¿Qué es ser periodista? Ni la Real Academia de la Lengua lo tiene claro, pues su definición de “una persona legalmente autorizada para ejercer el periodismo” es tan anacrónica que han anunciado que la cambiarán pronto, pues en ningún país democrático se requiere de un permiso de la autoridad para ejercer el derecho a informarse y a informar.
Algunos consideran que es sólo el reportero, el que sale a gastar suela para recabar la información que habrá de terminar en noticieros, impresos y digitales. Otros abarcan también al editorialista, al caricaturista, al editor, incluso a diseñadores, correctores, y a todos quienes participan en el proceso de llevar la información hacia usted. Se vale debatir.
Cuando llegamos a los empresarios mediáticos la cosa cambia. ¿Se puede considerar periodistas a los dueños de imprentas, canales y estaciones de radio? A aquellos que en términos más o menos marxistas podríamos considerar los dueños de los medios de producción informativa, dentro del moribundo esquema del periodismo industrial que maquila noticias para atraer lectores, audiencias y clics, todo para acabar vendiendo esas audiencias a sus clientes, principalmente partidos y gobierno.
¿El fin de estos empresarios es informar o ganar dinero? ¿Se imponen la vocación de servicio y la libertad de expresión a los intereses políticos y económicos? La respuesta no necesita mayor debate cuando uno echa un ojo a los grandes corporativos mediáticos, cuyos propietarios suelen tener intereses repartidos en diferentes industrias y círculos de poder, y los medios son una herramienta para imponer estos intereses a través de la opinión pública, incluso para ayudar a imponer gobernantes, como en México ha sido el caso.
Empresarios intocables. Así se han encumbrado muchos de los dueños de los medios y de la opinión pública. Queriendo hacer ver que criticarlos a ellos es criticar la libertad de expresión, como si criticar a un gobierno fuera criticar la legalidad y la democracia. De ahí viene el pestilente dicho “perro no come perro”, una especie de omerta entre mafiosos que no trafican droga, sino información a gusto del cliente. “Somos como un hotel. A todo quien entre lo tratamos bien, pero a nuestros huéspedes los tratamos mucho mejor”, comentaba un veterano dueño de medios.
Los periodistas suelen ser mucho mejores que los medios en los que trabajan. Son esos comunicadores de a pie los que se juegan el pellejo para defender el derecho a informar y ser informados, un derecho cada vez más vital si se considera que la información es hoy el bien más importante, por encima de cualquier otra posesión material.
Con información se ganan guerras, se salvan vidas, se resuelven problemas y, sobre todo, se gana muchísimo dinero, el cual casi nunca va a parar a los bolsillos de los reporteros, sino que engrosan las arcas de los jefes. En México la nota no es de quien la trabaja, y por bien que el reportero haga su trabajo, este rara vez será publicado sin el visto bueno del patrón, quien decide en última instancia qué y cómo se informa. Compare el modo de vida de los periodistas y de los dueños de grandes medios. Le quedará claro que no son lo mismo.
Un ejemplo más podemos verlo en el manejo oportunista que se ha hecho del asesinato de la periodista Miroslava Breach, cuya pérdida duele no sólo por ser periodista, sino por haber sido una de las mejores, con un compromiso y profesionalismo incuestionable, a pesar del cual no recibió protección ni apoyo de las autoridades, ni de los medios que ganaban dinero con la información que ella generaba, ni del gremio mismo.
Ahora todos se cuelgan como zopilotes de su cadáver, lo mismo grupos de periodistas que en vida la criticaban, lo mismo organizaciones civiles que buscan cómo convertir la tragedia de una familia en reflectores y oportunidades personales, y peor aún, los directivos del periódico Norte, que vendieron el cierre de su edición impresa, anunciado desde diciembre por la mala administración, como una medida desesperada por la situación de violencia en el país.
El medio digital continuará, y con él los riesgos que enfrentan a diario los periodistas de ese y otros portales e impresos. ¿En qué ayuda el cierre de la edición impresa de Norte (que años atrás ya había cerrado también en Chihuahua) a la seguridad de los comunicadores? ¿Qué medidas ha tomado la empresa para proteger a su personal, para capacitarlo y para defenderlo? Hasta la fecha parece que nada.
