierno de Enrique Peña Nieto, y ha respaldado sin rechistar todas las iniciativas propuestas, a la vez que hay un encubrimiento mutuo a corruptelas. Perro no come perro.
Aun así, Anaya tiene una ventaja además de la cargada de la dirigencia de su partido y de las tácticas de ADN priísta, esas tan reprobables pero tan efectivas: Anaya es un político joven, fresco, con el respaldo de cuadros fuertes del PAN y con un carácter dócil y carismático.
Ahí tiene Corral una de sus mayores desventajas, pues no sólo enfrenta unas elecciones hechas a la medida de su contrincante. También debe conciliar con sectores del PAN con los cuales tiene lastimadas sus relaciones, ya sea por la entereza de sus convicciones o simplemente por su carácter indomable, ese que tantas ronchas les saca a los panistas, sobre todo a los recién llegados, esos que anhelan una estructura ordenada y generosa pero al estilo priísta.
En cuanto a su papel como oposición, es claro que a Madero y Anaya “se les han hinchado las manos de aplaudir”, mientras que Corral ha mostrado una verdadera independencia del gobierno federal, a la vez que tiene una relación más estrecha con el voto duro del PAN, los grupos marginados por el maderismo y tiene los arrestos bien puestos para limpiar profundamente al partido, esa es precisamente su peor desventaja. Quienes quieren mantener intocables sus intereses de plano no lo quieren, tampoco quienes tratan de evitar más desunión y apuestan a la unidad cosmética.
En suma, el PAN tiene grandes retos, pues si bien no gobierna, su papel como oposición también debería ser notable y francamente no lo ha sido. Como oposición han sido un fiasco, cuando no una meretriz, más cercana a los banquetes presidenciales que a los deseos de la militancia y la ciudadanía de hacer un efectivo contrapeso a los excesos del PRI-Gobierno-PVEM, y un ejemplo es la tibia, por no decir gélida respuesta al cochinero de la pasada elección, en la que se violaron masiva y sistemáticamente todas las leyes electorales habidas y por haber.
El PAN necesita una reconstrucción desde dentro, antes que nada, y sólo un partido ordenado unido y fuerte puede fungir el papel que la ciudadanía espera de un partido de oposición (de verdad de oposición). El momento para hacer estos ajustes es ahora, para poder presentar candidatos y estrategias más o menos decentes en 2018, sobre todo ante unos envalentonados AMLO y ‘Bronco’, entre quienes podría jugarse la próxima elección con el PAN en cuarto o quizá en quinto lugar, ya ni siquiera el segundo de siempre.
Sin embargo, Corral tiene aquí mucho en contra, pues lo único que une a los grupos que lo apoyan es el descontento con Madero. Fuera de eso no cuenta con el apoyo de delegados estatales ni de grupos, y eso de negociar y acordar no se le da mucho, mientras que Anaya es buenísimo en tratar de quedar más o menos bien con todos.
Así, el destino del PAN podría definir que jugará entre las reformas que pretenden privatizar lo que aún no se ha privatizado, como el agua, la salud pública, la educación, etcétera. Es cierto que el gobierno federal dice que nada de esto se privatizará, pero también dicen que “el petróleo es y seguirá siendo de los mexicanos, no se ha privatizado”. El (mal) chiste se cuenta solo. Anaya apludiría, como lo ha hecho siempre, las privatizaciones que faltan, y las apoyaría sin duda. En suma, el PAN le subiría la ‘cuota’ al PRI para apoyarlo, pero con Corral la cuota sería notablemente más alta que con Anaya.
Respecto a la corrupción dentro del PAN, Anaya ha guardado siempre silencio, el cual algunos llaman ‘prudente’ y otros llaman ‘cómplice’. Corral tiene una enorme ventaja al menos en este campo, pues se ha ido recio al denunciar corruptelas, lo cual le ha dado una imagen de político honesto y congruente, algo muy poco visto últimamente, pero también le ha acarreado muchísimos adversarios dentro y fuera del partido. Al PRI es al primero que no le conviene que llegue.
En las elecciones, lo que más les importa a muchos militantes, sobre todo los que buscan hueso, Corral podría ser más efectivo para ganar la simpatía de los electores, que cada vez buscan más desesperadamente una alternativa decentona para darle su voto y castigar al actual régimen de corrupción e impunidad. Anaya es mucho menos crítico, le tiraría al consenso con otros partidos, al reparto de posiciones y ‘cuotas’, más que a ganarle al PRI en las urnas.
Por lo pronto, el empalme no es sólo en el ánimo de los electores, sino en su próxima visita a Chihuahua, mañana, en la que coincidirán Ricardo Anaya y uno de los alfiles de Corral, José Luis Luege, mañana miércoles. Corral viene hasta el fin de semana.
En el extremo priísta también hay pugna entre chihuahuenses, y aunque la batalla por el CEN está abierta a más aspirantes, suena fuerte desde hace tiempo el gobernador César Duarte y, ahora, el ex gobernador José Reyes Baeza.
Si subestimaban al deliciense por verlo en su oficina de Fovissste podrían llevarse más calambres, pues el ex mandatario no es un novato en eso de la grilla y algunos oficios jaloneó para ser considerado entre los cinco aspirantes: Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, César Duarte, José Reyes Baeza y Aurelio Nuño, este último con la bendición del presidente y el resto con cobijo de fuertes grupos priístas.
Suena difícil que Reyes llegue, no cuenta con las canicas ni en Chihuahua, donde le han maltratado a su muchacho Marco Adán Quezada y a toda su palomilla, pero el mero hecho de haber sonado bastó para provocar un torzón en dos o tres inquilinos de Palacio, algunos de los cuales andan en el centro del país metiéndole todos los kilos.
Y ya que pasamos al terreno de Marco Quezada, algún apoyo ha de traer o sentir, pues el tiro que trae con Palacio es cada vez más abierto y cantado, lejos de las viejas superficialidades que maquillaban los profundos odios entre tricolores.
Pero Duarte sigue haciendo sus maniobras, y otra sorprendida que dio incluso a los de su partido fue el veto a la Reforma Política recién aprobada. El PAN quiere vender el veto como una reculada del gobernador, pero es otra de sus puntadas políticas para destantear a la raza y evitar cargar con un costo político que, a fin de cuentas, no le beneficia ni a él ni a su partido, incluso se habla de que beneficiaría más al PAN.
Lo que no quedó claro es si el veto también abarca la ‘Ley Antibronco’, esa que prohíbe a los chaparros ojiverdes ser candidatos, ni cómo será el desenlace pues un gobernador no puede vetar una reforma constitucional, y podría ser simplemente ganar tiempo para darle una maquillada y presentar retrocesos democráticos como si fueran avances. Mientras los dirigentes priístas, el coordinador tricolor en el congreso y la autora intelectual Hortensia Aragón ni saben qué onda.