Conecta con nosotros

Opinión

BELTRONES Y EL PRI POR FRANCISCO RODRIGUEZ PEREZ

BELTRONES Y EL PRI

Francisco Rodríguez Pérez

Al término de la XXXIII Sesión Extraordinaria del Consejo Político Nacional, realizada en el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, Manlio Fabio Beltrones Rivera, Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, asumió con tranquilidad y prudencia la posibilidad de convertirse en líder nacional de su partido.

Reconoció el valor sus posibles adversarios, entre los que sobresalía el jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, Aurelio Nuño.

Sin triunfalismos anticipados agradeció la confianza de sus amigos, como el gobernador de Chiapas, que ya lo estaban felicitando, desde el miércoles.

Todavía esperó los tiempos, la reunión de la Comisión de Procesos Internos y la emisión de las reglas, para tomar la decisión.

Sin embargo su respuesta fue de lo más acertada: “Lo mío es la unidad, siempre ha sido la unidad, seguiré procurándola”.

Incluso fue más allá: “El partido está hecho para la unidad, deberíamos procurarla. De tal suerte que lo mío es la unidad, buscaré que ésta subsista dentro del partido”.

Al día siguiente de la importante reunión del CEN del PRI –el jueves próximo pasado– tras confirmar su intención de contender por la dirigencia nacional del PRI, Beltrones, afirmó sin tapujos que será un dirigente muy cercano al Presidente de la República Enrique Peña Nieto: “para eso somos partido en el gobierno y muchos no lo han entendido, tanto al interior como afuera.”

Con Peña Nieto platica cotidianamente como “líder de una nación” y como amigo: “Mi relación con Peña es respetuosa pero también amistosa, y coincidimos en que este país debe seguir la ruta de la transformación”.

Beltrones reconoció que cuando ambos aspiraban a la candidatura presidencial para 2012 coincidieron en que fuera abanderado quien tuviera más popularidad, suscribieron un acuerdo y acordaron que ganando la Presidencia trabajarían juntos, para dejar atrás la mediocridad de tantos años.

“Por eso fui junto con él en las reformas” que –dijo– “deben empezar a dar resultados en breve”.

Al inscribirse como aspirante a la dirigencia nacional del PRI, afirmó, lo hará “convencido de que estamos en una etapa de gran transformación que encabeza el PRI con el gobierno de Enrique Peña Nieto y no podemos perderla. En los siguientes años tenemos mucho retos por delante”.

En Chihuahua, por ejemplo, Beltrones significa la unidad, pues tanto el Gobernador, César Duarte, como el exgobernador, Reyes Baeza, coincidieron en la felicitación al próximo líder nacional priista.

Duarte lo felicitó por ser perfilado como contendiente para la presidencia nacional del Partido Revolucionario Institucional, un lugar al que el gobernador aspiraba, con el apoyo de la CONAGO.

Duarte Jáquez reconoció el perfil político con el que cuenta el actual coordinador de la bancada del PRI en el Congreso de la Unión.

Por su parte, el ex mandatario Reyes Baeza al hablar sobre la inminente llegada del sonorense al CEN del PRI, aseguró que no se trata de que con Beltrones unos ganan y otros pierden: «él no es hombre de grupos, sino que buscará la unidad de todos los priistas, además fortalecerá la posición del gobernador.

“Manlio Fabio es un político que tiene muchos años y mucha experiencia y que priorizará la unidad del partido, será incluyente y valorará la presencia de cada uno”, añadió refiriéndose a los aspirantes a la gubernatura de Chihuahua para el próximo año.

«La llegada de Beltrones nos beneficia a todos los priistas y no a ningún grupo en particular», respondió cuando se le preguntó si el nuevo dirigente beneficiará al aspirante baecista.

“Lo importante es pedir igualdad de condiciones, que todos los que levanten la mano se sumen a la mesa para que precisamente esto convalide la elección, y si son 7 u 8 que al final se pueda pedir válidamente a los que no son que se sumen por el que fue electo.

«En la casa de Gobierno hay una mesa muy grande donde caben todos», respondió Reyes Baeza.

Lo hecho, hecho está. Beltrones llegará a la presidencia nacional del PRI. Está en su momento. Por eso vale la pena conocer a Manlio Fabio.

