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Detienen a Facundo Rosas por arrollar y matar a una mujer

Facundo Rosas, quien fuera colaborador de Genaro García, fue detenido esta mañana en la Ciudad de México, por presuntamente haber atropellado a una mujer de la tercera edad, que perdió la vida.

El aseguramiento fue realizado por elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en Insurgentes Sur y Río de la Magdalena, alcaldía Álvaro Obregón.

Facundo Rosas conducía una camioneta blanca con placas de circulación TZZ-4433. Fuentes de la Fiscalía General Justicia local confirmaron que en este momento se lleva a cabo la puesta a disposición, ante el Ministerio Público, para iniciar con la indagatoria correspondiente.

El personal del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, auxilió a una mujer que, al parecer, fue atropellada por el conductor de una camioneta color blanco, quien fue detenido por policías, en calles de la alcaldía Álvaro Obregón.

En atención a una solicitud de apoyo recibida en el Centro de Comando y Control (C2) Poniente, en la que reportaban una persona arrollada en la colonia San Ángel, los uniformados de la SSC se aproximaron a verificar, al mismo tiempo que solicitaban los servicios de emergencia.

Al llegar al sitio, se entrevistaron con el conductor de una camioneta con placas de circulación del Estado de Puebla, quien refirió que, al transitar sobre la avenida Insurgentes no se percató de una mujer que estaba en el punto, a la que impactó.

Tras su arribo, paramédicos del ERUM valoraron a la mujer a quien diagnosticaron sin signos vitales por traumatismo craneoencefálico, por lo que los policías acordonaron la zona y solicitaron los servicios periciales.

En tanto, el posible responsable de 56 años de edad, junto con el vehículo asegurado, fue trasladado ante el agente del Ministerio Público, a fin de deslindar responsabilidades.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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