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Opinión

El detrimento del simbolismo. Por Itali Heide

No solemos pensar en lo mucho que vivimos a través de los símbolos que nos rodean. Reconocemos nuestro signo del zodiaco, usamos palomas blancas en las bodas, nos deleitamos en la libertad del vuelo de las mariposas monarca, demostramos nuestro amor con rosas rojas y enviamos emojis para reflejar nuestras emociones.

Los símbolos sirven de guía para mostrarnos cómo y en qué concentrar nuestras emociones y, lo más importante, pueden cambiar nuestro comportamiento. Un octágono rojo nos indica que debemos parar el carro. Una cruz transmite creencias religiosas. Una señal de peligro nos impide ingerir veneno. Queramos o no, hemos creado una red de entendimiento que supera la lingüística y se sumerge en la profundidad visual de nuestra humanidad.

La historia de los símbolos se puede enmarcar como un largo camino hacia la simplificación. Los símbolos más reconocidos son claros y concisos, excluyendo lo que no es esencial. Pareciera que los seres humanos siempre han buscado simplificar su existencia, pero en la era de consumo se ha vuelto un detrimento a la sociedad. Me declaro culpable de responder mensajes con stickers o GIFs en lugar de encontrar las palabras para contestar con atención e interés. En lugar de platicar mis preocupaciones generales de la vida y crisis existenciales con amigos, comparto memes aludiendo a la pérdida de salud mental. Me encuentro relacionadándome más con los TikToks que con las personas. Un exceso de simbolismo me han simplificado la vida, pero a cambio de mi conexión con la vida real.

Parece que hay tantas cosas a nuestro alrededor, que tomamos el camino fácil cuando se trata de relacionarnos con los demás. Si añadimos una pandemia mundial a la ansiedad ya existente que viene como un combo con la existencia como humano, la comunicación se vuelve aún más agotadora. ¿Hay algo que podemos hacer para cambiar el rumbo que tomamos? Está claro que cambiar la forma en que nos hemos acostumbrado a vivir es más difícil de lo que parece. Sin embargo, las cosas que son difíciles suelen merecer la pena.

Debemos superar nuestra necesidad de gratificación instantánea, respuestas rápidas y clics sin sentido. Si tenemos que vivir en la era de Internet, asegurémonos de utilizarla correctamente. Cada día es una nueva oportunidad para establecer conexiones, iniciar conversaciones, abrir mentes y estimular nuestros pensamientos. Nos hemos convertido en los robots que tememos que nos gobiernen algún día, y la única manera de evitar la zombificación de nosotros mismos es despertar del sueño del simbolismo vacuo.

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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