“Otro muerto, otro muerto qué más da, si está muerto, que lo entierren y ya está. Otro muerto, pero no es sin ton ni son, de momento se acabó la discusión. Otro muerto, pero qué bonitos son, calladitos, sin querer llevar razón. Otro muerto, pero tiene su porqué, algo ha hecho y si no pregúntale… yo no sé, ni quiero de las razones que dan derecho a matar, pero deben serlo porque el que muere no vive más, no vive más…”. Otro muerto, canción, de Mecano.
Me levanté en la mañana y fui a la tienda de mi casa, a un lado de la puerta estaba el estante en que siempre se ven los ejemplares de los periódicos que circulan en la ciudad de Chihuahua, esta vez sólo quedaban dos ejemplares, uno de corte policiaco y el otro un matutino. “Más muertos”, dijo una clienta, una señora entrada en sus 50’s con una bata de día; los periódicos dicen muchas veces que escriben lo que la gente pide, si hay exceso de sangre es porque la gente lo pide, si no, porque también lo pide, pero para producir un periódico, por ejemplo, se tiene que pasa por todo el proceso de la cadena industrial, qué pasó en el día, el punto de vista del reportero, del jefe de información, del editor y del director, luego la publicidad contratada o convenios, más las líneas editoriales, como ven no siempre lo que se publica es lo que quiere la gente, si cuando ves una fotografía o un encabezado y dices “más muertos”, ¿qué es lo que quiere la gente?.
El rosto de la señora expresaba tristeza, enojo, miedo – pensé -, estaba como asqueada por las fotos y no encontraba toda la información y terminó llevando los dos ejemplares, pensé que lo hacía para así tener una idea más general de lo que sucedió y lo que seguía, no sé, tal vez buscando una respuesta, el viernes habían matado a unas cuadras a 15 personas en un bar, a casi todos los conocían porque los parroquianos eran de la colonia donde estaba “El Colorado”, eran de las Granjas, varios señores grandes que vivieron toda su vida ahí y ahí murieron.
Como en casi todas las colonias de la ciudad de Chihuahua – y probablemente del país – no sale todo lo que sucede, porque en las noches a veces se escuchan balazos solitarios, una ráfaga, o alguna sirena, o llantas rechinando en la madrugada y no sabes lo que está pasando y es cierto que a veces no quieres ni saber y te quedas en tu casa o tratas de seguirle “dándole a la talacha”, y parece que tampoco sale en la tele, o en el radio o en los periódicos, o sale en una parte y en otra no, y terminas comentándolo en una tienda, en la Iglesia, en las banquetas, pero esta vez fueron demasiados muertos, demasiada sangre como para que pasara desapercibida y además la gente los conocía, “más muertos”… y dos de ellos también eran conocidos por los periódicos y la tele y el radio y los digitales, eran dos informadores, Javier Moya, “El Doc”, y Javier Salinas.
Una mesera, clientes, músicos, los dos reporteros de carrera, fueron asesinados el viernes en la noche, la Fiscalía dijo el sábado que habían sido seis los que dispararon contra ellos, iban con uniformes similares a los de la Policía y con los rostros cubiertos. La gente oyó las ráfagas por más de diez minutos, después las sirenas, las patrullas, el Ejército, la gente afuera, otros encerrándose – “más muertos” -, catorce murieron ahí y otro después lo hacía en un hospital. La lista oficial de nombres también fue circulada por la Fiscalía: se llamaban José Luís, Héctor Javier, Jorge Alberto, Javier, José Luís, Efrén, José Eduardo, Nora, Rodolfo, José Manuel, Cristian, Jesús y Nemesio José, todavía faltaban por identificar. Una vecina metió de prisa a sus muchachos a la casa, yo estaba escuchando por la ventana mientras ella alertaba a los que estaban afuera, “un comando armado llegó, mataron a muchos en el bar”, yo alcancé a escuchar por la ventana, luego al salir otros comentaban “eran puros de aquí, los de siempre que iban a la cantina” “los viejitos de siempre”.
