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Opinión

Con miedo a vivir. Por Itali Heide

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Itali Heide

¿Para qué fuimos enviados a este planeta? Me he hecho la misma pregunta durante años, esperando encontrar una respuesta que satisfaga mi necesidad de no ser olvidada. Por mucho que busque un cierre, no parece haber una respuesta convincente a las preguntas existenciales de la vida.

Aparenta ser que no hay una verdadera razón por la que debamos existir, por muy equivocada que se sienta esa respuesta. Yo diría que más que ser un impedimento para vivir la vida al máximo, es una razón para hacerlo. Si estamos aquí para nada, podemos vivir para lo que sea, ¿no?

Esto no significa que no debamos preocuparnos por lo que hacemos, por lo que sentimos, por quiénes somos y por cómo vivimos, sino que debemos sacar el máximo provecho de esas cosas. Somos capaces de disfrutar de cada pensamiento que pasa fugazmente por nuestra mente, cada movimiento en el que cae nuestro cuerpo, cada decisión que da forma a nuestra vida, grande o pequeña, cada paso dado hacia nuevos caminos y cada aliento que llena nuestros pulmones. Vivir para nada no es ni mucho menos vivir sin razón, sino que es una forma de experimentar la existencia en el presente, aprovechando cada milisegundo que se nos concede.

Cuando se trata del final de la vida, la mayoría de nosotros tenemos miedo. Tal vez no temamos la vida que se agota en nuestro cuerpo o la forma de morir, pero sí el legado que dejamos atrás. Nos preocupa si seremos recordados con orgullo y amor, si nuestra existencia se desvanecerá en la nada, si incluso valió la pena vivir. Nos preguntamos de qué nos perderemos al pasar al otro lado, nos preocupamos por las personas que queremos y tememos la llegada del más allá desconocido.

¿Nos equivocamos al preocuparnos por lo que nos traerá la muerte? De ninguna manera. No preocuparse por la vida después de la muerte sería lo contrario de la naturaleza de la humanidad. Debemos preguntarnos qué pasará cuando dejemos esta tierra, pero no dejar que eso nuble la realidad de la vida que se está viviendo.

La muerte sólo ocurre una vez, mientras que la vida ocurre todos los días. Yo también soy culpable de dejar que la vida se me escape de las manos al desplazarme sin cesar por publicaciones que no hacen más que despertar ansiedad e inseguridades. Paso horas tumbada en la cama, devanándome los sesos en busca de motivación para hacer algo más y dejando que la vida pase de largo. Me encuentro mirando irremediablemente a la pared en lugar de tocar el pasto que crece justo al otro lado de mi ventana. Sé que le temo a la muerte, pero ¿podría ser que también le temo a la vida?

La culpa de no vivir la vida al máximo nos comerá vivos, pero aún así no despertará un cambio necesario. Estamos paralizados por un mundo que nos ofrece demasiado y nunca lo suficiente, robándonos la felicidad al hacernos sentir que nunca alcanzaremos la satisfacción.

No necesitamos coches brillantes ni teléfonos móviles caros. Estaríamos mejor sin collares brillantes ni series adictivas. Quizá seríamos más felices sin pizza entregada a un solo clic y jornadas laborales de ocho horas. Tal vez no le tememos a la muerte, pero sí a perder lo material que hemos reunido a lo largo de nuestra vida. La verdad es que lo dejamos todo atrás, llevándonos sólo lo que persiste el tiempo en nuestros corazones y mentes.

Cuando ignoramos la vida que tenemos delante, nos ignoramos a nosotros mismos y nos robamos la oportunidad de disfrutar de las cosas sencillas del día a día. Tomarse el tiempo de preparar un café caliente debería alegrar nuestra sonrisa. Correr descalzo por el zacate debería ser un motivo para sentirse vivo. Respirar profundamente el aire fresco debería servir como recordatorio de que estamos aquí, ahora mismo. Tal vez, sólo tal vez, nos hemos olvidado de estar vivos. ¿Para que fuimos enviados a este planeta? No sólo para existir y sobrevivir, sino para vivir y florecer.

Opinión

Duarte: de los bares de Chihuahua al Altiplano. Por Karen Torres

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En México y en la política, lo que parece pasado, siempre regresa para explicar el presente. Hay nombres que regresan una y otra vez como si fueran espectros empeñados en recordarnos las fracturas del sistema. Uno de ellos es César Horacio Duarte Jáquez, exgobernador de Chihuahua (2010-2016), figura central de uno de los expedientes de corrupción más voluminosos en la historia reciente del país.

Karen Torres A.

Y ahora, tras años de idas y venidas judiciales, vuelve a los titulares: la Fiscalía General de la República ordenó su recaptura y lo trasladó al penal de máxima seguridad del Altiplano.

Este episodio no ocurre en el vacío. Es parte de una historia que lleva casi una década escribiéndose entre detenciones, extradiciones, procesos fragmentados y una libertad condicional que muchos chihuahuenses vieron como una burla abierta.

Pero también es un movimiento político que envía un mensaje contundente: la nueva administración federal quiere que se entienda que, al menos en la Fiscalía, el viejo pacto de impunidad ya no opera “para algunos”. Y Duarte es la vívida señal, ojalá esto no se trate únicamente de justicia selectiva.

Duarte huyó de México en 2017, cuando la entonces Fiscalía de Chihuahua, bajo el gobierno de Javier Corral, integró al menos 21 órdenes de aprehensión en su contra. Los cargos eran amplios y concretos:

  • Peculado agravado por más de 1,200 millones de pesos,
  • Desvío de recursos públicos hacia campañas priistas,
  • Enriquecimiento ilícito,
  • Uso indebido de atribuciones y facultades
  • Y una red de empresas fantasma operadas desde su círculo íntimo.

Fue detenido en Miami el 8 de julio de 2020 en Estados Unidos. Ahí pasó 2 años mientras se resolvía un proceso de extradición. Finalmente, en junio de 2022, el gobierno estadounidense lo entregó a México bajo cargos de peculado agravado y asociación delictuosa.

Su llegada al país fue presentada por la Fiscalía como un triunfo institucional. Pero para Chihuahua comenzaba un capítulo distinto: la prisión preventiva en el Cereso de Aquiles Serdán, donde Duarte permaneció alrededor de 2 años más, entre audiencias diferidas, cambios de jueces y tácticas legales el caso se fue transformando en un rompecabezas jurídico que pocos lograron seguir con claridad.

Llegó la cuestionada libertad condicional de 2024: 

En agosto de 2024, en una audiencia sorpresiva, Duarte obtuvo libertad condicional bajo el argumento de que llevaba tiempo suficiente privado de la libertad y que su conducta había sido “adecuada”, sin haber recibido sentencia alguna.

La imagen era insólita: un político acusado de desviar más de mil millones de pesos, señalado de haber quebrado fondos públicos y endeudado al estado por generaciones…

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