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El Efecto Trump. Por: Gerardo Elizondo García

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Sucedió lo que nadie nos esperábamos, o por lo menos yo no me esperaba. Ganó Trump. Sin embargo, si miramos hacia el pasado no es difícil darnos cuenta de algunas cosas.

Los seres humanos nos comportamos de una manera cíclica, el ciclo del sueño, el ciclo de vacaciones, el mismo ciclo de la vida. Y de esa misma forma cíclica pensamos. Los ciudadanos de los Estados Unidos tuvieron un presidente George Bush padre, republicano, a favor de las guerras, en contra de los indocumentados. Luego tuvieron a un Bill Clinton, demócrata, en pro de la libertad y la democracia, un símbolo de la clase media, para luego volver a otro George Bush hijo, republicano, pro guerra, en contra de los indocumentados y siguiendo el mismo ciclo (yendo de un polo a otro polo opuesto y regresando, cada vez de una manera más extrema), vemos a un Obama, un excelente candidato, demócrata, representante de las minorías, afroamericano, a favor de la clase media, para así generar la necesidad de que se tenga a un candidato radicalmente diferente a Obama: Donald Trump. Trump fue ese candidato totalmente opuesto a lo que representa Obama. Es racista, mal educado, contradictorio, psicópata, anti-latinos, anti-musulmanes, anti-todo. La primera ocasión en la que lo escuché hablar, me dije a mis adentros, ¡Trump está totalmente loco!, pero no más de dos semanas después, al darme cuenta de la reacción que generaba este “loco” en los ciudadanos americanos y en los medios de comunicación, cambié totalmente de opinión y dije: ¡Trump es un verdadero genio! Descubrió el “Discurso Perfecto”, aquél que la sociedad necesitaba escuchar.

Pero ya está, ya lo logró y hoy es el nuevo Presidente Electo de los Estados Unidos de América. Y es ahora cuando vienen todas las interrogantes que genera el triunfo de Trump. “¿Qué va a pasar?, ¿Qué decisiones va a tomar?, ¿En que nos afectara directamente a nosotros como individuos?” Esto genera una gran incertidumbre en los mercados de todo el mundo, pues los inversionistas no saben a que moneda apostarle para hacer su “apuesta”. Y con respecto al peso mexicano, nuestra economía se percibe inestable, frágil, (provocados por esa misma incertidumbre).

Por lo anterior, los capitales de los inversionistas se van a otros países y por ende a otra moneda y nuestro peso pierde valor y  se deprecia ante el dólar. Pero, ¿Por qué es generada esa percepción de que nuestra economía es inestable? Por que realmente lo es. La economía mexicana está en un gran riesgo, lo que la vuelve muy inestable.

Los tres principales argumentos reales que tuvo Trump, en contra de México en particular, durante su campaña fueron; el primero, construir un muro. Todos los presidentes, republicanos principalmente, se la han pasado construyendo ese muro y mejorándolo cada vez que pueden. No es algo nuevo. En segundo lugar, sacar a los inmigrantes mexicanos de los Estados Unidos. Todos los gobiernos Estadounidenses han venido incrementando la tasa de deportaciones de inmigrantes mexicanos, incluso Obama que es un presidente que se vendió a los votantes de origen mexicano como el presidente que impulsó la Reforma Migratoria. Tampoco es algo nuevo. Y en tercer lugar, renegociar el Tratado de Libre Comercio con América del Norte, (TLCAN). Este último es el preocupante.

No nos consolemos pensando en que el Congreso va a impedir actuar a Trump. Los republicanos son mayoría y los Congresistas serán los que siempre apoyaron a Trump. Por lo que el congreso no le impedirá realizar nada. Sin mencionar, que en Estados Unidos el presidente tiene un Derecho Oficial, lo que le permite hacer, modificar, o eliminar tratados internacionales como es el TLCAN. Por lo que en eso radica la inestabilidad de nuestra economía.

Los cambios que se le pudieran realizar al TLCAN serían lo que diera comienzo a  una crisis económica en México que será muy fácil de que se dé, dadas las condiciones actuales de nuestra economía. Esta crisis económica, generará desempleo ya que existen sectores productivos de nuestro país que, tras las renegociaciones, desaparecerán por completo.

Es aquí en donde entra el “nacionalismo” mexicano, y digo “nacionalismo” por que pareciera que estamos entrando en una época de nacionalismo en el mundo. En el que países como la Gran Bretaña, China, Rusia, Corea del Norte, entre otros, que en los últimos años han dado muestras de políticas nacionalistas como cerrazón de sus mercados, para no depender de los mercados de otros países, entre otras qué dan muestra de este fenómeno mundial. Y ahora los Estados Unidos también entraran en ese esquema nacionalista de operación económica.