El domingo leía en un matutino las reseñas que de Javier Moya y Javier Salinas hizo César Luís Ibarra, con carrera de informador y ahora funcionario en el Ayuntamiento, la reseña que hizo un amigo leal y agradecido en la que lamentaba o reclamaba o cuestionaba la indolencia de esas manos que dispararon las balas, el sentido de esa “maldita violencia”. Yo no conocí a los parroquianos como otros de la colonia, a Javier Salinas tal vez pude habérmelo topado alguna vez por la profesión, y a Javier Moya no lo conocí de manera tan entrañable como la que describió su amigo César Luís, pero sí lo conocí, fue uno de mis maestros.
El “Doc” me dio trabajo hace unos cuatro años, cuando iba a la mitad de mi carrera y se me cerraban las puertas, me abrió una, “no le puedo pagar un sueldo pero le puedo dar un espacio, sin cobrarle, para que haga su trabajo en el radio y de aquí le salgan otras oportunidades, va a ver que sí”. Conmigo no fue regañón o corajudo como dijo César Luís, y como tenía fama, más bien fue amable y respetuoso, yo sinceramente esperaba que tomara provecho pero no lo hizo, me acuerdo que me dijo que hacía mucho que quería que trabajara con él, antes habíamos tenido algún contacto en una elección local para consultarle información porque la estación donde trabajaba había sido autorizada para hacer encuestas de salida; después cuando el César me habló y me dijo “güera, hay esta oportunidad” fui y hablé con él y me dijo “tiene muy bonita voz”, yo pensé “está loco, si tengo una voz de pito de la fregada”, pero él me decía lo contrario y la primera vez me puso a comentar notas al aire, así sin previo aviso, y me enseñó a ponerme un lápiz entre los dientes para aprender a hablar en radio, a impostar la voz, a no tenerle miedo al ridículo ni al micrófono.
Yo pensaba al principio “el muy canijo me puso en un programa de mujeres porque creen que uno debe quedarse en su casa muy bonita y estas cosas son nomás para que nos hagamos tontas”, pero me dejó decir y hacer lo que se me dio la gana, muchas veces algo diferente a lo que se espera de un programa de mujeres; cuando tuve algunos desencuentros con mi compañera de programa – y algunos “rounds” al aire- sólo me dijo que le daba más “sabor” al programa y que nomás no había que pasarnos tanto de la raya.
Cuando me fui después de cinco meses – me contrataban precisamente para esta página de internet – le di las gracias por la oportunidad porque efectivamente me había servido de escaparate, y ahora tendría un sueldo honroso y la oportunidad de escribir, y todo parecía bien pero ya después cuando nos topamos en alguna parte como que ya no fue lo mismo, ahí fue cuando me tocó conocerle lo “renegón”, era así medio orgulloso. Pero lo “renegón” o las diferencias ideológicas son parte del bagaje de una persona y uno siempre tiene que ser humilde con los que le enseñan, y el “Doc” fue uno de mis maestros, y pesa más lo bueno del ser humano – porque somos ambivalentes, en nuestro cuerpo habita nuestro espíritu con carga de lo bueno y de lo malo, y siempre la posibilidad de elegir -, yo me quedo con el recuerdo de ese hombre que tuvo confianza en mí cuando las puertas se me cerraban, cuando se me agotaba la despensa, el que me enseñó a hablar con el lápiz, a impostar la voz, a colocarla, a no tener miedo de hablar en público, a grabar historias de terror, leyendas urbanas, de feminicidios y hasta una carta para mi mamá, editarlas y emitirlas, y me quedo con lo que me enseñó como mis otros maestros.
