En todo el hemisferio causó revuelo la captura de Miguel Ángel Treviño el ‘Z-40’, líder de la banda de criminales más sanguinaria de México y una de las más violentas que se hayan visto en Latinoamérica: Los Zetas.
Treviño cayó sin un disparo de por medio y todo parece que fue gracias a la cooperación (presión) de Estados Unidos para capturar a este personaje que desafió abiertamente al gobierno, tanto estatal como federal.
El ‘Z-40’ heredó el mando luego de la supuesta muerte de Heriberto Lazcano Lazcano ‘Lazca’, quien fue abatido por la marina en Coahuila.
Treviño fue arrestado a las 3:45 de la madrugada en Nuevo Laredo, Tamaulipas, gracias al trabajo de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, que compartió la información para lograr su captura.
El trabajo de inteligencia no fue un mero golpe de suerte, sino que pasaron ocho meses para que cayera, lo mismo que lleva en el poder Enrique Peña Nieto, quien necesitaba un “pez gordo” de este tipo ante su estrepitosa caída de popularidad, que ya lo sitúa al nivel de Calderón, algo realmente preocupante.
A diferencia de otros cárteles que tenían como principal actividad el trasiego de drogas, Los Zetas, sin muchos contactos ni experiencia en el negocio, se dedicaron al cobro de cuotas, extorsiones, secuestros, asesinatos, prostitución, piratería, tráfico de personas y de combustibles y todo tipo de actividad ilegal que dejara dinero rápido.
Los Zetas se extienden desde Guatemala hasta Chihuahua, donde han colaborado esporádicamente con el Cártel de Juárez para repeler a su rival común: el Cártel de Sinaloa.
Este grupo criminal consolidó su poder con la llegada de Calderón al poder, en medio de un clima de ilegitimidad que fue aprovechado por ellos para tomar el control que el Estado no podía, ya que este presidente carecía de apoyo y liderazgo. Peña Nieto no es igual.
Pero el ‘Z-40’ no era un narco cualquiera: Trataba de infundir el mayor terror posible con actos tan despiadados y sangrientos como su imaginación y la de sus colaboradores se los permitía, con un poder de fuego que le permitía retar a gobernadores y al Estado entero.
Una prueba de eso fue cuando elementos de la policía estatal abatieron a un sobrino del capo en Piedras Negras y este respondió en apenas tres horas, asesinando al hijo del ex gobernador Humberto Moreira. Tan amenazado estaba el ex mandatario que mejor se fue del país. Mandaban los Zetas.
Ahora, Peña Nieto llegó para demostrar que él sí puede, que no es otro Calderón ni está dispuesto a regalarles medio país para que hagan con él lo que se les antoje. Recordemos que si en Chihuahua la situación es difícil, en Tamaulipas y Veracruz es mucho peor, pues la narcopolítica engendrada en 80 años de priísmo nunca ha tenido contrapesos y está prohibido para la prensa si quiera mencionar a los cárteles o sus nexos con autoridades.
Ahora falta esperar las consecuencias de esta detención, que probablemente traerá nuevas divisiones entre los cárteles y ajustes de cuentas que podrían salpicar a Chihuahua, territorio bajo el control de ‘El Chapo’ Guzmán, que aún tiene puntos de resistencia importantes del Cártel de Juárez y sus aliados Los Zetas.
Entre los puntos más violentos está la Sierra de Chihuahua, donde se notó fuerte la intromisión del crimen organizado para imponer, quitar o asesinar a candidatos, como es el caso de Jaime Orozco Madrigal, de Guadalupe y Calvo, cuyo homicidio sigue impune.
Esto obligó a que el PRI cambiara de candidato en Guadalupe y Calvo, pero también en Chínipas y Guazapares, donde la población está harta de tanta violencia y de la complicidad o silencio de las autoridades o el Estado que insisten, pese a todo, en asegurar que la zona es segura y que las matanzas recurrentes son “hechos aislados”.
Los que tampoco son aislados son las impugnaciones de los resultados electorales en siete municipios, entre los que destaca Coyame donde PAN y PRI están empatados y ahora buscan el voto de oro que les dé la victoria.
El PAN está preocupado que después del linchamiento que recibió en las urnas, les arrebaten los pocos municipios que ganaron mediante los conteos, que ya están en manos del Instituto Estatal Electoral, mismo que genera una gran desconfianza al igual que otros organismos electorales del país.
También hay exigencias de recuentos en Villa Ahumada, Aldama, Guerrero, Aquiles Serdán y Guadalupe DB; la impugnación ya es clásica en todas las elecciones, pues nadie queda satisfecho con los resultados, empezando por la propia ciudadanía. Urge renovar el sistema electoral que ha pasado a ser, además de carísimo, ineficiente e incierto.
Pero los conteos apenas van en los municipios, pequeños todos. El verdadero agarrón viene con los de las diputaciones, en el que los cocolazos no se limitarán PRI contra PAN, sino que habrá roces dentro de los mismos partidos. A ver cómo se pone.
Los alcaldes ganadores del PAN, incluyendo los impugnados, se reunieron ayer en el Comité Directivo Estatal donde les ofrecieron gratis asesoría jurídica y apoyo para pelear y defender sus victorias, y así comenzar a elaborar las comisiones de entrega-recepción, sin tener que contratar asesores externos que en ocasiones son más que inútiles.
Donde la entrega-recepción será más que tersa es en Chihuahua, donde el alcalde Marco Quezada ya anunció que no dejará al municipio sin presupuesto, como a él le tocó, sino que le dejará un “colchoncito” a Javier Garfio para que no batalle con la nómina y el arranque de su administración.
Lo que no tiene para cuándo arrancar es el ViveBus, pues conforme avanzan las obras aparecen más y más errores que podrían echar a perder la inauguración que se tiene contemplada para el próximo agosto, con Quezada de salida y el presidente Enrique Peña de visita. Habrá que esperar a ver si lo inauguran efectivamente en esa fecha y, de ser así, en qué condiciones.
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