Me basaré en sus propias palabras, en su propia presentación, la que publica en su página web. Para ello tuve que transcribir parte por parte de su biografía ya que la expone en puntos rojos que hay que ir siguiendo en cada una de las partes. Por cierto, me gustó su presentación, tanto en imagen como en contenido.

PARA CONOCER A MANLIO FABIO

MI ORIGEN

Nací en Villa Juárez, Sonora, en la colonia Irrigación un 30 de agosto.

Crecí con la influencia de dos mujeres extraordinarias: Mi madre Beatriz y mi abuela Elena. Los principios que me inculcaron, y su ejemplo, su amor, sus consejos, su fuerza y su caridad cristiana y su valor, aún son referentes en mi vida. Mi amor y respeto a mi padre, Rómulo Díaz Brown.

Los hechos, las experiencias y las responsabilidades que me han tocado en la vida y en la política, constituyen las profundas raíces sociales, progresistas y democráticas de donde parto para compartir las ideas que creo deben sustentar la estrategia de un mejor futuro para México.

MI INFANCIA

Me crié en Ciudad Obregón, y ahí realicé mis estudios básicos en escuelas públicas.

En mi tierra se vive en el entorno del desierto y la frontera; es algo cultural el buscar ser de provecho desde pequeños y ayudar en las tareas cotidianas de la vida familiar.

No sin añoranza, recuerdo los días en que realizaba distintas faenas y la hacía de pagador en los campos de algodón de mis tíos.

LA POLÍTICA COMO VOCACIÓN

Mi interés nació gracias a mi abuela, quien había perdido un ojo cortando leña en Cananea, y me pedía que cotidianamente le leyera las noticias políticas de interés nacional.

Posteriormente, un día acompañé a mi padre a una reunión del candidato a gobernador Faustino Félix y le pregunté: “¿Qué quiere él?” Me dijo que era una persona que quería ayudar a la gente. Pensé que yo también podría ayudar a los demás si participaba en política. Ahí fue cuando decidí lo que haría con mi vida.

La política es mi vida. Recibí, con mi abuela, mis primeras lecciones sobre la naturaleza del ser humano y despertó en mí el interés de estar informado sobre cuestiones sociales y políticas.

UN CONSEJO QUE ME MARCÓ

Cuando le dije a mi padre, que era un agricultor y antiguo capitán del Ejército Obregonista, que la política era mi vocación me dijo: “Ante la incertidumbre de la política, nunca te canses de ayudar; y cuando te cansas, retírate; algunas veces estarás en el lugar donde se da, así que no te quejes si te piden servicios; si quieres pedir, ponte del otro lado.”

Nunca me he cansado. Siempre he buscado servir. Tampoco me he quejado ni he querido salir para ponerme del otro lado. Mi vida es la política.

He hecho de la política mi profesión para facilitar, resolver problemas, acordar soluciones; en fin, ser útil, como bien se me recomendara.

LA UNAM, MI ALMA MATER

Soy un ciudadano formado totalmente por la Educación Pública; sé entonces de su importancia.

Durante mis estudios de Economía, en la Universidad Nacional Autónoma de México, me ganaba el sustento con un pequeño negocio de tintorería.

Hemos acudido constantemente al apoyo de la Universidad para construir las reformas que se necesitan en México. La comunidad universitaria y todos los mexicanos tenemos la obligación de realizar una profunda reflexión crítica sobre los cambios que debemos hacer para retomar la ruta del crecimiento, y procurar el orden en el país, que nos haga nuevamente invertir más en escuelas, en lugar de presupuestar tanto en policías.

MILITANCIA Y CONVICCIÓN

Fue en 1968 que inicié mi militancia en el PRI, en el Movimiento de la Juventud Revolucionaria.

A partir de entonces mis cargos en el Partido han sido varios: Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Sonora, dos veces miembro del Comité Ejecutivo Nacional, dirigente del Sector Popular (CNOP) y por

decisión unánime, Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI en ambas Cámaras.

Tengo el privilegio de haber conocido el sistema político priista y haber participado en él cuando era hegemónico, a temprana edad, y quizá por eso me impregné de la voluntad de cambio.

