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CONTEXTO: *Marcelo ¿el nuevo favorito?… *El rector del deporte… *¿Irán por Corral?… *La millonada para los partidos…

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¿Qué? ¿Qué AMLO cambió de corcholata favorita? Así como lo lee, pues el presidente ha dado manga ancha al canciller Marcelo Ebrard para lucirse no sólo en México, sino también fuera de nuestras fronteras.

De entrada Marcelo ya se codea con los presidentes más importantes en el G-20, pues le reconoce la capacidad. De ahí, Ebrard parte al mundial y de regreso ya tiene la agenda llena en varias plazas del territorio nacional, incluido Chihuahua, por lo que pronto se dará a conocer la agenda.

¿Será que el presidente ya se dio cuenta que para que el gobierno federal y la Cuatroté tengan continuidad necesitan a alguien capaz y no solo que caiga bien y hable como la raza?

Mientras tanto, los equipos de Marcelo en todo el país no bajan la guardia y siguen a tambor batiente las tareas de promoción previamente encargadas.

……

El que luego luego puso su sello personal en su nueva encomienda fue el rector de la UACH, Luis Alfonso Rivera Campos.

Y es que apenas entrando le está dando con todo al impulso del deporte universitario, pues de todos es conocido que le sabe al tema, ya sabiendo su pasado como director del Instituto Chihuahuense del Deporte.

De entrada el Nido Águila y el MBA serán remodelados, este último en alianza con el el ex NBA Lalo Nájera, mancuerna que se torna interesante.

……

Ya en temas más pantanosos, no podemos dejar pasar el de la detención de una exfuncionaria Corralista, que mejor dicho es Pinedista.

Resulta que ella, como directora administrativa de Comunicación Social, pues fue la ejecutora de jugosos contratos a unas empresas, que ooobviamente fueron ordenadas no sólo por Pinedo, sino por el propio Javier Corral, y ahora seguramente se hará la víctima de que no sabía nada y por eso en su gobierno denunció a Pinedo y su equipo.

Corral rompió relaciones con su ex vocero y por eso le quiso echar el guante que finalmente derivó en el arresto de una funcionaria de segundo nivel.

Ahora bien, esta investigación se puede ir como hilo de media y tendría como destino final al propio Javier Corral, que ahora vive de sus rentas, favores o vaya usted a saber de qué.

¿Será el inicio de la persecución a Corral, o que giro tendrán estos nuevos expedientes?

……

Muy buen billete es el que se llevarán los partidos políticos para el 2023 en Chihuahua.

De entrada el ganón, por ser el mayoritario en el estado, es decir el PAN, tendrá para ejercer cerca de 67 millones y medio y en segundo puesto Morena con arribita de 57 millones y medio.

En tercer lugar está el ex partidazo, el PRI, con 33 millones 600 mil y en cuarta posición el Movimiento Naranja con 27 millones y fracción.

Con la reforma planteada desde Palacio Nacional, al menos con la original antes de que se modifique, y con la eliminación de los institutos estatales electorales se estarían ahorrando arriba de 600 millones al año.

El tema es, de pasar la Reforma, ¿en qué se usarían estos recursos? y lo más importante, ¿de dónde agarrarían los partidos para sus campañas? ¿Cómo van a cuidar que el dinero sea lícito? Todo eso se tiene que manejar y sobretodo comunicar con muuucho cuidado.

Opinión

La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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