La Copa América Centenario celebró la final más intensa que se podía esperar, con Chile encendido en búsqueda del bicampeonato y una Argentina con Lionel Messi resuelto a poner fin a 23 años de sequía de títulos, sin embargo Messi desperdició su cobro en la serie definitoria.
Chile derrota 4-2 en tanda de penales a Argentina y se convierte por segunda edición al hilo en el monarca del continente.
No hay manera de que a Messi se le quite la cara de perdedor con la casaca albiceleste, ni siquiera ahora que disimula con una pelirroja barba, sometido nuevamente por Chile. La pesadilla de Maracaná se repitió en Santiago y también en Nueva Jersey, igual da que sea en el Mundial de 2014, la Copa América de 2015 o la Copa del Centenario 2016, las tres finales perdidas, todas sin marcar un gol, dos por penaltis y una por un tanto en la prórroga de Götze. Nadie tiene piedad con la Argentina de Messi. La crueldad aumenta con el paso de los partidos y del tiempo porque esta vez en la rueda de los penaltis falló el 10.
Messi mandó la pelota al limbo nada más empezar la tanda y se sintió derrotada Argentina. El rosarino erró en el detalle aparentemente más sencillo cuando se había sentido más argentino que nunca, durante la Copa del Centenario disputada en Estados Unidos. Asumió la presión, defendió a sus compañeros y al Tata Martino, desafió a la AFA, y se venció después de ofrecer las únicas acciones de mérito durante el partido de Nueva Jersey. A falta de fútbol, tampoco se dieron las jugadas de Messi, que acabó abatido, llorando en la cancha, desesperado por su desdicha con una Argentina que no gana un título desde 1993.
Las mejores victorias son aquellas que están validadas por los rivales más cualificados, pocos como Chile, campeón vigente de la Copa, vencedor hace un año de Argentina en Santiago. Pizzi ha dado continuidad a un equipo muy bien ideado por Bielsa y desarrollado de manera científica por Sampaoli. Tiene un plan de juego muy interesante, sobre todo por organizado y solidario, y cuenta con futbolistas importantes, sobre todo Vidal, Alexis y Vargas, y meritorios de categoría, pocos como Bravo, Medel o Marcelo Díaz. No había posiblemente peor enemigo para la Albicelese que La Roja dirigida por un técnico de Argentina.
El País