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Resto del mundo

Catean residencias de Sean ‘Diddy’ Combs en Los Ángeles y Miami

El cantante de rap es investigado por la Agencia de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI), por el delito de tráfico de personas.

Estados Unidos.- Agentes de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI) allanaron este lunes mansiones en Los Ángeles y Miami asociadas al magnate del rap, Sean ‘Diddy’ Combs y su productora “Bad Boy Films”, al parecer vinculada al tráfico de personas.

Una lujosa vivienda de Holmby Hills, un barrio acaudalado de Los Ángeles conocido como hogar de celebridades y que acogió a la antigua Mansión Playboy, fue allanada por agentes del HSI, que son parte del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés).

El HSI de Nueva York confirmó que sus agentes ejecutaron «acciones policiales como parte de una investigación en curso» contra el cantante de ‘I’ll Be Missing You’.

La casa de Combs en la exclusiva Star Island, una isla artificial de Miami Beach, en Florida, también fue allanada este lunes.

La redada en las propiedades relacionadas con Combs, conocido en el mundo del espectáculo como ‘Diddy’, hacen parte de una investigación federal sobre trata de personas contra el rapero iniciada en Nueva York.

A finales de 2023 Combs fue demandado en cuatro ocasiones por supuesta violación, la última presentada el 6 de diciembre, asegura que el rapero drogó en su estudio de Nueva York y violó a una menor de edad.

La demanda era similar a la entablada por Casandra Ventura, la cantante de “R&B” conocida como Cassie y exnovia de Combs, quien lo acusó de violarla y golpearla a lo largo de una década. Los dos lograron un acuerdo monetario pocos días después de presentada la querella legal.

Combs ha negado las acusaciones que enfrenta y dijo en diciembre pasado, a través de una publicación de Instagram, que las demandantes “intentaban difamarme, destruir mi reputación y mi legado».

Varias de las demandas que enfrenta el cantante se hicieron bajo el amparo de la Ley de Víctimas de Violencia de Género de Nueva York.

Deportes

Wimbledon sin jueces de línea: el fin de una era que muchos ya extrañan

Por primera vez en sus 148 años de historia, Wimbledon ha eliminado por completo a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con un sistema electrónico automatizado. Esta decisión marca un punto de inflexión en uno de los torneos de tenis más tradicionales del mundo, generando una mezcla de aceptación tecnológica y nostalgia por la humanidad que esta figura representaba en la cancha.

Pauline Eyre, quien fue jueza de línea en 16 ediciones del torneo, recuerda con orgullo su primera vez pisando el césped sagrado del All England Club a los 21 años. “Era un sentimiento extraordinario”, comenta. Lejos de haber soñado con ganar un trofeo como jugadora —ella misma se describe como una mala competidora juvenil—, su máximo orgullo fue formar parte del equipo de oficiales, un grupo que consideraba “visiblemente diferente y especial”.

Esa esencia humana es justo lo que, para Eyre y otros puristas, se pierde con esta transformación. Aunque el sistema electrónico —el mismo adoptado por el Abierto de Australia y el US Open— promete precisión absoluta, Eyre sostiene que el cambio elimina una parte esencial del deporte: la imperfección humana. “El tenis es sobre personas. Si le quitas la humanidad, estás quitando una parte fundamental del juego”, afirma.

La medida, anunciada por el All England Lawn Tennis Club en octubre pasado, responde a la intención de garantizar la máxima precisión en el arbitraje y ofrecer condiciones homogéneas para los jugadores, en línea con la mayoría de los torneos del circuito ATP y WTA. Sally Bolton, directora ejecutiva del club, explicó que la transición busca estandarizar el entorno competitivo. Sin embargo, incluso antiguos funcionarios como Andrew Jarrett, ex árbitro principal de Wimbledon entre 2006 y 2019, admiten que el cambio, aunque lógico desde el punto de vista tecnológico, tiene un “costo humano”.

Jarrett subraya que durante su gestión nunca se contempló seriamente eliminar a los jueces de línea, aunque reconocía que la introducción del sistema Hawk-Eye en 2007 marcaba el inicio de una posible transición. Para Eyre, ese momento fue revelador: “Hawk-Eye nos demostró que casi siempre teníamos razón”, dice, con cierta melancolía.

La eliminación de estos oficiales también impacta el futuro del arbitraje en el tenis. “¿Por qué un joven de 15 años querría ahora pasar sus fines de semana arbitrando partidos infantiles si ya no puede soñar con llegar a Wimbledon?”, cuestiona Eyre.

Entre los jugadores, la reacción es dividida. Aryna Sabalenka, número uno del mundo, considera que el sistema electrónico elimina controversias y aporta claridad, aunque reconoce estar «50/50». Por otro lado, Barbora Krej?íková y Frances Tiafoe expresaron su preferencia por el estilo tradicional, destacando el «fanfarroneo» y la interacción humana que ofrecían los desafíos a jueces de línea.

El sistema automático no está exento de fallas. Durante un partido de segunda ronda, el sistema emitió un llamado de «fuera» entre puntos, generando confusión y risas entre el público. Otros jugadores también señalaron que las señales automatizadas son a veces demasiado tenues para escucharse, especialmente en canchas con mayor ruido ambiental.

De los aproximadamente 300 jueces de línea que solían participar en Wimbledon, solo 80 permanecen este año como asistentes de cancha en caso de fallos técnicos del sistema.

Lo que antes era una aspiración para muchos —ser parte del torneo más prestigioso del mundo, aunque fuera desde los márgenes del terreno de juego— ahora queda relegado a la historia. Eyre, ahora comediante de stand-up, recuerda cuando fue abucheada por sancionar al favorito local Greg Rusedski o cuando John McEnroe la fulminó con la mirada por marcarle un error.

Con humor y algo de resignación, reconoce que los jueces de línea eran vistos como “jugadores fracasados y personas demasiado autoritarias”. Pero, en el fondo, lo hacían por amor al tenis. “Solo queríamos ser parte de algo que amamos”, concluye.

Y quizás, como muchas cosas en la vida, no sabíamos cuánto los íbamos a extrañar… hasta que desaparecieron.

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