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Científico mexicano se declara culpable de espionaje para Rusia en EE UU

La historia de Héctor Alejandro Cabrera Fuentes ha sufrido un nuevo giro. El científico mexicano, acusado de espiar para el Servicio de Inteligencia de Rusia, ha llegado a un acuerdo con la Fiscalía y se ha declarado culpable en una audiencia judicial celebrada este martes en Miami. Cabrera Fuentes ha permanecido en una cárcel de Florida desde febrero de 2020 y había sostenido su inocencia, pese a admitir que había sido contactado por el Gobierno de Vladimir Putin para seguir y recabar información sobre un agente del FBI. El investigador enfrenta una condena máxima de 10 años de cárcel y su futuro se definirá en una nueva vista, programada para mayo próximo.

“Me declaro culpable”, ha dicho Cabrera Fuentes, que compareció ante el tribunal esposado y con un uniforme color beige. Después de que la Fiscalía leyera los cargos que se le imputan, el científico respondió a varias preguntas en inglés y afirmó que entendía las implicaciones de reconocer que había actuado como “agente de un Gobierno extranjero” en territorio estadounidense, de acuerdo con la agencia Efe. La audiencia fue presencial y no fue transmitida por videoconferencia. El equipo legal del científico no ofreció comentarios a la prensa.

Hace dos semanas se había adelantado que Cabrera Fuentes iba a declararse culpable, lo que fue confirmado a EL PAÍS por dos personas de su círculo cercano. Se trata de una negociación entre la Fiscalía y la defensa que permite al científico buscar una condena reducida, en vez de los 10 años de cárcel que enfrentaba. La corte había dado un ultimátum fijado para este 15 de febrero al equipo legal de Cabrera Fuentes para tomar una decisión: sostener su inocencia e ir a juicio o declararse culpable y aspirar a un castigo menor. El juez Donald M. Middlebrooks ha aceptado el acuerdo entre ambas partes, pero aún queda una de las principales incógnitas: cuál sería la pena contra el reconocido investigador. “Espera que le den dos años de cárcel”, señaló a este diario José Manuel Castillejos, un amigo suyo que mantiene comunicación con él por correo electrónico.

El caso ha alcanzado notoriedad internacional por su compleja y, por momentos sorprendente, trama. Nacido en 1985 en El Espinal, un pequeño pueblo del Estado de Oaxaca, Cabrera Fuentes logró abrirse paso como un biólogo de prestigio mundial. El científico se formó en Rusia, donde recibió de manos del presidente el premio a la mejor tesis de maestría, concluyó su doctorado con honores en Alemania y trabajaba antes de ser detenido en la Universidad Nacional de Singapur, donde realizaba un estudio sobre enfermedades cardiovasculares. “Nací en un lugar donde la gente tiene que trabajar duro para tener una vida mejor y con ese mantra he llegado adonde estoy”, escribía en una carta enviada a la Universidad de Giessen (Alemania) en 2017. El especialista era un héroe local, que promovía la ciencia, impulsaba proyectos educativos y pagaba viajes al extranjero para los jóvenes de su comunidad a costa de su bolsillo.

En Estados Unidos fue acusado de espionaje. Cabrera Fuentes iba a abordar un avión a Ciudad de México desde Florida al momento de ser detenido el 17 de febrero de 2020. Tras ser interrogado durante varias horas, el científico admitió que un funcionario ruso le había pedido seguir el coche de un agente del FBI y tomar fotos a su matrícula. La fotografía, tomada con el teléfono de su esposa, aparecía como evidencia en su carpeta de archivos eliminados recientemente y en chats de WhatsApp. Su mujer y su hija tuvieron que volar solas a México y él permaneció bajo arresto en Florida. “Yo no me voy, tengo que quedarme a resolver un problema”, dijo el científico, según recuerdan sus amigos más cercanos.

La investigación reveló que Cabrera Fuentes tenía al mismo tiempo otra esposa y dos hijas en Rusia. La familia rusa del científico radicaba en Alemania, pero habían vuelto para resolver trámites migratorios y administrativos. Después no pudieron abandonar su país de origen, como se lee en un informe del FBI. Según esta versión, la promesa del misterioso funcionario ruso fue ayudarle a superar los obstáculos burocráticos a cambio de colaborar con los servicios de inteligencia. “Nos podemos ayudar mutuamente”, le dijo, como si se tratara de una vuelta inesperada a la Guerra Fría. Ni sus familiares ni sus amigos conocían de esta doble vida. Su matrimonio, tras celebrar una ceremonia musulmana, quedó retratado en reportes de la prensa rusa. Según el sumario judicial estadounidense, Cabrera Fuentes empezó a espiar desde 2018.

En El Espinal creen que se trata de una conspiración científica y desde hace dos años corren todo tipo de rumores sobre descubrimientos e investigaciones que pudieron haberlo perjudicado. Apenas un mes después de su arresto estalló la pandemia por covid-19, lo que ha alimentado el mito local en torno al caso y ha retrasado el proceso. La acusación contra Cabrera Fuentes ha provocado pronunciamientos del Congreso de Oaxaca, campañas de recaudación de fondos para que pudiera enfrentar el proceso legal y el acompañamiento de la red consular mexicana. Su círculo cercano, sin embargo, siempre reclamó que nunca hubo un pronunciamiento político del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y que todas las instituciones que lo impulsaron acabaron por darle la espalda.

“Él es muy inteligente y creo que ha hecho lo que es más conveniente para él y lo que le permitirá salir en el menor tiempo posible”, afirma Hazael Matus, amigo suyo y exalcalde de El Espinal, y señala el desgaste como uno de los principales factores a considerar. Tras dos años de idas y vueltas e intrigas, en pleno pico de tensiones entre las superpotencias, el pequeño pueblo de Oaxaca espera el desenlace de su propia novela de espías.

Fuente: El País

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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