Escribe sin parar, camina siempre, va a conferencias, entrevistas, presentaciones de libros, comidas con colegas, recibe en su casa a admiradores y uno que otro curioso, atiende el teléfono que no para de sonar, hasta que por fin se sienta en el silloncito de su casa que tiene un cojín bordado con la figura de Andrés Manuel López Obrador y abraza a su gato Monsi.
Es Elena Poniatowska (París, 19 de mayo de 1932) con la energía de una persona de 30 años, la fresca sonrisa de una quinceañera, las palabras mesuradas de quien ha vivido ocho décadas y la mirada pícara de una niña que se prepara para disfrutar su fiesta de cumpleaños.
Este lunes 14 de mayo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) rinde homenaje a la escritora y periodista por sus 80 años de vida generosa y creativa. Participarán Rafael Barajas El Fisgón,Juan Villoro y Marta Lamas, entre otros amigos.
Sobre todo, se espera la presencia del público que tanto admira a Elena y que la hace sentir como vivir al interior de una fruta, protegida y alimentada
, explica la autora.
En entrevista con La Jornada,añade: “Quisiera volver a nacer para hacer todo muy bien, pero una vez le dije a Juan Soriano: ‘me quiero regresar a cuando tenía 30 años’, y él me respondió: ‘no te preocupes, todo lo volverías a hacer, pero peor”, y suelta una sonrisa.
–¿Llega la sabiduría con los años?
–Nunca he sido sabia y para nada me siento así. A los periodistas nos cuesta mucho trabajo sentirnos sabios, porque siempre estamos preguntando.
Poniatowska reconoce que la energía con la que a diario sorprende a propios y extraños proviene de su familia: “Mis hijos y mis nietos son mi manantial, sobre todo las personas que me rodean y quieren. Vicente Rojo, el día de su cumpleaños, le dijo a sus amigos que todo lo que ha hecho es por la amistad y ayuda de ellos. Y así es, la fuerza la da esa especie de familia espiritual; he tenido amigos muy entrañables.
“No obstante, a medida que avanza el tiempo, muchas personas que queremos se van yendo, gente de nuestra generación, se va acabando un poco el mundo. La primera ausencia que me golpeó muchísimo fue la de Rosario Castellanos, luego la de María Luisa Puga, y con respecto a Carlos Monsiváis, pues todo el día le hablo, a través de los gatos; digo: ‘Monsi, ven para acá, Váis, no te escondas’. Hay muchas otras ausencias, independientemente de las de mi familia: mi hermano que partió a los 21 años, y la de mi mamá; pero, finalmente, soy una mujer súper afortunada.”
–¿De qué está hecho ese motor que la anima?
–El motor es mi mamá, aquí adentro, y es enorme.
La Elena de 20 años
Elena no se imagina otra vida sin su gran pasión, la literatura: “sí, las letras siempre. Uno piensa que con el tiempo va a ser más fácil escribir, pero no es cierto, te vuelves más autocrítico. Antes, con la pura inconsciencia decía ‘ya está’, ahora tengo una capacidad crítica.
“Si pudiera recuperar a esa Elena de 20 años me gustaría rescatar el gran gusto por hacer las cosas, aunque sigue la emoción, pero la curiosidad, el espíritu de investigación ahora son mas difíciles de ejercer, porque hay menos tiempo.
“Vivimos en una ciudad complicada y de tal lentitud que ir a Santa Fe es como trasladarte a Toluca, y yo prefiero hacer todo a pie, por eso me ves siempre de tenis y pants. Tengo el privilegio de vivir frente a una plaza maravillosa, al lado de una iglesia del siglo XVI, y todo me queda cerca; hace bien caminar; además, creo que llego más rápido a pie de aquí al Zócalo que en coche.
Me gustaría encontrarme a la Elena de 21 años y que ella supiera todo lo que sé ahora. Que no fuera tan confiada; le diría que, desde luego, la ingenuidad es la virtud más imbécil que puede haber sobre la tierra.
–Muchas personas no creen que usted sea ingenua.
–Sí, piensan que es un disfraz. A lo mejor es una manera de ser, pero es algo que a lo largo de los años he querido perder. Incluso estar en la política tiene mucho de ingenuidad.
–¿Es política?
–Todos, en menor o mayor grado, somos seres políticos. Sobre todo si se trabaja en periodismo, ni modo que no sepas nada, es una obligación leer el periódico, los editoriales, hay que estar informado. Pero nunca voy a ser una política de altas esferas.
–Andrés Manuel López Obrador (AMLO) la quiere al frente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
–No me gustaría dirigir nada porque no está dentro de mi carácter. No sé mandar, ni sé enojarme, así que lo esencial no lo tengo. Pero sí voy a colaborar, me interesa mucho, tengo pasión por México
Si estoy sana, me gustaría vivir 100 años para ver crecer a mis nietos, y ver que toda la gente ya tiene escuela, que en el país ya no hay 5 millones de analfabetas, que hay muchas propuestas de tipo cultural. Confío en que todo eso pueda suceder; considero que AMLO es el único hombre de Estado que conoce la República como la palma de su mano. No sólo eso: la ama; eso va a significar un cambio enorme. Sin él nos vamos a ir al abismo.
–¿Cómo han sido sus 80 años de vida?
–Ochenta años de nietos, de hijos que son una maravilla, son mi manantial, y mis perros, mis gatos, las plantas, las flores.
–¿Ochenta años de felicidad?
–La felicidad nunca es continua, eso lo decía mi mamá. La felicidad es momentánea, como el chorrito de la canción de Cri Cri, se hace grandota, se hace chiquita. Si fuéramos felices todo el tiempo seríamos absolutamente estúpidos, ¿no?
“A la vida le puedo decir que ha sido muy generosa conmigo, pues tengo unos hijos maravillosos que aman a su país, que están preocupados por él, y unos nietos que dicen todo lo que piensan, muy abiertos.
¿Planes para el futuro? Sí, tengo varias cosas en el tintero: una biografía y una novela. Y después, ya planeadas otras dos novelas.
–¿Para escribirlas de aquí a los 100 años?
–¡No!, ésas las tengo que hacer antes –y estalla la cristalina carcajada de la niña de las ocho décadas.
El homenaje de la UNAM a Elena Poniatowska se realizará este lunes a las 19 horas en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario (Insurgentes sur 3000). Entrada libre.
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