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Opinión

Botox para el alma. Por Javier Contreras Orozco

Sufrimos una grave atelofobia,

que es el miedo irracional

y enfermizo a lo imperfecto

¿Se pondría bótox para las arrugas del alma…?

O ¿bótox en el corazón para fortalecer el músculo amatorio?, o ¿en la emoción deprimida para activarla y ser más optimista?

Si usamos bótox para el rostro, en las partes donde se pronuncian las “patas de gallo” o en las comisuras de los labios y frente, ¿por qué no en el alma cuando se nos descarapela, arruga y se forman enormes pliegues, perdiendo la frescura y lozanía?

Las redes sociales han detonado la compulsión de selfies dando paso a una era de vanidad y narcisismo como se refleja en el auge de cirugías plásticas y estéticas. La apuesta es que podríamos intentar con esas intervenciones enderezar una pena como le hacemos con la nariz o adelgazar los resentimientos escondidos y acumulados en lugar de desinflar las “llantitas” que nos hacen subir de talla o sentimos como si cargáramos un salvavidas inflable a alrededor de la cintura.

O también, si nos tatuamos las cejas, ojos y boca o algunas partes públicas y privadas del cuerpo, porqué no grabarnos con tinta indeleble en el interior del alma lo que debemos querer y recordarnos que para ser amados hay que amar o que, para ser perdonar, debemos perdonar.

Hacemos crecer las asentaderas, los músculos y pechos o nos sometemos a intervenciones quirúrgicas para eliminar kilos y grasa violentando con tantas modificaciones la naturaleza del cuerpo, pero no cambiamos nada por dentro de nosotros. Planeamos y ahorramos para una cirugía estética de la cara, pero no del cerebro y menos del alma.

Ahora, hasta se promueve cambiar de sexo o de modificar radicalmente nuestra fisionomía con injertos de cabello, prótesis e implementos para que nos vean mejor, pero somos incapaces de mover un poquito los escombros internos o tratar de ordenar los remolinos de emociones, iras y frustraciones que nos corroen el alma.

El incremento desmedido en los altos índices de depresión, suicidios y pandemia es una profunda enfermedad mental nos retumba en los oídos, pero nos mantenemos sordos.

Sufrimos de una grave “atelofobia”, que es un miedo irracional y enfermizo a lo imperfecto. Tenemos un horror a la imperfección física y externa, propia y ajena, pero ni nos inmuta la geografía de defectos y deficiencias internas. Lo externo es finito y mortal, lo interno es infinito e inmortal. Asi hemos ido cambiando el orden natural de las cosas y las personas.

El bótox que se aplica para evitar las arrugas es una neurotoxina elaborada por la bacteria “clostridium botulinum” que está presente en la naturaleza en un polvo altamente tóxico e inflamable y se usa en la estética. Esa sustancia química actúa sobre las células musculares, paralizando el movimiento. La bacteria que causa el botulismo se caracteriza por la parálisis muscular, como lo indican en todas las consultas sobre el efecto. Entonces, el bótox es una toxina botulínica o neurotoxina, liberada por la enfermedad del botulismo.  En otras palabras, creamos una máscara para enfrentar la crisis de los años, el temor a la vejez, la vanidad y el horror a la imperfección.

Si todos los días y a cualquier hora nos tomamos selfies con la cámara de bolsillo que cargamos a todos lados, entonces hemos priorizado nuestra imagen y facciones. De tanto vernos, nos preocupa cualquier atisbo de imperfección y hemos despertado la obsesión de la eterna juventud.

Dice Olga García[1], que las arrugas en el alma no pueden rellenarse con sustancias externas, pero si se borran cuando dejas atrás tus apegos y aprendes a disfrutar el maravilloso momento que te ha tocado vivir.

La moda de las cirugías plásticas indudablemente es un ejercicio profesional de la medicina que requiere conocimientos especializados y que responde a una demanda muy específica.

Por ejemplo, según consultas, las intervenciones estéticas más requeridas son cinco, en este orden: el aumento del pecho, la liposucción, la blefaroplastia o cirugía de los párpados, la rinoplastia o corrección de la nariz y la otoplastia, que es la cirugía de las orejas.

Existe un hilo conductor entre cirugías estéticas, narcisismo y redes sociales. Primero, el traer permanentemente un celular implica tener a la mano un espejo donde nos vemos a cada minuto; segundo, el teléfono tiene la función de cámara, pero especialmente cuando la usamos para nosotros mismos. Después de tomar fotos, las podemos enviar inmediatamente a cualquier parte del mundo y a cualquier hora lo que presiona a muchas personas a cuidarse de su rostro y estar preparada para “autofotografías”.

De tanto vernos en el celular nos hemos convertido en “narcisos” enamorados, claro, pero de nosotros mismos.

Por eso el auge de las cirugías correctivas, modificadoras o reparadoras para perder el miedo a lo imperfecto y como nunca lograremos la perfección ni la inmortalidad, la respuesta ha sido la adicción al bótox, a las cirugías y a los tatuajes para usar de lienzo nuestra piel.

Nuestro cuerpo, tarde que temprano, y por oxidación natural de nuestros órganos, con los años encima, la edad nos cobrará lo que la naturaleza nos dio para vivir.

Ojalá pudiéramos aplicar unas inyecciones de bótox a nuestras almas para que no pierda la frescura estirada como la piel en los mejores años, aunque nadie lo vea ni la podamos presumir o subir en foto al Facebook, pero lo sentirán y disfrutarán por la serenidad y armonía de nuestra naturaleza humana, que, por cierto, la traemos de cabeza con cambios aberrantes.

