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Deja propina de 60 mil pesos, pero pide que se la devuelvan

Ciudad de México.- Que siempre le pareció mucho y prefirió cancelar la transferencia. Un joven dejó una propina de 60 mil pesos en un restaurante, pero se arrepintió y pidió que se la devolvieran, situación que ya causó el descontento del lugar y hasta terminó demandado.

Los hechos ocurrieron en un restaurante de pizzas llamado Alfredo’s Pizza Cafe, en Pensilvania, Estados Unidos, y este lugar es conocido por haber aparecido en la serie de televisión “The Office”. Aquí, Eric Smith, acudió para comer un estrómboli, por el que le cobraron 13 dólares con 25 centavos (algo así como 262 pesos mexicanos).

El comensal causó una gran sorpresa a la mesera que lo atendió, Mariana Lambert, luego que éste agregara una propina de 3 mil dólares a su cuenta. La noticia inmediatamente se volvió viral y hasta los meseros salieron en las noticias contando la historia muy sonrientes, incluso llamaron que ese pago era parte del desafío “Tip for Jesus”, un trend del que se hablaba en 2014 en el que se “regalan” miles de dólares a los empleados por cuentas muy bajas.

Sin embargo, esa sonrisa rápido se les borraría, luego que Eric Smith solicitara al banco la devolución del dinero, algo que sí procedió y el propio local tuvo que asumir el cargo por los 60 mil pesos que ya había dado a la mesera.

“Nos quedamos sin dinero en este momento y Smith dijo que lo demandemos, así que eso es lo que vamos a terminar haciendo, supongo”, declaró Zachary Johnson, gerente del restaurante. Asimismo, se supo que el comensal ya no respondió a las llamadas, por lo que lo único que queda es tomar acciones legales contra el joven, mientras que a la mesera no le pedirán el dinero de vuelta.

Fuente: El Diario

Opinión

El G20: ¿Progreso real o más promesas vacías? Por Sigrid Moctezuma

Hablar del G20 es hablar de una oportunidad única: una reunión que pone sobre la mesa problemas que afectan directamente nuestras vidas, como la pobreza y el cambio climático. Pero, ¿Estamos realmente avanzando o seguimos atrapados en las buenas intenciones?

En pleno 2024, más de 700 millones de personas en el mundo viven con menos de 2 dólares al día, y el cambio climático sigue empujando a millones al borde de la desesperación. Según la FAO, en 2023 hubo un aumento alarmante de 122 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria debido a conflictos y fenómenos climáticos extremos. Estas cifras no son abstractas; son vidas humanas, historias de lucha diaria que rara vez llegan a los titulares.

Erradicar la pobreza no es simplemente “dar más dinero”. Se trata de atacar la raíz del problema: desigualdades históricas y estructuras económicas que privilegian a unos pocos. Por ejemplo, los países del G20 representan el 85% del PIB mundial, pero también son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es una contradicción enorme: quienes tienen más recursos para ayudar son también quienes más contribuyen al problema.

También es fácil hablar de «transición energética» y «economía verde», pero ¿Qué significa esto para alguien que perdió su casa por un huracán? En México, por ejemplo, los desastres naturales generaron pérdidas económicas por más de 45 mil millones de pesos en 2023. Y mientras tanto, los países más contaminantes siguen retrasando acciones contundentes, como reducir su dependencia de los combustibles fósiles. ¿Por qué? Porque aún les resulta más barato contaminar que invertir en soluciones sostenibles?.

¿Qué se debería hacer?

Las soluciones están claras, pero falta voluntad política. El G20 propone algunas ideas interesantes: redistribuir recursos, apoyar economías locales y fomentar la innovación tecnológica para reducir desigualdades. Pero todo esto suena a más promesas, a menos que veamos medidas concretas. ¿Dónde están los fondos para las comunidades más vulnerables? ¿Por qué no se prioriza la educación y la formación laboral en zonas desfavorecidas?

Como sociedad, necesitamos exigir que las grandes cumbres dejen de ser solo escenarios de fotos grupales. Los líderes globales deben recordar que detrás de cada estadística hay una persona que sufre, pero también que sueña con un futuro mejor. Si no empezamos a construir ese futuro ahora, ¿cuándo lo haremos?

El G20 no es la solución mágica, pero puede ser un catalizador. Si los compromisos se traducen en acciones reales, estaremos un paso más cerca de un mundo más justo. Si no, solo estaremos alimentando un ciclo de discursos vacíos que poco tienen que ver con las necesidades reales de la gente.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que estas cumbres realmente cambian algo o son puro espectáculo?

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