Oskar Groning, de 93 años, está acusado de contabilizar los bienes robados a los judíos y de ayudar a seleccionar a los prisioneros que iban a la cámara de gas. Puede ser el último criminal nazi juzgado, ya que los demás están muertos, presos o muy ancianos.
En el primer día de su juicio en Alemania, Oskar Gröning, ex contable de Auschwitz, pidió “perdón” a las víctimas del Holocausto asumiendo su culpabilidad “moral”, pero distinguió su trabajo del de los verdugos.
“Para mí, no hay ninguna duda de que comparto una culpabilidad moral”, declaró el antiguo SS, de 93 años, durante una larga declaración pronunciada con voz firme, apoyada en recuerdos precisos. “Pido perdón”,insistió.
“En cuanto a la cuestión de la responsabilidad penal, les corresponde a ustedes decidir”, dijo al tribunal de Luneburgo (norte). Gröning, que se expone a una pena de entre 3 y 15 años de cárcel por “complicidad en 300.000 homicidios agravados”, podría ser el último nazi juzgado.
La audiencia, celebrada en una sala de espectáculos por la gran afluencia de medios y la presencia de 67 partes civiles, supervivientes y descendientes de las víctimas fue traducida simultáneamente al inglés, hebreo y húngaro.
El anciano, que entró en la sala con sus dos abogados y ayudándose con un andador, no eludió ninguna pregunta y se defendió con firmeza hasta la suspensión de la audiencia a media tarde. El juicio se reanudará hoy.
Oskar Gröning -viudo, jubilado, con dos hijos de 65 y 70 años- relató su adhesión voluntaria a las Waffen SS (la milicia de las SS) en octubre de 1940, y su primer puesto en la administración, para ser transferido posteriormente a Auschwitz en 1942. Allí permanecería hasta el otoño de 1944.
“Guardián” de relojes de oro
Describiendo la vida cotidiana en el campo de concentración, se esforzó por marcar la diferencia entre su trabajo y el de los guardias directamente implicados en el exterminio, asegurando que su tarea consistía principalmente en “evitar los robos” de los equipajes de los deportados.
Se lo acusa de haber “ayudado al régimen nazi a sacar rendimiento económico de los asesinatos en masa”, enviando el dinero de los deportados a Berlín, y de haber asistido a la “selección” que separaba a los deportados considerados aptos para el trabajo de aquellos que eran inmediatamente abatidos.
“Había mucha corrupción y tenía la impresión de que existía un mercado negro” en el interior del campo centrado en los “relojes de oro” de los recién llegados, se defendió Gröning, asegurando que no tuvo “nada que ver” con el procedimiento de los asesinatos.
“Gritos desesperados”
Además, insistió en que solicitó hasta en tres ocasiones ser transferido al frente, en vano, para justificar sus intentos de abandonar el campo, “conmocionado” por las escenas a las que había asistido.
Justo después de su llegada, en noviembre de 1942, había visto a un guardia matar a un bebé solo que “lloraba”, tomándolo de los pies y estampándolo contra un vagón. Su superior admitió que “este hecho no era particularmente aceptable” pero consideró que su salida del campo era “imposible”.
Tres semanas más tarde, patrullando en el campo después de varias evasiones, oyó gritos de deportados “cada vez más y más fuertes y desesperados, antes de morir” en las cámaras de gas, y dijo que después asistió a la cremación de cuerpos.
Eva Kor, una superviviente de Auschwitz de 81 años, llegada a Alemania desde Estados Unidos, perdió a su padres y dos hermanas en el campo.
Aunque considera a Gröning un “asesino” por su participación en “un sistema de asesinatos en masa”, apreció sus esfuerzos. “El hecho de verlo frente a mí me hace darme cuenta de que lo ha hecho lo mejor que ha podido durante el juicio con su cuerpo y con su espíritu, pues tiene muchas dificultades físicas y, sobretodo, emocionales”, dijo a los periodistas.
El antiguo tesorero, que regresó a Alemania después de la guerra, nunca se escondió. Antes de ser atrapado por la justicia, había contado a la prensa y a la televisión su pasado en Auschwitz, explicando querer “combatir el negacionismo”.
Su proceso judicial ilustra la severidad creciente de la justicia alemana con los antiguos nazis, desde la condena en 2011 de John Demjanjuk, ex guardia del campo de exterminio de Sobibor (Polonia), a cinco años de prisión.
Cerca de 1,1 millones de personas, incluidos alrededor de un millón de judíos de Europa, perecieron entre 1940 y 1945 en el campo de Auschwitz-Birkenau.
Fuente: Los Andes, Argentina