El vivir en la galaxia Narciso les ha complicado la vida a unos y a otros se las ha facilitado. La base comercial y psicológico de las redes sociales es el negocio de la atención donde cada aplicación busca la forma de retenernos para extraernos más información personal. Cada marca o innovación tecnológica diseña artefactos o dispositivos donde somos conejillos de Indias. La competencia y negocio está en las grandes empresas que ahora ya están posesionadas en Mercado de Bolsa cotizando en altos vuelos, mientras nosotros con nuestra cabeza gacha haciendo reverencia a los celulares pasamos jornadas completas con la mirada en la pantalla, agotando parte de nuestra corta existencia frente a una máquina.

La última muestra de esto es la aparición de la nueva red social llamada Thread de la gran empresa Meta de Zuckerberg, dueña de Facebook e Instagram para hacer competencia a Twitter, propiedad de Elon Musk.

Ahora será una nueva red social más para los que se han escapado o quienes quieren ampliar la dependencia.

 Las adicciones son síntomas de soledad. El uso compulsivo del celular ya es considerado una adicción, que esconde un individualismo disfrazado de sociabilidad digital, con cientos de contactos, miles de mensajes, una variedad de grupos de chats, océanos de memes. Estamos en todo, somos de todos, pero estamos solos con nuestro celular en nuestras manos.

¿Habrá, entonces, bótox para las arrugas del alma?

Si a todas horas nos vemos en el celular y tomamos fotos de nosotros, ¿por qué no probar un día o en el silencio de la noche tomarnos una selfie del alma?

[1] GARCIA, Olga Nelly (2008) Bótox para el alma. ¿Realmente lo necesitas?, editorial Diana, México.

jcontreraso@uach.mx

Opinión

DTmF: Identidad, Gentrificación y Nostalgia. Por Isaías León

 

El reciente álbum de Benito Antonio Martínez Ocasiocausó un gran revuelo en muchos lugares del mundo. Llama la atención la respuesta que hubo en Europa, donde la recepción inicial del nuevo material no fue lo que el continente occidental esperaba. Desde varios sitios hubo críticas al ritmo musical, alegando que no era lo que se anticipaba. La expectativa en esa región del globo era un disco lleno de reggaetón similar a YHLQMDLG, desestimando los ritmos latinos del más reciente álbum.

Es comprensible, creo, juzgar lo que no conocemos. Sin embargo, más allá de si gusta o no el artista y su música, este álbum tiene un contenido de crítica social y política significativa. Martínez Ocasio nos presenta una profunda visión de la identidad puertorriqueña y su crítica a todo lo que está ocurriendo en torno a la isla. A través de géneros a los que no estábamos acostumbrados a escuchar de Band Bunny, como la salsa y el jíbaro, el artista ofrece al mundo un manifiesto cultural y político fácil de digerir, que tal vez para algunos puristas del análisis político pueda parecer superficial.

Al respecto, destaca Lo que paso en Hawái, una canción que refleja la preocupación de muchos sobre lo que sucede en Puerto Rico, lugar que vive un proceso de invasión silenciosa, principalmente por el turismo norteamericano, mismo que se lleva sus recursos, identidad, cultura y tierras.

Este sentimiento es compartido desde un contexto como el mexicano, particularmente en la Ciudad de México, donde se vive un proceso muy fuerte de gentrificación. La pérdida de la identidad cultural y el hecho de que las comunidadeslocales se vean forzadas a desplazarse porque “ya no alcanza” es un tema presente en la conversación diaria. En el caso de México, esto se observa en la promoción que hacenlos desarrollos inmobiliarios con lemas como: “Spend in Pesos, Earn in Dollars” (“gana en dólares, gasta en pesos) o en restaurantes de la Roma-Condesa que optan por cambiar sus menús al idioma inglés.

Exponer Puerto Rico al mundo fue algo relativamente fácil para un artista con millones de oyentes en plataformas de streaming, pero hacerlo manteniendo un gran respeto por la identidad cultural del álbum fue fundamental. Es sobresaliente que el material fue grabado en la isla, usando y combinando muchos de sus ritmos musicales en canciones como Baile Inolvidable, La Mudanza y Café con Ron. Además, Bad Bunny ha anunciado recientemente conciertos de «residencia«, dirigidos especialmente a su gente durante varias fechas continuas. Es decir, la conexión que el artista busca fortalecer con la isla es crucial, llevando en sus letras la voz de muchos que sufren a diario los efectos del despojo y se curan con música y jíbaro.

Debí Tirar Más Fotos, con una portada que incluye dos sillas de plástico (esas que todos alguna vez hemos usado en una reunión o fiesta) y un fondo verde, intenta conectar con todo el pueblo latino. Es una imagen sencilla, común en muchas comunidades, muchas alejadas de las grandes ciudades, donde la calma y el aire fresco son los mayores tesoros:pequeños pueblos, donde muchos crecieron y tuvieron que salir en busca de una vida mejor.

Comprender el mundo actual de la música sin la presencia de un latino tan influyente como lo es la figura de Benito sería imposible, poniendo a los norteamericanos a aprender español, cambiando la pronunciación de la “l” por la “r”, y aun así criticando sus prácticas imperialistas.

Finalmente, después de entender lo que este disco nos quiere transmitir, más allá de bailar la música que para algunos era «de otra época» o descubrir la crítica social que lleva implícita, quiero interpretar DTmF (la canción en sí) como un recordatorio de la importancia de preservar los recuerdos de los momentos que realmente importan, con las personas que queremos, con nuestra gente. Esos momentos que nos obligan a extrañarlos cuando ya no estén, porque nadie sabe lo que va a pasar mañana.

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