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Caso de Giovanni, lo que sabemos del joven que murió a manos de policías por no usar cubrebocas

El pasado 5 de mayo, Giovanni, un joven de 30 años de edad, murió bajo la custodia de policías de Ixtlahuacán de los Membrillos, en Jalisco, quienes lo detuvieron haciendo uso de la fuerza.

En un video que ha circulado en redes sociales, se muestra al joven resistiéndose a que los elementos de seguridad se lo llevaran, ante los reclamos de ciudadanos que cuestionaron el motivo de su detención.

A casi un mes de los hechos, las autoridades no han aclarado el motivo de la detención de Giovanni, e incluso los elementos involucrados en su detención siguen activos, según las propias autoridades del estado.

¿Fue por no llevar cubrebocas?

Ante señalamientos de que el joven supuestamente fue detenido por no usar cubrebocas, el fiscal de Jalisco, Gerardo Octavio Solís, y el titular de la Coordinación de Seguridad, Macedonio Tamez Guajardo, aseguraron este miércoles 3 de junio que en ningún reporte policial se menciona que Giovanni haya sido molestado por esta razón.

“Se solicitaron informes a las autoridad municipal, sobre si la detención había sido porque no portaba un cubrebocas, tenemos un informe en donde no se hace referencia a este hecho, solo a una detención administrativa de una persona agresiva”, dijo el fiscal, son detallar a dónde fue trasladado o si se realizó algún examen médico tras la detención.

“Tal y como se desprende de dos informes de la propia policía, no se desprende que el uso del tapabocas haya sido el acto de molestia por el cual se haya abordado a este joven”, dijo en conferencia.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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