Pero tendremos que sacar la casta como mexicanos. Probablemente se vengan tiempos difíciles, pero tenemos que ser mejores en todos los aspectos para lograr cosas nuevas que hagan de nuestra economía una economía solida, que no dependa tanto de la economía de un solo país, para que nuestra moneda sea también más solida y de esa manera se fomente la inversión y la compra de la divisa mexicana.

Tenemos que ser inteligentes, y como un buen amigo que conocí en la carrera me decía: “El inteligente es aquel que se adapta a las circunstancias”. Seamos inteligentes y adaptémonos a las nuevas circunstancias que nos avecinan. Pero adaptémonos a las nuevas circunstancias con una actitud positiva, buscando oportunidades. Bien dicen que la palabra “crisis” significa “crecimiento”. Entonces hay que crecer con las oportunidades que, en distintas áreas, se nos irán presentando. Ampliemos nuestro panorama, veamos más allá de los límites. Siempre con una actitud positiva.

En estos momentos de incertidumbre, yo pienso que la pregunta más importante que tenemos que hacernos a nosotros mismo es: ¿Qué papel me toca hacer a mí? Cada uno de nosotros tendremos que hacer algo para que podamos vivir mejor y al mismo tiempo debemos de comenzar a cuestionarnos: ¿Cuál es la humanidad que queremos? Pues pronto el hombre más poderoso del mundo será un psicópata elegido por la mayoría de los ciudadanos estadounidenses y eso es lo que preocupa, que el propio pueblo, las personas, hayan elegido a un líder con las características que tiene Trump. “Un pueblo tiene el gobierno que merece.” dicen. ¿En donde está la sociedad con valores que conocíamos? ¿Qué nos ha pasado como seres humanos? ¿Hacia donde vamos como humanidad? ¿Cómo podemos enderezar el camino? Y por último preguntarnos ¿Qué voy a hacer yo, desde mi trinchera, para que el mundo cambie para bien? El cambio debe empezar por nosotros mismos. Y el primer paso es cambiar de actitud. Tener una actitud positiva. Y, ¿Qué es la actitud? Es la forma en la que reaccionamos ante las situaciones de la vida, si las vemos como problemas o las vemos como oportunidades para crecer como personas y como seres humanos.

Opinión

La corona que derribó al fiscal. Por Caleb Ordóñez T.

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Alejandro Gertz Manero no se fue por un solo escándalo. Su salida de la Fiscalía General es el cierre natural —y casi inevitable— de una historia acumulada durante décadas: un expediente no judicial, sino político, construido a fuerza de polémicas, enojos y decisiones que siempre parecían estar un milímetro antes (o después) del momento correcto. Una vida pública larga, tensa y llena de episodios que México nunca logró procesar del todo y que terminaron de golpe cuando la luz inesperada lo alumbró demasiado.

Para entender su renuncia, hay que regresar al principio. A 2001. A Puente Grande. A Joaquín “El Chapo” Guzmán desapareciendo como si el penal fuera un teatro mal montado. A un gabinete recién estrenado y a un secretario de Seguridad Pública —Gertz— que quedó tocado desde ese instante, aun cuando defendió hasta el cansancio que los penales no estaban bajo su control directo. Tenía razón en la letra, pero la política no se escribe con artículos constitucionales; se escribe con percepciones. Y la percepción quedó marcada: primera fuga, primer señalamiento.

Luego vendría “el caso familiar”, quizá el capítulo más corrosivo de su trayectoria. La denuncia por homicidio en contra de su excuñada Laura Morán y de su sobrina política, Alejandra Cuevas, terminó por convertirse en un espejo que devolvía una imagen poco favorecedora del fiscal. La figura jurídica de “garante accesoria”, que nadie encontraba en ningún código, la prisión de Cuevas, la reapertura del expediente cuando él ya era fiscal, y después los audios filtrados donde se quejaba del proyecto de sentencia de la Suprema Cort Ese episodio enterró la narrativa de imparcialidad y lo colocó en el centro del debate sobre el uso personal de la justicia. No su mejor capítulo.

Y sin embargo, tampoco ahí cayó.