Como en todos los ámbitos de la vida siempre hay separaciones y diferencias de grupos, diferencias ideológicas, hay desencuentros cuando no pensamos lo mismo, en el periodismo no es diferente, en el gremio hay varios grupos y se cometen injusticias, la ambición y la cerrazón también se dan, las calumnias, y así como a mí se me cerraron puertas a él también se las cerraron, igual que a otros; son ciclos, es la vida, así aprendemos y así se nos enseñan tantas cosas, pero lo que queda de bueno es lo que importa, las enseñanzas, el compañerismo, el compartir el café o un trago, encontrar a veces a algún amigo en esta carrera tan hermosa pero tan difícil y a veces ingrata, suplir los bajos sueldos con la camaradería y la solidaridad, los empujones para seguir adelante y no rajarse, servirle a la gente, tener la oportunidad de llevar lo más que se puede la realidad – que la verdad es tan cuestionable porque hay muchas en una historia -, contribuir a que prevalezca la justicia, completarle al compañero el camión, el taxi o la gasolina, o hasta librar la quincena.
Igual y la señora que compró el periódico en la tienda pudo haberse quejado alguna vez por el ruido de la cantina, a alguien pudo haberle molestado que la gente tomara tanto, pero alguna vez platicaron amablemente y algo les quedó de eso, se saludaron con respeto, fueron al Templo juntos, se desearon Feliz Navidad, se prestaron la manguera para regar el jardín cuando la suya se descompuso, le pasó “carga” al carro del otro, sus hijos se echaron una “cascarita” en la calle del barrio, tal vez fueron novios cuando eran más jóvenes, en lo que todos están de acuerdo es en que sus muertes fueron tan trágicas y sin sentido como la del “Doc” Moya, la de Javier Salinas, la de José Luís, la de Jorge Alberto, la del otro José Luís, la de Efrén, la de José Eduardo, la de Nora y la de Rodolfo, la de José Manuel y las de Cristian, Jesús y Nemesio, y las de los demás desde hace casi cinco años… “más muertos”.
Cómo para qué es esta guerra, cuántos más, hasta cuándo entenderemos qué todos somos responsables de todos y por tanto todos hicimos el batidero, de una u otra manera, pero también, quién tiene derecho de matar si las vidas de otros no nos pertenecen, por qué – cualquiera – decide que puede tomar un arma, apretar el gatillo y soltar su carga de fierro y fuego y muerte, que con toda impunidad destroza familias, deja hijos llorando a sus padres, nietos, sobrinos, hermanos, amigos, esposos, novios, con el corazón destrozado y un gran “por qué”, que deja a gente triste e impotente, que deja a un montón de niños sin padres, a niñas que no bailarán el vals con su papá a los 15 años, que deja a jóvenes sin la posibilidad de terminar una carrera, trabajar en algo que le guste, viajar, casarse, amar, romperse el corazón, o con qué derecho corrompe a esos jóvenes y niños y les dice que su única salida es matar, vivir un corto tiempo con dinero y sintiendo que pertenecen a algún lugar, con qué derecho les damos la espalda y no les damos una oportunidad mejor, por qué los abandonamos a sus expensas para ser carne apetecible entre lobos hambrientos.
Hoy vino el cónsul de Estados Unidos en Juárez y dio medio millón de dólares al gobierno de Chihuahua, los fondos del Plan Mérida para equipo táctico, de entrenamiento y para la Policía Científica, dicen que es por seguridad porque el problema es de ambos lados y dicen que con eso puede disminuir la violencia, que es la parte que le toca al gobierno, y tendrán razón, pero como la clienta de la tienda hay muchos, demasiados, que por cualquier medio saben que esto es ya demasiada sangre derramada, “más muertos”, que tenemos que hacer algo, por eso pienso – como estoy segura que muchos porque así lo hemos compartido – que somos responsabilidad de todos y que en ese sentido debemos actuar en consecuencia, que no debemos permitirlo, que todo esto es efecto de algo y para algo, que hay algo más grande que nosotros. Espero que esté con Dios “Doc”, le quiero como a cualquier hermano, gracias por todo, y hasta luego.
Nadia Sosa Vázquez.
Imagen: El Observador
You must be logged in to post a comment Login