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Cómo atraparon por sus manos a un pedófilo que se grabó violando a una menor de 2 años

Jeremy Oketch fue sentenciado a 15 años de cárcel por violar a una mejor de dos años. Pero lograrlo no fue nada fácil, y la policía requirió de la ayuda de una antropóloga forense para buscar las evidencias más mínimas.

Era un sábado por la mañana cuando una mujer llamó a la policía del Gran Manchester, en Inglaterra, para decir que había encontrado imágenes indecentes de una menor de 2 años de edad en el computador de su novio.

El agente de policía Colin Larkin oyó la llamada y le dijo a la BBC que sintió cómo se erizaron los pelos de su nuca.

«Para la persona que contestó la llamada fue claro que esa mujer había visto algo que nadie debería haber visto jamás», afirma Larkin.

La mujer visitó la comisaría de policía de Cheadle Heath y estando allí la llamó su novio. Ella le dijo que iba a regresar a casa pronto y los detectives se alistaron para atraparlo.

El hombre, identificado como Jeremy Oketch, de 34 años, fue arrestado el 19 de julio de 2014. Estaba totalmente desprevenido y asustado por la presencia de la policía en su casa.

«En 27 años de trabajo policial, estas han sido las peores imágenes que he tenido que ver», afirmó el agente de policia Colin Larkin.

«Ver las imágenes [del video] fue horrible, pero contarle al papá que su hija, a quien amaba y quería, fue violada, ha sido una de las peores cosas que he tenido que hacer», comenta el agente Larkin.
Larkin afirma que estaba seguro de que Oketch era quien aparecía en el video violando a la menor, pero había un grave problema: su rostro estaba oculto en las imágenes y no tenían pruebas suficientes para garantizar una condena.

El interrogatorio
-¿Está usted en esos videos?
-Sin comentarios.
-¿Dónde tuvieron lugar estos incidentes?
-Sin comentarios.
-¿Puedo darle una mirada a sus manos en este momento?
-Sin comentarios.

En las imágenes del interrogatorio a Jeremy Oketch los investigadores quedaron impresionados por su actitud fría y sin emociones. «Estaba simplemente ahí, sentado, casi aburrido», recuerda el agente Larkin.

Sin embargo, frente a las negativas del hombre y al no contar con una prueba evidente para acusarlo, los investigadores tenían un as bajo la manga: no podían verle el rostro al agresor del video pero sí podían comparar sus manos con las del hombre que estaba siendo interrogado y ver si se trataba del mismo sujeto.

Así, el agente Larkin acudió a la profesora Sue Black, una antropóloga forense del Centro de Anatomía Humana de la Universidad de Dundee, experta en la identificación de las características anatómicas, incluidas las manos.

La profesora Sue Black, del Centro de Anatomía Humana de la Universidad de Dundee, afirma que los nudillos y los patrones de las venas son individuales para cada quien.

«Si tú vas a robar un banco, no te grabas a ti mismo robando el banco. Si tú vas a asesinar a alguien, no te grabas asesinándolo. Pero si vas a abusar de un menor, te filmas a ti mismo cometiendo ese abuso. Parte de eso es para revivir la excitación de las imágenes para el agresor», comenta la profesora Black.

Ella se encuentra creando un algoritmo conectado a una base de datos de imágenes de manos a nivel mundial, porque hoy en día el proceso es manual. «Nunca se han encontrado dos manos que concuerden de manera perfecta, ni siquiera en gemelos idénticos», afirma.

«Todas las comparaciones se hacen a ojo. Se trata de ver la diferencia por comparación, como ese juego que solíamos jugar de niños. Tengo esta imagen y tengo esta otra. ¿Qué es lo común y qué es lo diferente?», afirma la profesora Black.

El trabajo consiste en identificar cicatrices, patrones de color de la piel o de venas superficiales. La profesora Black afirma que durante el proceso «peleas contra ti misma para no verte viciada y decir ‘sí, es él, es él'».

«No puedes hacer eso. Tú prácticamente estás buscando algo que te diga ‘él no es'».

El agresor del video como el acusado en este caso terminaron siendo el mismo: Jeremy Oketch. Logró ser incriminado por marcas características de sus manos.

En este caso, la profesora Black tomó imágenes de las manos del agresor del video de la violación y las comparó con fotografías de las manos del sospechoso.

Así, pudo notar que en ambas imágenes había rasgos comunes, como una veta de pigmento marrón oscuro a lo largo de las uñas y una línea de un color ligeramente rojo en el dedo anular.