Su paso por la FGR tuvo escenas memorables —algunas para bien, otras para museo del absurdo. Anunció con firmeza una cruzada contra la impunidad heredada: Odebrecht, Estafa Maestra, Pemex, la élite política del sexenio pasado. Era un fiscal que llegaba con autoridad intelectual: décadas de docencia, formación sólida en derecho penal, experiencia en seguridad y una convicción genuina de que el Ministerio Público tenía que recuperar su dignidad institucional. Ese punto —el positivo— hay que concedérselo: Gertz siempre habló de la Fiscalía como una institución que debía fortalecerse y, al menos en discurso, entendía la necesidad de autonomía y rigor técnico.

Pero entre lo que se quiere y lo que se logra suele haber un océano.

El caso Lozoya terminó convertido en una tragicomedia: el testigo estrella que prometía derribar a medio gabinete peñista terminó fotografiado en un restaurante, con un guion de colaboración que se desmoronó y un expediente repleto de promesas incumplidas. El famoso cheque de 2,000 millones de pesos, presentado en Palacio Nacional como “reparación del daño”, resultó más simbólico que real. Y mientras tanto, Rosario Robles vivió en prisión preventiva prolongada, exhibiendo el rostro más duro de la Fiscalía, mientras Lozoya parecía disfrutarse el fuero moral de la cooperación.

Su sello más polémico fue la justicia diferenciada. La exoneración exprés del general Salvador Cienfuegos tensó la relación con Estados Unidos; el intento de procesar a 31 científicos del Conacyt por delincuencia organizada levantó incluso carcajadas en los tribunales; los expedientes contra gobernadores y candidatos en temporada electoral alimentaron la narrativa de que la FGR olía más a estrategia que a proceso penal.

Y después llegó la guerra interna. El pleito con Julio Scherer, la batalla por el control de ciertos expedientes, las acusaciones cruzadas de extorsiones, venganzas y “operaciones sucias” mostraron una Fiscalía atrapada en el mismo laberinto político que juró superar.

Con todo, había una cualidad que incluso sus críticos reconocen: Gertz era persistente. Y conocía el aparato penal como pocos. Tenía método, obsesión por el detalle y una idea fija de orden institucional. No siempre funcionó, no siempre fue justa ni eficiente, pero era innegable que se trataba de un hombre que llevaba décadas pensando —de verdad pensando— en el sistema penal mexicano.

¿Entonces por qué renunció?

Porque la política no solo se derrumba por grandes actos de corrupción o colapsos institucionales. A veces cae por la presión inesperada del lugar menos imaginado. En este caso, una corona.

Todo estalló cuando México celebraba con júbilo el triunfo de Fátima Bosch como Miss Universo. Una mexicana ganando el certamen después de tantos años era un regalo para la narrativa nacional: orgullo, identidad, representación, el país hablando de algo luminoso por primera vez en semanas. Pero justo ahí, en plena celebración, comenzaron a circular los expedientes —sellados y empolvados en la FGR— relacionados con Raúl Rocha, presidente de la franquicia Miss Universo y vinculado en investigaciones mediáticas con presuntos contratos irregulares con Pemex.

La pregunta no era si existía una investigación. La pregunta era: ¿por qué se filtró justo ahora?

La respuesta implícita fue unánime: porque la FGR había perdido control interno. Porque intereses cruzados querían lastimar a la 4T. Porque la filtración no solo embarraba a un empresario, sino también a Bosch, la nueva joya mediática del país. Porque el triunfo, tan necesario en una nación saturada de malas noticias, se convirtió en combustible político en cuestión de horas. Porque México estaba celebrando una coronación, y alguien sacó un expediente que olía a guerra interna.

Eso, en Palacio Nacional, fue dinamita.

No se podía permitir que una victoria global, limpia y emocional, se convirtiera en pleito burocrático. Mucho menos cuando la Presidencia buscaba proyectar una nueva etapa institucional y evitar conflictos con la industria cultural y de entretenimiento que ya estaba devolviendo atención internacional al país. Gertz había sobrevivido a todo: a expedientes fallidos, a presiones, a audios filtrados, a críticas internacionales. Pero tocar un símbolo recién coronado fue otra cosa. Transformó un problema jurídico en un problema político. Y en México, los problemas políticos se resuelven de una sola forma: pidiendo renuncias.

El 27 de noviembre de 2025, presentó la suya.

Salió con un extraño nombramiento diplomático y un comunicado sin dramatismos, pero cargado de silencios. Fue la despedida de un fiscal que quiso ser reformador, que terminó siendo símbolo de poder concentrado y que cayó no por un caso penal, sino por una coronación que puso demasiados reflectores sobre sus polémicas.

Y así, la corona de Fátima Bosch terminó abollando algo más que el ego de los críticos: terminó abollando, también, el trono del fiscal más poderoso del México reciente.

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