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Anuncia Alfaro los primeros detenidos por la muerte de Giovanni

La muerte a manos de policías de Giovanni López sacudió a México. Detenido el 4 de mayo en el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, López pasó la noche en la comisaria, donde los agentes le habrían golpeado hasta dejarlo al borde de la muerte.

El parte médico indicó que falleció por un traumatismo craneoencefálico, mientras permanecía bajo custodia policial. La víctima, que tenía 30 años, fue capturada presuntamente por no utilizar un cubrebocas en la vía pública. Su asesinato orquestó una serie de protestas en la entidad tapatía.

A la usanza rústica, con palos y sillas, los jaliscienses exigieron el esclarecimiento de la muerte de Giovanni. Los manifestantes incendiaron vehículos policiales y llenaron de pintadas la fachada del Palacio de Gobierno. Cuando un grupo intentó entrar por la fueza al edificio, la policía dispersó la marcha con gas lacrimógeno.

La marcha por Giovanni dejó 27 detenidos, dos mujeres y 25 hombres, entre los cuales hay seis menores de edad. También explicó que los imputados son originarios de la Ciudad de México, Michoacán y Yucatán.

Esta mañana el gobierno de Enrique Alfaro informó que ya hay tres detenidos por la muerte de Giovanni. El comisario de seguridad, un policía y un mando medio están entre las personas con orden de aprehensión.

En tanto, el coordinador del gabinete de seguridad, Macedonio Tamez, informó que a petición del Consejo Estatal de Seguridad se firmó el acuerdo para que la Secretaría de Seguridad estatal tome el control de la Comisaría de Seguridad de Ixtlahuacán de los Membrillos, hecho que ocurrió a partir de las 07:00 horas de este viernes.

Fuente: Infobae

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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