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Opinión

El candidato. Por Raúl Saucedo

La bola de cristal

El panorama político en México nunca deja de sorprendernos. En las últimas semanas, hemos sido testigos de enlaces y desenlaces dentro del que hacer público y político: El oficialismo federal ha designado bajo un cuestionado proceso a quien encabezara los trabajos de la continuidad política de la administración, así mismo los partidos históricos realizaron su proceso para designar a quien encabezará el multicolor partidista.

Estas designaciones acapararon las notas periodísticas y programas de opinión, apenas dando espacio para una noticia que a mi parecer tiene matices de futuro y pasado, me refiero a que Luis Donaldo Colosio Riojas, hijo del recordado candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta y a su reciente decisión de declinar su aspiración a la candidatura presidencial por Movimiento Ciudadano (MC) en las elecciones de 2024.

Colosio Riojas ha argumentado sus razones para declinar,pero a mi parecer no renunciar a la posibilidad, aunque esto tenga otra fecha en el calendario, juzgue usted:

No es el momento adecuado, no nos olvidemos de que tengo muy poco tiempo de haber ingresado al gobierno, hay muchas cosas que necesitan madurar, empezando por mi persona”
o (Sabe necesita recorrer más brecha en la política quizá la senaduría en el 2024 y tener el campo adecuado para la visualización nacional)
“No hay equipo que realmente pueda tomar una responsabilidad de ese tamaño, con quien pueda planear un buen proyecto político y sobre todo técnico
o (Sabe que México es un país complejo y necesita a los mejores, los cuales pueden estar en cualquier plataforma o color político)
No voy a hacer artífice de la división de una oposición”
o (Sabe que para llegar necesita no estar peleado con nadie)
“Mis hijos están pequeños, son mi mundo entero y necesitan un papá y es momento de estar con mis hijos”.
o (La sombra del Caudillo histórico que es su padre es sin lugar a duda su mayor reto, necesito afianzar su persona y figura como padre antes del salto)

Estas declaraciones además de cuidadas políticamente y en un timing casi perfecto (cosa que se agradece) las dijo en lo público de una universidad, pero en la secrecía del confidente Agustín Basave ex consejero de su padre en aquel lejano 1994.

A medida que avanzamos hacia la próxima década, no podemos evitar preguntarnos si este repliegue a la carrera presidencial es un simple paréntesis en su carrera política o una decisión que lo definirá en los próximos años. La historia nos enseña que los líderes a menudo necesitan tiempo para consolidar sus proyectos y ganar experiencia antes de asumir roles de mayor envergadura.

No obstante, el destino político de Colosio Riojas no se limita únicamente a su futuro personal y político. Si no también a su pasado… En los últimos días, ha surgido un tema que podría arrojar a mediano plazo luz sobre los eventos futuros: la desaparición de expedientes del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), ahora conocido como Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Estos expedientes, que contenían información sobre el seguimiento que el CISEN realizó en décadas pasadas a figuras políticas clave, tales como el presidente Andrés Manuel López Obrador, el expresidente Carlos Salinas de Gortari y polémico Manuel Bartlett, han desaparecido del Archivo General de la Nación (AGN). Usted se preguntará apreciable lector por qué y cuál podría ser su relación con el futuro político de Colosio Riojas.

La hipótesis que se plantea es intrigante: ¿Podría haber una conexión entre la desaparición de estos expedientes y la carrera política de Colosio Riojas?
Algunos especulan que estos documentos contenían pistas que podrían arrojar luz sobre el asesinato de su padre en 1994. Si eso fuera cierto, la revelación de la verdad podría tener un impacto significativo en la política mexicana en su conjunto.

La teoría detrás de esta hipótesis es que la eliminación de estos expedientes se hizo para proteger intereses y gruposque podrían estar vinculados en el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Ante un eventual futuro político donde el alcalde de Monterrey tomara las riendas políticas del país,esta información podría desencadenar una serie de acontecimientos que cambiarían la narrativa política de México.

Sin embargo, es importante destacar que, hasta ahora, estas son conjeturas y teorías. Lo que, si esta dicho en el círculo rojo es que ya esta apuntado el primer candidato para el 2030, los demás ya se irán acomodando al son de la mayoría legislativa y de los aprecios y confianzas de la dama que habrá de ser a primera presidenta de México.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach,mx

Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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