México se ha convertido en el mayor consumidor de refrescos en el mundo, rebasando a los Estados Unidos con un consumo mayor a los 163 litros por persona al año.
Tomar de manera regular bebidas dulces genera grasa abdominal y promueve el desarrollo del síndrome metabólico, que se puede definir como una serie de signos que aumentan la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer, comprobaron con experimentos en laboratorio investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre estos signos están la obesidad central, la presión arterial alta, el aumento de triglicéridos en la sangre, colesterol aumentado, secreción excesiva de insulina y resistencia a esta hormona, así como la intolerancia a la glucosa. Con la presencia de tres de ellos se considera que ya existe el síndrome metabólico.
Luego de años de investigación en el Departamento de Neurociencias Cognitivas de la División de Neurociencias, del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM, universitarios determinaron que las bebidas azucaradas detonan el síndrome metabólico, remarcó Marcia Hiriart Urdanivia en un boletín de la institución.
Para saber sus efectos y secuelas, la UNAM desarrolló un modelo con ratas a las que se les dio una bebida similar al jugo o refresco, con sacarosa al 20 por ciento. La sacarosa, que es el azúcar blanca de mesa, está formada por glucosa y fructuosa. Los resultados después de dos meses de ingerir esta bebida aumenta su grasa abdominal, los triglicéridos, insulina, la resistencia a la insulina e intolerancia a la glucosa”, subrayó la investigadora.
El crecimiento de la grasa abdominal origina mediadores químicos llamados adipocinas, y atrae glóbulos blancos que producen citocinas; estos procesos son percibidos por el organismo como una inflamación.
“Caracterizamos el síndrome metabólico en los animales para averiguar qué le pasa a las células que generan insulina en este medio interno (la insulina se produce exclusivamente en los islotes del páncreas), cuando las células beta son estimuladas después de la comida, cuando aumentan los nutrientes en la sangre, especialmente la glucosa. Otros estimulantes de la secreción son algunas hormonas, citocinas y adipocinas.
“Pretendemos saber qué ocurre con las células beta en la inflamación crónica, porque la diabetes tipo 2 aparece cuando esas células han sido estimuladas en exceso durante mucho tiempo y se agotan, y ya no son capaces de producir suficiente insulina para mantener la concentración de glucosa en niveles normales”, remarcó.
La investigadora recordó que cerca del 40 por ciento de la población mundial tiene sobrepeso u obesidad y es sedentaria; de este segmento, una proporción considerable sufre también síndrome metabólico.
“Lo más importante es que el síndrome metabólico se puede revertir si hacemos ejercicio y mantenemos una dieta adecuada, evitando así que se desarrolle diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer”.
Hiriart Urdanivia, quien lleva 10 años en la búsqueda de nuevos hallazgos, resaltó que la insulina es una hormona importante porque favorece el almacenamiento de nutrientes, especialmente glucosa y grasa.
“Estudiamos a detalle qué les sucede a esas células y observamos que los sistemas de acoplamiento entre la glucosa y la secreción de insulina que tienen se alteran desde los dos meses de tratamiento con el azúcar”, concluyó.
Agencias