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Opinión

Conexión desconectada. Por Itali Heide

Itali Heide

Fue una sensación extraña despertar un lunes, mirar al teléfono y verlo vacío de notificaciones. Ni siquiera el clásico mensaje de UNOTV en la pantalla. Rápidamente quedó claro que no había energía ni señal, así que ¿ahora qué? La sensación de sentirse desconectado de la red virtual creada por la humanidad fue casi apocalíptica, sobre todo después de un año en el que nos hemos apegado aún más a nuestros dispositivos.

Al principio, me sentí un poco estancada. ¿Cómo iba a empezar mi rutina matutina si no había hecho mis rondas por las redes sociales, respondido a los correos electrónicos importantes y compartido algunos memes? Me parecía mal no saber lo que estaba pasando ahí fuera. No había nadie a quien llamar ni noticias que consultar. La única opción era salir al mundo real, pero incluso esa opción se limitó por la situación de crisis sanitaria que estamos viviendo.

No me quedó de otra, más que recordar cómo vivir sin el teléfono en la mano, la computadora en la mesa y la mente en el algoritmo. Como miembro de la extraña división entre los Millennials y la Generación Z, de la generación que creció conociendo la vida tanto con como sin Internet al alcance de la mano, tuve que recordar lo que hacía antes de empezar a no hacer otra cosa que estar conectado.

Con el paso del tiempo, me di cuenta de que mi cerebro es lo suficientemente entretenido sin necesidad de distraerse desplazando el dedo por otra página interminable de información. ¡Resulta que puedo pensar! Incluso puedo preguntarme, imaginar y soñar. No todos los pensamientos eran entretenidos, a veces el aburrimiento se instalaba en mi cuerpo, pero descubrí una línea de pensamiento frente a un monólogo interior de pesadilla, desordenado con música de fondo a todo volumen, diecisiete pestañas abiertas y un anuncio pop-up recordándome que voy atrasada en la tesis.

Cuando se nos permite dar un paso atrás en nuestras obligaciones y responsabilidades, regresamos con una nueva perspectiva. Está claro que la tecnología ha llegado para quedarse, y para la mejora de la humanidad. Ha mejorado la vida de millones de personas en todo el mundo, ha creado conexiones entre continentes y nos ha entregado el mundo en las manos. Es una verdadera suerte estar vivo en una época en la que podemos explorar sin límites y crear como nunca antes. Sin embargo, como todo lo bueno que hay en este mundo, el exceso será en nuestro detrimento.

¿Estaríamos dispuestos a alejarnos de nuestros dispositivos si no fuera por la escasez de energía? Muchos de nosotros no lo haríamos. Yo, la neta, nunca habría dejado mi celular por más de 24 horas si no fuera por los terribles y devastadores cortes de luz que están viviendo en los estados. Verme obligado a enfrentarme a mi ansiedad de frente, sin ninguna distracción a la que recurrir, fue una batalla que, por simple que parezca, dejó una lección duradera: se nos permite vivir fuera de la pantalla, recuérdenlo.

Opinión

Diálogos. Por Raúl Saucedo

El Eco de la Paz

En el crisol de la historia, las disputas bélicas han dejado cicatrices profundas en el tejido de
la humanidad. Sin embargo, en medio del estruendo de los cañones y las balas metrallas, ha
persistido un susurro: El Diálogo. A lo largo de los siglos, las mesas de negociación han
emergido como esperanza, ofreciendo una vía para la resolución de conflictos y el cese de
hostilidades entre grupos, ideas y naciones.
Desde la antigüedad, encontramos ejemplos donde el diálogo ha prevalecido sobre la espada.
Las guerras médicas entre griegos y persas culminaron en la Paz de Calias, un acuerdo
negociado que marcó el fin de décadas de conflicto. En la Edad Media, los tratados de paz
entre reinos enfrentados, como el Tratado de Verdún, establecieron las bases para una nueva
configuración política en Europa.
En tiempos más recientes, la Primera Guerra Mundial, un conflicto de proporciones
colosales, finalmente encontró su conclusión en el Tratado de Versalles. Aunque
controvertido, este acuerdo buscó sentar las bases para una paz duradera. La Segunda Guerra
Mundial, con su devastación sin precedentes en el mundo moderno, también llegó a su fin a
través de negociaciones y acuerdos entre las potencias.
La Guerra Fría, un enfrentamiento ideológico que amenazó con sumir al mundo en un
conflicto nuclear, también encontró su resolución a través del diálogo. Las cumbres entre los
líderes nucleares, los acuerdos de limitación de armas y los canales de comunicación abiertos
permitieron evitar una posible catástrofe global.
En conflictos más recientes, y su incipiente camino en las mesa de negociación ha sido un
instrumento crucial para lograr el cese de hostilidades de momento, esta semana se ha
caracterizado por aquellas realizadas en Arabia Saudita y París.
Estos ejemplos históricos subrayan la importancia del diálogo como herramienta para la
resolución de conflictos. Aunque las guerras pudieran parecer inevitables e interminables en
ocasiones, la historia nos muestra que siempre existe la posibilidad de encontrar una vía
pacífica. Las mesas de negociación ofrecen un espacio para que las partes en conflicto
puedan expresar sus preocupaciones, encontrar puntos en común y llegar a acuerdos que
permitan poner fin.
Sin embargo, el diálogo no es una tarea fácil. Requiere voluntad política, compromiso y la
disposición de todas las partes para ceder en ciertos puntos. También requiere la participación
de mediadores imparciales que puedan facilitar las conversaciones y ayudar a encontrar
soluciones mutuamente aceptables.
En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el diálogo se vuelve aún más crucial.
Los conflictos actuales, ya sean guerras civiles, disputas territoriales o enfrentamientos
ideológicos, exigen un enfoque pacífico y negociado. La historia nos enseña que la guerra
deja cicatrices profundas y duraderas, mientras que el diálogo ofrece la posibilidad de
construir un futuro más pacífico y próspero para todos.
Los diálogos siempre serán una vía, aunque el diálogo más importante será con uno mismo
para tener la paz anhelada.
@RaulSaucedo
rsaucedo@uach.mx

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