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Becky Hammon, primera en dirigir un juego en la NBA

Becky Hammon hizo historia el miércoles al convertirse en la primera mujer en actuar como entrenadora en jefe durante un juego de la temporada regular de la NBA.

El entrenador asistente de los San Antonio Spurs reemplazó al entrenador en jefe Gregg Popovich luego de que fuera expulsado en la primera mitad de la derrota de los texanos por 121-107 ante Los Angeles Lakers.

Popovich recibió una falta técnica y fue expulsado del juego con 3:56 restantes en el segundo cuarto por discutir con el árbitro sobre un no llamado con su equipo abajo de Lakers 52-41.

Hammon está en su séptima temporada en el cuerpo técnico de los Spurs y fue seis veces All-Star en la WNBA con las New York Liberty y San Antonio Silver Stars.

Popovich fue expulsado de un juego en noviembre pasado y Hammon y el resto del personal de los Spurs reemplazaron durante su ausencia. Sin embargo, después del juego, Popovich dijo que Tim Duncan finalmente asumió las funciones de entrenador en jefe para terminar el juego contra los Portland Trail Blazers.

Duncan renunció a su rol de entrenador de tiempo completo con los Spurs durante la temporada baja.

Hammon, de 43 años, fue nombrada como un candidata para ingresar al Salón de la Fama del Basquetbol Naismith Memorial en la clase de 2021. Se le preguntó a Popovich sobre las credenciales de Hammon antes del juego de los Lakers.

«Obviamente, pienso mucho en sus habilidades después de haberla contratado. Todo comenzó cuando la vi jugar», dijo Popovich. «Ella era una líder, todos en el equipo reaccionaron ante ella, tenía mucha confianza, era muy competitiva y lideró todo el espectáculo. Y cuando la conocí y ella estaba en nuestras reuniones de entrenadores antes de ser contratada, mientras estaba lesionada después de la temporada, nos enteramos de su habilidad para el juego, su comprensión innata de lo que gana, lo que pierde, lo que tiene que estar ahí para hacer un programa. Así que tiene todas las herramientas necesarias para ser una gran entrenadora. en nuestra Liga».

Fuente: ESPN

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Wimbledon sin jueces de línea: el fin de una era que muchos ya extrañan

Por primera vez en sus 148 años de historia, Wimbledon ha eliminado por completo a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con un sistema electrónico automatizado. Esta decisión marca un punto de inflexión en uno de los torneos de tenis más tradicionales del mundo, generando una mezcla de aceptación tecnológica y nostalgia por la humanidad que esta figura representaba en la cancha.

Pauline Eyre, quien fue jueza de línea en 16 ediciones del torneo, recuerda con orgullo su primera vez pisando el césped sagrado del All England Club a los 21 años. “Era un sentimiento extraordinario”, comenta. Lejos de haber soñado con ganar un trofeo como jugadora —ella misma se describe como una mala competidora juvenil—, su máximo orgullo fue formar parte del equipo de oficiales, un grupo que consideraba “visiblemente diferente y especial”.

Esa esencia humana es justo lo que, para Eyre y otros puristas, se pierde con esta transformación. Aunque el sistema electrónico —el mismo adoptado por el Abierto de Australia y el US Open— promete precisión absoluta, Eyre sostiene que el cambio elimina una parte esencial del deporte: la imperfección humana. “El tenis es sobre personas. Si le quitas la humanidad, estás quitando una parte fundamental del juego”, afirma.

La medida, anunciada por el All England Lawn Tennis Club en octubre pasado, responde a la intención de garantizar la máxima precisión en el arbitraje y ofrecer condiciones homogéneas para los jugadores, en línea con la mayoría de los torneos del circuito ATP y WTA. Sally Bolton, directora ejecutiva del club, explicó que la transición busca estandarizar el entorno competitivo. Sin embargo, incluso antiguos funcionarios como Andrew Jarrett, ex árbitro principal de Wimbledon entre 2006 y 2019, admiten que el cambio, aunque lógico desde el punto de vista tecnológico, tiene un “costo humano”.

Jarrett subraya que durante su gestión nunca se contempló seriamente eliminar a los jueces de línea, aunque reconocía que la introducción del sistema Hawk-Eye en 2007 marcaba el inicio de una posible transición. Para Eyre, ese momento fue revelador: “Hawk-Eye nos demostró que casi siempre teníamos razón”, dice, con cierta melancolía.

La eliminación de estos oficiales también impacta el futuro del arbitraje en el tenis. “¿Por qué un joven de 15 años querría ahora pasar sus fines de semana arbitrando partidos infantiles si ya no puede soñar con llegar a Wimbledon?”, cuestiona Eyre.

Entre los jugadores, la reacción es dividida. Aryna Sabalenka, número uno del mundo, considera que el sistema electrónico elimina controversias y aporta claridad, aunque reconoce estar «50/50». Por otro lado, Barbora Krej?íková y Frances Tiafoe expresaron su preferencia por el estilo tradicional, destacando el «fanfarroneo» y la interacción humana que ofrecían los desafíos a jueces de línea.

El sistema automático no está exento de fallas. Durante un partido de segunda ronda, el sistema emitió un llamado de «fuera» entre puntos, generando confusión y risas entre el público. Otros jugadores también señalaron que las señales automatizadas son a veces demasiado tenues para escucharse, especialmente en canchas con mayor ruido ambiental.

De los aproximadamente 300 jueces de línea que solían participar en Wimbledon, solo 80 permanecen este año como asistentes de cancha en caso de fallos técnicos del sistema.

Lo que antes era una aspiración para muchos —ser parte del torneo más prestigioso del mundo, aunque fuera desde los márgenes del terreno de juego— ahora queda relegado a la historia. Eyre, ahora comediante de stand-up, recuerda cuando fue abucheada por sancionar al favorito local Greg Rusedski o cuando John McEnroe la fulminó con la mirada por marcarle un error.

Con humor y algo de resignación, reconoce que los jueces de línea eran vistos como “jugadores fracasados y personas demasiado autoritarias”. Pero, en el fondo, lo hacían por amor al tenis. “Solo queríamos ser parte de algo que amamos”, concluye.

Y quizás, como muchas cosas en la vida, no sabíamos cuánto los íbamos a extrañar… hasta que desaparecieron.

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