MIS INICIOS EN EL SERVICIO PÚBLICO

“El valor de la palabra”.

En 1975 cuando tenía 23 años, comencé en el servicio público, en la oficina del Subsecretario de Gobernación, Don Fernando Gutiérrez Barrios. De él aprendí el valor de la información para prevenir y resolver los problemas que se presentan. Me enseñó a trabajar con disciplina y lealtad.

Con él aprendí que en la política y en la vida se vale la estrategia pero no la mentira y que cuando se compromete la palabra, simplemente hay que cumplirla.

La lealtad tiene siempre un corazón tranquilo.

TRAYECTORIA POLÍTICA

Llevo 40 años dedicado a la política y al servicio público. He sido dos veces Diputado Federal y en dos ocasiones Senador de la República. He tenido el honor de presidir ambas cámaras del Congreso.

Fui Secretario General del Gobierno de Sonora (1985-1987).

De 1991 a 1997, fui Gobernador de mi estado. En esos años, mejoramos la calidad de la educación y el apoyo a los estudiantes; transformamos la Universidad de Sonora; el PIB creció siempre por encima de la media nacional y detonamos obra pública que ayudó a las inversiones y al empleo, a pesar de la profunda crisis de 1994.

En la Secretaría de Gobernación fui desde Secretario Auxiliar y Secretario Particular del Subsecretario de Gobernación, hasta titular de la Subsecretaría de Gobierno, Desarrollo Político y Derechos Humanos. Actualmente soy Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados.

En este recorrido por el servicio público y cargos de representación popular, siempre he trabajado para que lo que propongo no quede sólo en palabras. Me gustan los retos y las realizaciones, que se concreten en políticas públicas y en la creación y fortalecimiento de las instituciones.

MI FAMILIA, MI ORGULLO

Hace 36 años le pedí a Sylvia, mi novia a quien conocí como estudiante, que fuera mi esposa. Desde entonces hemos compartido la vida. Su amor y sensibilidad han sido fundamentales para mi estabilidad familiar y mi carrera política.

Soy padre de una hija maravillosa, Sylvana, con quien me identifico en muchos aspectos. Ella se casó con Pablo Escudero, un joven con vocación de servicio público. Ambos son abogados y me han dado la fortuna de tener a mis nietas Sylvana y Roberta.

Mi hija Sylvana y su marido Pablo, están obligados a traer a mis nietas a que jueguen un rato con sus abuelos los fines de semana.

LOGROS Y REALIZACIONES

Durante mi tiempo como Subsecretario, se gestaron 3 instituciones básicas en el desarrollo de la democracia: el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Federal Electoral y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ahí me tocó encabezar negociaciones con las fuerzas políticas tradicionales y con las emergentes, en días intensos posteriores a la elección de 1988.

Esta fue una nueva etapa en el país donde se abría paso un nuevo sistema político, que diera cabida a la pluralidad, diversidad y competencia de las diversas expresiones políticas de la sociedad.

En años recientes, se concretaron transformaciones sin precedentes, con el fin de modernizar nuestras instituciones y hacer que la democracia funcione mejor: Reforma Política, Reforma Judicial, Reformas Constitucionales en materia de Derechos Humanos y de Amparo y Reformas en materia de competencia económica e inversión pública, como las Asociaciones

Opinión

Los muros que lloran: las redadas y el alma chicana. Por Caleb Ordoñez Talavera

En el norte de nuestro continente, justo donde termina México y comienza Estados Unidos, hay una línea invisible que desde hace décadas divide más que territorios. Divide familias, sueños, culturas, idiomas, economías… y últimamente, divide también lo humano de lo inhumano.

Esta semana, Donald Trump —en una etapa crítica de su carrera política, con una caída notoria en las encuestas, escándalos judiciales y un sector republicano que empieza a verlo más como un riesgo que como un líder— ha regresado a una vieja y efectiva estrategia: la del miedo. El expresidente ha lanzado una ofensiva pública para prometer redadas masivas contra migrantes, deportaciones “como nunca antes vistas” y políticas de “cero tolerancia”.

