Cyril Ramaphosa fue elegido este jueves presidente de Sudáfrica en una votación parlamentaria y se comprometió a hacer frente a una corrupción endémica luego de que Jacob Zuma, acosado por escándalos, dimitió obedeciendo órdenes del partido gobernante Congreso Nacional Africano (CNA).
Ramaphosa, quien se convirtió en jefe del CNA en diciembre, se enfrenta a un duro desafío para revitalizar el crecimiento de una nación aún polarizada por los conflictos raciales y la desigualdad, más de dos décadas después del fin del apartheid y del gobierno de una minoría blanca.
Aún así, la salida de Zuma del poder a última hora del miércoles mostró la fortaleza de las instituciones democráticas en Sudáfrica, desde los tribunales pasando por los medios y la Constitución.
En un breve discurso ante el Parlamento, en el que prometió «no decepcionar a los sudafricanos», Ramaphosa dijo que «los temas que tienen que ver con la corrupción… son temas que están en nuestro radar».
Ramaphosa, de 65 años, fue elegido sin oposición como el sucesor permanente de Zuma por el Parlamento, además de ser declarado debidamente electo por el presidente del máximo tribunal de Sudáfrica, Mogoeng Mogoeng.
El principal índice bursátil de Sudáfrica llegó a subir 5 por ciento y se encaminaba a su mayor avance diario en más de dos años, ya que los inversores recibieron con agrado la renuncia de Zuma después de nueve años en cargo, que estuvieron plagados de acusaciones de corrupción.
El rand, la moneda sudafricana que registró alzas cada vez que Zuma se veía envuelto en la turbulencia política, se disparó a un máximo de casi tres años contra el dólar tras la renuncia.
Zuma, de 75 años, dijo en un discurso de despedida de 30 minutos a la nación que no estaba de acuerdo con la forma en que el CNA lo había llevado a una salida anticipada después de que Ramaphosa lo reemplazó como presidente del partido, pero que aceptaría sus órdenes.