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Crean hot dog con 24k de oro comestible en Hermosillo

En el estado de Sonora, un local de hot dogs ubicado en la ciudad de Hermosillo llamado los “Dogos del Miami” ha dado mucho de qué hablar, debido a su última creación: el “Dogo Dubái”, un hot dog con 24 kilates de oro comestible.

Sí, así como lo lees, láminas de oro comestible de 24 kilates y por si existe alguna duda en cuanto a este ingrediente exótico, el “Dogo Dubái” cuenta con un certificado único y de autenticidad, según señala el video compartido en las redes sociales del local, durante la tarde de este jueves.

¿Qué se sabe del hot dog con 24 kilates de oro comestible en Hermosillo, Sonora?

Según se aprecia en el clip de apenas 23 segundos de duración, que con tomas y acercamientos resalta las cualidades e ingredientes de la nueva especialidad de los “Dogos del Miami”.

El “Dogo Dubái” tiene como base lo que cualquier hot dog del local tiene, el pan especial para este tipo de antojos, así como la respectiva salchicha y mayonesa, ¡pero cubierta con las láminas de oro de 24 kilates!

Como última tentación para el antojo, el video muestra cómo se le agrega un poco de guacamole, como llamando a los clientes de este local, ubicado en Colosio y Solidaridad 83249 en Hermosillo, en el estado de Sonora, para que lo prueben lo antes posible.

El hot dog con 24 kilates de oro comestible, según señala el clip, tiene un costo de 50 dólares, que según el tipo de cambio de este viernes 12 de marzo, sería un poco más de mil pesos a pagar por probar el peculiar perro caliente.

Los “Dogos del Miami” son reconocidos por sus inusuales hot dogs, entre los que resaltan los de pan de distintos colores, así como la amplia gama de ingredientes extra que se les pueden agregar como cebolla, chile, lechuga, chorizo, frijoles, entre otros más.

Fuente: Uno TV

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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