La actitud de Gobierno no ayuda. Antonio Pinedo y el aparato de Comunicación a su cargo no han tenido otra estrategia que la de la confrontación general y ciega. Nadie niega los intereses mezquinos de muchos empresarios de los medios, tampoco la pobreza profesional de muchos reporteros y algunos que persiguiendo burritos, galletas y ‘chayotes’ se ostentan como tales.
Se comete un grave error en echar en la misma canasta a periodistas dignos y profesionales, que los hay y muchos, quienes incluso arriesgan su vida por informar a una sociedad que rara vez reconoce su trabajo y su importancia. Cuando las noticias son malas lo más fácil es culpar al mensajero.
La estrategia parece haberse replanteado. A raíz del asesinato de Miroslava, parece haberse moderado el tono hacia la prensa. También el gobernador Corral se ha dedicado, al menos durante las últimas semanas, a decir menos y hacer más. La persecución al ex gobernador César Duarte y sus allegados es sin duda un acto de justicia, pero también de política e imagen pública.
Qué bueno que los políticos destaquen por sus acciones e incluso por el hábil manejo mediático de las mismas, que por las carretadas de dinero que al final ni sirven, al ir a medios que se limitan a cobrar por no pegar… cuando ni pegar saben. La difusión de estas acciones también ha tenido que replantearse a raíz de críticas surgidas del propio gabinete.
Urge que los periodistas tengan como único cliente y patrón a la sociedad, que destaquen no por las antenas o imprentas que tienen, no por la capacidad económica de sus dueños, sino por el profesionalismo, valentía y compromiso con la comunidad. Para esto hace falta una sociedad igualmente comprometida con sus periodistas, nuevos modelos de financiamiento como el periodismo de marca (que no es lo mismo que el publirreportaje), la cooperación colectiva o el financiamiento internacional, entre otros que comienzan a surgir en México. Urge, en suma, un nuevo periodismo de a de veras.
Ayer se anunció la salida de Austria Galindo de la sección juarense de la Secretaría de Cultura y se estremeció el gabinete por tratarse de la ahijada del gobernador y sobrina del jefe del clan, Ramón Galindo, e hija del reconocido artista, Pilo Galindo. De inmediato el tío salió a desmentir el hecho y dice que sólo será movida a otra área.
Poco o nada tuvo que ver el polémico viaje a Nueva York, en el que la joven funcionaria se llevó a su gente y se gastó 300 mil pesos para contactar a artistas que podrían contactarse por internet. Lo cierto es que su casi ex jefa, Águeda Lozano, dijo que “o se va ella o me voy yo”, por diferencias personales entre ambas, lo cual se suma al canibalismo de una secretaría cuyas cabezas se han dedicado a ocupar espacios de poder y hasta la fecha no han hecho nada. Pronto le tendremos más detalles…
César Duarte se robó hasta el papel de baño. En un caso que bien podría ir a los anales de la cleptomanía, el ex gobernador saqueó de la Casa de Gobierno y la de Relaciones Públicas pues hasta las vajillas y las ollitas de Mata Ortiz que las adornaban se llevaron, según consignó Reforma en su columna Templo Mayor. Mientras, sigue la lluvia de amparos y Duarte, en un acto de cinismo del peor, denunció “tortura sicológica” por parte del nuevo amanecer. Bullying, pues. Mientras sigue la lluvia de amparos, 45 y contando, pero no los van a salvar, las investigaciones continúan.
Anoche el gobernador fue al cine chilango de Reforma 222 acompañado de chihuahuenses y personalidades como Susana Zavaleta, todo para ver la película La Flama Sagrada, una ópera prog rock made in Chihuahua a cargo de locaciones y reparto chihuahuita del más selecto, bajo la dirección de Alberto Espino. Ahí se encargó de todo Roberto Ramos, representante del gobernador en la Ciudad de México. Corral al final se aventó una agüita de fresa y se fue volando, literalmente, hacia las norteñas tierras.