A un año del sismo que sacudió al centro de México dejando 369 muertos y miles de damnificados, estos son los relatos de cómo la vida, en medio del luto, ha seguido para aquellos que perdieron su hogar o a sus seres queridos.
Empezar de cero
Irma Escamilla, pedagoga de 46 años y con tres hijos, vive ahora en una casa de madera de unos 20 metros cuadrados en medio de un enjambre de otras viviendas improvisadas erigidas a un lado de la unidad habitacional donde vivía, dañada seriamente por el sismo.
Sobre una litera y una cama hechas por sus hijos con trozos de madera se amontona ropa que les ha sido donada. Hay un pequeño librero, una mesa que le regalaron y algunos electrodomésticos.
«Salimos con lo que traíamos puesto (…) Tuvimos que empezar de cero, sin ropa», dice Escamilla, quien además de perder su casa dejó su trabajo para estar con su hija de 9 años, pues temía por su seguridad en el campamento.
Obtuvo ayuda gubernamental por cinco meses y tiene el apoyo de su esposo, de quien se separó justo tras el sismo. «Fue mi segundo terremoto», explica al resumir su situación emocional.
Recientemente pudo entrar al edificio para recuperar papeles. Ahora trabajan ingenieros para reforzar la construcción con la promesa de que en 10 meses podrán regresar a sus hogares.
Escamilla resiente que el gobierno los olvidó, gran parte de la ayuda ha provenido de la sociedad civil. Teme que la próxima jefa de gobierno retrase la reconstrucción y el financiamiento que a golpe de protestas han conseguido.
«Para nosotros ya es muy penoso seguir en esta situación. Queremos volver tranquilos a nuestras casas», añade.
Fuente: El Informador