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Opinión

El ‘momentum’ de Morena. Por Caleb Ordóñez Talavera

Las aguas se van calmando, los ánimos se relajan y la poderosa maquinaria morenista se aceita hacia las elecciones más grandes de la historia.

Caleb Ordóñez T.

El ejemplo de institucionalidad que dio Omar García Harfuch, retumbó en todo el país.

El experimentado policía ganó todas y cada una de las encuestas, por paliza y aún así se disciplinó ante la decisión de que fuera Clara Brugada la candidata para el gobierno de la CDMX.

Harfuch ya sabía desde antes de llegar al hotel Camino Real de polanco, que no era el elegido. Sin embargo su talante militar lo hizo presentarse y no hacer ningún gesto que mostrara enojo o incluso tristeza, luego de tan decepcionante instrucción.

Todo pudo quedarse en un evento más. Pero la actitud de Harfuch dejó un precedente a todos los que buscan una candidatura representando al partido oficialista: No habrá espacios para lloriqueos o indisciplinas. Este Morena busca instruir mucho más la obediencia, que la que tanto presumía el priísmo de antaño.

Aquí no importa lo que digan las encuestas, la popularidad en las calles o la calidad de hojas de vida. Quienes busquen candidaturas, deberán vender su alma al proyecto de Claudia Sheinbaum. No habrá claroscuros, ni tibiezas.

Harfuch se “cuadró” ante el poderoso dedazo. Y esa situación pudo haber influido en el ánimo de unidad, incluso hasta las oficinas de un ex precandidato inconforme hasta la médula.

Ebrard: A levantar el barco.

El retorno del hijo pródigo Marcelo Ebrard, no es más que la confirmación de esta estrategia totalitaria, que busca radicalizar, aún más, a los fieles del presidente López Obrador.

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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