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Convocará AMLO a especialistas para crear índice alternativo al PIB

El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que ya trabaja en un índice alternativo al Producto Interno Bruto (PIB) para poder medir al mismo tiempo tanto crecimiento económico, bienestar, grados de desigualdad social y la felicidad del pueblo.

“No les va a gustar a los tecnócratas, pero ya ven que si no les gusta a ellos a lo mejor es bueno para nosotros”, expresó durante la conferencia matutina.

El primer mandatario sostuvo que con este nuevo sistema de medición, México podría contribuir para que en el mundo haya otros parámetros para poder saber si realmente hay bienestar.

“Progreso sin justicia es retroceso. No se trata nada más de acumular riqueza y menos si se trata de acumular riqueza en pocas manos, es importante la distribución del ingreso”, apuntó.

López Obrador adelantó que convocará a econometristas, matemáticos, economistas, sociólogos, antropólogos y psicólogos para trabajar en esto.

“Yo voy a hacer el planteamiento, como se dice en los modelos de investigación, el planteamiento del problema. Voy a plantear la hipótesis y vamos a desarrollar algo nuevo, un aporte interesante. Pensando en el regreso a la nuevo normalidad, no podemos seguir midiendo de la misma manera”, subrayó.

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El presidente reiteró que de nada sirve que México tenga crecimiento si este no está acompañado de más igualdad.

“No es crecer por crecer, por eso hay que añadirle al crecimiento, democracia en la fórmula porque si se crece con una dictadura pues, ¿qué cosa es lo que se está sacrificando? La libertad”, expuso.

“Tiene que haber crecimiento con honestidad, con austeridad, con bienestar, con cultura, con felicidad y eso antes se llamaba desarrollo. No se usaba mucho en la economía el término crecimiento, se usaba más desarrollo porque tenía una connotación más amplia, tenía que ver con el bienestar, educación y salud, no solo el PIB”, agregó.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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