La razón no es nueva ni sutil: apelar al votante blanco conservador que ve en el migrante un enemigo económico y cultural. Ese votante que, ante la inflación, la violencia armada o el desempleo, prefiere culpar al que habla español que exigirle cuentas al sistema. En medio del descontento generalizado, Trump no busca soluciones reales, busca culpables útiles. Y como en otras épocas oscuras de la historia, los migrantes —sobre todo los latinos, sobre todo los mexicanos— vuelven a ser carne de cañón.

Pero hay una realidad más profunda y más dolorosa. Quien ha vivido el cruce, legal o no, sabe que la frontera no es sólo un punto geográfico. Es una cicatriz. Las políticas migratorias —de Trump o de cualquier otro mandatario— convierten esa cicatriz en una herida abierta. Cada redada, cada niño separado de sus padres, cada deportación arbitraria, no es solo una estadística más. Es una tragedia personal. Y más allá de lo político, esto es profundamente humano.

En este escenario, cobra especial relevancia la figura del “chicano”. Este término, que nació como una forma despectiva de llamar a los estadounidenses de origen mexicano, fue resignificado con orgullo en los años 60 durante los movimientos por los derechos civiles. El chicano es el hijo de la diáspora, el nieto del bracero, el hermano del que se quedó en México. Es el mexicano que nació en Estados Unidos y que, aunque tiene papeles, no olvida de dónde vienen sus raíces ni a quién debe su historia.

Los chicanos son fundamentales para entender la cultura estadounidense moderna. Están en las universidades, en el arte, en la política, en la música, en los sindicatos. Y sin embargo, cada redada, cada discurso de odio, también los golpea. Porque no importa si tienen ciudadanía: su apellido, su acento o el color de su piel los expone. Ellos también son víctimas del racismo sistémico.

Hoy, más que nunca, México debe voltear a ver a su gente más allá del río Bravo. No como simples paisanos lejanos, sino como parte de nuestra nación extendida. Porque si algo une a los mexicanos, estén donde estén, es su espíritu de resistencia. Los migrantes no huyen por gusto, sino por necesidad. Y a cambio, han sostenido economías, levantado ciudades y mantenido viva la cultura mexicana en el extranjero.

Las remesas no son solo dinero: son prueba de amor, sacrificio y esperanza. Y ese compromiso merece algo más que silencio institucional. Merece defensa diplomática, apoyo consular real, y sobre todo, empatía nacional. Cada vez que un mexicano insulta o desprecia a un migrante —por su acento pocho, por su ropa, por sus papeles— se convierte en cómplice de la misma discriminación que dice condenar.

Las fronteras, como están planteadas hoy, no son lugares de paso. Son cárceles abiertas. Zonas donde reina la vigilancia, el miedo y la burocracia cruel. Para miles de niños, esas jaulas del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) son su primer recuerdo de Estados Unidos. ¿Ese es el país que dice defender los valores cristianos y la libertad?

Además, no podemos hablar de migración sin hablar del racismo. Porque este no es solo un tema migratorio, sino profundamente racial. Las políticas antiinmigrantes suelen tener rostro y acento. No se aplican con la misma fuerza para migrantes europeos o canadienses. El blanco pobre puede aspirar a mejorar; el latino pobre, a ser deportado.

Trump lo sabe, y por eso lo explota. En un año electoral donde su imagen se desmorona entre procesos judiciales, alianzas rotas y amenazas internas, necesita un enemigo claro. Y el migrante latino cumple con todos los requisitos: está lejos del poder, es fácil de estigmatizar y difícil de defender políticamente.

Pero aún hay esperanza. En cada marcha, en cada organización de ayuda, en cada abogado que ofrece servicios pro bono, en cada chicano que no olvida su origen, se enciende una luz. Y también en México. Porque un país que protege a sus hijos, donde sea que estén, es un país más digno.

No dejemos que los muros nos separen del corazón. Hoy más que nunca, México debe recordar que su gente no termina en sus fronteras. Y que el verdadero poder no está en las redadas ni en las amenazas, sino en la solidaridad. Esa que nos ha hecho sobrevivir guerras, pandemias, traiciones… y que ahora debe ayudarnos a defender lo más humano que tenemos: nuestra gente.

Continuar Leyendo
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Más visto