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La injusticia social y las tensiones migratorias, fenómenos que afectan a la salud de las personas.
Kateri Salas es la Directora de Operaciones para América Latina de World Youth Alliance, una organización internacional, con estatus consultivo especial ante las Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos y la Unión Europea, entre otras instituciones.
Recientemente, Kateri Salas ha escrito un artículo que reproduce el portal web de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en el que se plantea la relación que existe hoy entre calidad de vida versus esperanza de vida en América Latina.
Aumenta a 75 años la esperanza de vida
El artículo comienza expandiendo la diferencia que hay de esperanza de vida en el mundo, 64.3 años, contra la de América Latina que en 2010 era de 75 años, lo cual podría augurar que en Latinoamérica hay una mejor calidad de vida ahora que hace un siglo, cuando la esperanza de vida era de 46 años.
Todo depende –dice en su artículo Salas—de lo que se entienda por calidad de vida pues es un concepto que va más allá del número de años vividos. Se trata, dice, de ·un concepto más integral, y por ésta naturaleza, la calidad de vida debe ser medida por el acceso a la educación, a servicios de salud de calidad y al bienestar”. Dicho lo anterior, ¿hay actualmente una mejor calidad de vida en América Latina?
“América Latina y el Caribe, en términos de ingreso, es la región más desigual del mundo, y éstas desigualdades características de la región persisten a lo interno y entre los países de la región”, apunta las especialista, quien agrega:. “Esto genera en una situación de crisis y es así como estos países aún deben enfrentarse a importantes retos que afectan la calidad de vida y desafían la salud de la población”.
Injusticia social: el primer factor a tomar en cuenta
Como los propios obispos reunidos en la V Celam de Aparecida (Brasil, 2007) reconocieron, el principal desafío se centra en la inequidad –injusticia—en la distribución de la riqueza, lo que hace que los pueblos iberoamericano vivan en constante tensión.
“Los servicios de salud ofrecidos a personas mayores, que todavía son muy escasos, el incremento significativo en las enfermedades crónicas tales como la diabetes, los cambios importantes en la gastronomía local y la migración de las áreas rurales a las ciudades; son algunos de los factores que ahora afectan la calidad de vida de los latinoamericanos, pero no necesariamente la esperanza de vida”, apunta en su estudio Kateri Salas.
Una de las cuestiones que llama poderosamente la atención de la especialista es el incremento en la región de las enfermedades crónicas. “Si bien esta condición por sí misma no determina el número de años que una persona podrá vivir, si repercute en la manera en que la persona vivirá su vida”, apunta Salas.
Un ejemplo de estas nuevas enfermedades crónicas es la diabetes. “De acuerdo con la Fundación Panamericana de Salud y Educación, esta enfermedad afecta a 20 millones de personas en América Latina. La diabetes está ligada a otras complicaciones que pueden desarrollarse en un paciente diabético tales como ceguera, amputación de extremidades, insuficiencia renal y discapacidad parcial o permanente”.
Problemas de salud y de migración
Cabe resaltar que ocupa ya el primer lugar mundial en diabetes y también, por encima de Estados Unidos, en obesidad. Por esto – y porque ambas patologías golpean duramente América Latina – Kateri Salas subraya que “otro de los factores que afecta la calidad de vida de las personas actualmente es en el cambio en la dieta”.
“Esto se debe en parte a los nuevos productos que se encuentran en los supermercados, y las consecuencias de adquirir una dieta diferente a la de la propia cultura pueden tener efectos negativos no deseados”, dice en sus estudio la especialista ligada a la ONU.
Entre los factores a tomar en consideración en este rubro se encuentra el aumento en la producción de alimentos procesados, la baja en la producción de alimentos de origen natural, y la baja en la calidad de alimentos esenciales como las frutas y las verduras.
“Un aspecto diferente también –dice Salas– podría ser que este cambio de dieta realmente ocurrió en no más de dos generaciones y en gran medida está vinculado a la apertura de los países a los mercados extranjeros y la globalización”.
La migración es otro de los elementos clave, principalmente de personas que se trasladan de las afueras de las ciudades a la zona urbana”, reconoce Salas. Describe cómo “las ciudades capitales en América Latina, que cuentan con altas densidades poblacionales, transforman rápidamente la vida de las personas a un estilo de vida más moderno que eventualmente puede ser traducido a estrés y mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares”.
Los ejemplos de megalópolis como Sao Paulo y Ciudad de México son una muestra fehaciente de esta altísima concentración de migración interna que propicia un alto nivel de enfermedades cardiovasculares. “Y esto es sin tener en cuenta el hecho de que en las grandes ciudades, que no fueron planificadas, el aire se encuentra contaminado como resultado de un alto número de fábricas y coches”.
Una esperanza en el pasado
Sin embargo, hay esperanza de que calidad de vida pueda ser ligada a duración en América Latina. Salas descubre que hay cambios como el regreso de algunas viejas prácticas que han demostrado, a través del tiempo, ser más adecuadas para las personas y para la sociedad.
“Algunas ciudades están ahora invirtiendo más tiempo y recursos en la planeación del espacio, de tal forma que puedan recibir a las nuevas familias que llegan diariamente de zonas rurales, así como de ciudades más pequeñas. La planeación también va hacia la construcción de transporte público, hospitales y escuelas. Otro ejemplo es la tendencia, cada vez más fuerte, del consumo de productos orgánicos, o la reconstrucción de parques y la importancia que ha adquirido la construcción de áreas verdes en las ciudades”.
La especialista termina diciendo que “no hay duda de que la esperanza de vida en América Latina está aumentando, sin embargo examinando más a fondo, no parece existir una relación directa entre el incremento de los años de vida y la calidad de la misma”.
La higiene, el consumo de orgánicos, la reforestación, entre otras acciones, “nos muestran que para poder mejorar la calidad de vida, tal y como se ha incrementado la esperanza de vida, muchas veces se necesita tan sólo regresar a esas prácticas que han probado funcionar a través de la historia, siempre y cuando no afecten a nuestra naturaleza”.
“Todo esto, con especial atención a la creación de políticas con un enfoque integral que resalte la importancia del acceso a salud de calidad, educación y más oportunidades y lo más importante, recordar que las personas no sólo necesitan más años de vida, sino mejores vidas, que sean más felices y dignificadas”, termina proponiendo Kateri Salas.
Fuente: Aleteia.org
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