En conclusión, agresor y sospechoso eran la misma persona: Jeremy Oketch.

«Fue brillante. Eso fue más allá de mis expectativas. Ella probó, más allá de todas las dudas razonables, que él era culpable», cuenta el agente Larkin.

«En 27 años de trabajo policial, estas han sido las peores imágenes que he tenido que ver».

Fuente: BBC

Deportes

Wimbledon sin jueces de línea: el fin de una era que muchos ya extrañan

Por primera vez en sus 148 años de historia, Wimbledon ha eliminado por completo a los jueces de línea humanos, reemplazándolos con un sistema electrónico automatizado. Esta decisión marca un punto de inflexión en uno de los torneos de tenis más tradicionales del mundo, generando una mezcla de aceptación tecnológica y nostalgia por la humanidad que esta figura representaba en la cancha.

Pauline Eyre, quien fue jueza de línea en 16 ediciones del torneo, recuerda con orgullo su primera vez pisando el césped sagrado del All England Club a los 21 años. “Era un sentimiento extraordinario”, comenta. Lejos de haber soñado con ganar un trofeo como jugadora —ella misma se describe como una mala competidora juvenil—, su máximo orgullo fue formar parte del equipo de oficiales, un grupo que consideraba “visiblemente diferente y especial”.

Esa esencia humana es justo lo que, para Eyre y otros puristas, se pierde con esta transformación. Aunque el sistema electrónico —el mismo adoptado por el Abierto de Australia y el US Open— promete precisión absoluta, Eyre sostiene que el cambio elimina una parte esencial del deporte: la imperfección humana. “El tenis es sobre personas. Si le quitas la humanidad, estás quitando una parte fundamental del juego”, afirma.

La medida, anunciada por el All England Lawn Tennis Club en octubre pasado, responde a la intención de garantizar la máxima precisión en el arbitraje y ofrecer condiciones homogéneas para los jugadores, en línea con la mayoría de los torneos del circuito ATP y WTA. Sally Bolton, directora ejecutiva del club, explicó que la transición busca estandarizar el entorno competitivo. Sin embargo, incluso antiguos funcionarios como Andrew Jarrett, ex árbitro principal de Wimbledon entre 2006 y 2019, admiten que el cambio, aunque lógico desde el punto de vista tecnológico, tiene un “costo humano”.

Jarrett subraya que durante su gestión nunca se contempló seriamente eliminar a los jueces de línea, aunque reconocía que la introducción del sistema Hawk-Eye en 2007 marcaba el inicio de una posible transición. Para Eyre, ese momento fue revelador: “Hawk-Eye nos demostró que casi siempre teníamos razón”, dice, con cierta melancolía.

La eliminación de estos oficiales también impacta el futuro del arbitraje en el tenis. “¿Por qué un joven de 15 años querría ahora pasar sus fines de semana arbitrando partidos infantiles si ya no puede soñar con llegar a Wimbledon?”, cuestiona Eyre.

Entre los jugadores, la reacción es dividida. Aryna Sabalenka, número uno del mundo, considera que el sistema electrónico elimina controversias y aporta claridad, aunque reconoce estar «50/50». Por otro lado, Barbora Krej?íková y Frances Tiafoe expresaron su preferencia por el estilo tradicional, destacando el «fanfarroneo» y la interacción humana que ofrecían los desafíos a jueces de línea.

El sistema automático no está exento de fallas. Durante un partido de segunda ronda, el sistema emitió un llamado de «fuera» entre puntos, generando confusión y risas entre el público. Otros jugadores también señalaron que las señales automatizadas son a veces demasiado tenues para escucharse, especialmente en canchas con mayor ruido ambiental.

De los aproximadamente 300 jueces de línea que solían participar en Wimbledon, solo 80 permanecen este año como asistentes de cancha en caso de fallos técnicos del sistema.

Lo que antes era una aspiración para muchos —ser parte del torneo más prestigioso del mundo, aunque fuera desde los márgenes del terreno de juego— ahora queda relegado a la historia. Eyre, ahora comediante de stand-up, recuerda cuando fue abucheada por sancionar al favorito local Greg Rusedski o cuando John McEnroe la fulminó con la mirada por marcarle un error.

Con humor y algo de resignación, reconoce que los jueces de línea eran vistos como “jugadores fracasados y personas demasiado autoritarias”. Pero, en el fondo, lo hacían por amor al tenis. “Solo queríamos ser parte de algo que amamos”, concluye.

Y quizás, como muchas cosas en la vida, no sabíamos cuánto los íbamos a extrañar… hasta que desaparecieron.

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