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Elefantes beben vodka para no morir congelados

MOSCÚ, 15 de diciembre.- Dos elefantes pertenecientes a un circo polaco que realiza una gira regional en Siberia Occidental, en el oeste de Rusia, tuvieron que ingerir decenas de litros de vodka para sobrevivir a la intemperie, a 40 grados centígrados bajo cero.

El incidente ocurrió en la provincia de Novosibirsk (Siberia Occidental), cuando en el camión en el que viajaban los animales se produjo un incendio, por lo cual fueron retirados del mismo pero pasaron mucho tiempo a la intemperie.

La persona responsable de los paquidermos los obligó a beber vodka, parcialmente rebajada con agua caliente, para disminuir el impacto del intenso frío siberiano. Finalmente, fueron trasladados a un garaje con calefacción.

“Comenzaron a rugir como si estuvieran en la selva. Tal vez, estaban contentos”, señaló el oficial a la agencia rusa de noticias RIA Novosti.

Al igual que con los seres humanos, el alcohol puede hacer que los animales se sienten más cálidos, pero en realidad disminuye su temperatura corporal, de acuerdo con los científicos, pero los responsables de los elefantes dijeron que esa acción les salvo la vida.

Un portavoz de la administración local señaló que los dos animales resultaron tan solo con una congelación leve de las puntas de las orejas, pero su adiestrador fue trasladado a un hospital donde recibió asistencia médica por sufrir hipotermia.

Según las primeras pesquisas, el incendio del camión pudo originarse por un fallo del sistema de calefacción.

Los elefantes, de 45 y 48 años y cinco toneladas de peso cada uno, son propiedad de un circo polaco que realiza una gira por ciudades rusas.

La directora del establecimiento aseguró que ambos animales se encuentran bien y que podrán participar en todas las funciones.

jrr

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Desaparece en Disneyland y aparece días después en un bote de basura en Mexicali: el misterioso caso de Annie Encino

Una adolescente estadounidense de 16 años fue localizada con vida dentro de un contenedor de basura en Mexicali, Baja California, días después de haber desaparecido en el parque Disney California Adventure, en Anaheim. El caso ha despertado preocupación e interrogantes en ambos lados de la frontera, especialmente por el silencio mediático en México y las lagunas que aún rodean su cruce hacia territorio nacional.

Annie Kathleen Encino desapareció el pasado 20 de abril tras una discusión con su familia dentro del parque temático. Fue vista por última vez alejándose sola, lo que activó una Alerta Amber en Estados Unidos. Sin embargo, esa alerta nunca cruzó a territorio mexicano, dejando a la opinión pública del país sin conocimiento de su desaparición… hasta que la historia dio un giro tan insólito como alarmante.

Días después, una llamada anónima al 911 alertó a la policía municipal de Mexicali sobre la presencia de una menor dentro de un bote de basura. Al llegar al sitio, los oficiales encontraron a la joven en condiciones que no han sido detalladas, pero confirmaron su identidad. El consulado de Estados Unidos fue notificado de inmediato y su madre viajó a la ciudad fronteriza para identificarla y llevarla de regreso.

Hasta ahora, las autoridades mexicanas no han informado cómo fue que Annie cruzó la frontera sin documentos, sin acompañantes y sin ser detectada. Tampoco han revelado si fue víctima de trata, secuestro, abuso o si viajó voluntariamente con ayuda de terceros. La Fiscalía de Baja California mantiene abierta una investigación para esclarecer los hechos.

Lo que sí queda claro es que algo falló en los mecanismos de cooperación fronteriza. Ni la alerta internacional funcionó, ni hubo un protocolo binacional que permitiera actuar a tiempo. La aparición de una menor estadounidense en un contenedor de basura, en una ciudad donde los casos de desapariciones no son novedad, pone una vez más bajo la lupa la crisis de seguridad y el flujo irregular entre ambos países.

Mientras se esperan más detalles oficiales, el caso de Annie Encino evidencia que incluso en un entorno supuestamente seguro como Disneyland, la vulnerabilidad de los menores puede terminar en una historia digna de una serie policiaca.

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