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Eliminar el asiento de en medio en los aviones incrementaría el precio de los boletos hasta 54%

A raíz de la emergencia sanitaria del nuevo coronavirus, una de las medidas que se ha planteado una vez que las personas puedan realizar viajes en avión de manera cotidiana es la de no ocupar el asiento de en medio para mantener algunos centímetros de distancia entre pasajeros; no obstante, esto tendría un importante impacto tanto en los balances financieros de las aerolíneas como en el costo de los boletos.

De acuerdo con Alexandre de Juniac, director general de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés), esta medida representaría un golpe a los bolsillos de los pasajeros, pues dejar vacío el asiento de en medio podría incrementar entre un 43 y 54% el costo del boleto, dependiendo de la región en donde opere la aerolínea.

Según el directivo, el índice de carga máxima se reduciría al 62%, muy por debajo de la cifra de equilibrio del sector, actualmente del 77 por ciento. “Con menos asientos para vender, los costos unitarios aumentarían notablemente (…) sólo para cubrir los gastos de la falta de esos asientos”, comentó en un comunicado el directivo de la IATA, la cual representa a 290 aerolíneas en todo el mundo.

Además, desde su perspectiva, esta medida no sería suficiente para mantener la sana distancia de entre uno y dos metros que las autoridades sanitarias han recomendado para evitar la propagación de la Covid-19, pues entre el primer y tercer asiento únicamente hay 50 centímetros de separación.

“Las aerolíneas están luchando por su supervivencia. Eliminar el asiento del medio elevará los costos. Si eso se puede compensar con tarifas más altas, la era de los viajes asequibles llegará a su fin. Por otro lado, si las aerolíneas no pueden recuperar los costos en tarifas más altas, éstas se irán a la quiebra”, declaró.

Por otra parte, el directivo también mencionó que mantendrán un control cotidiano de la temperatura de los pasajeros, trabajadores y tripulaciones, así como reducir el contacto en los procesos de embarque y desembarque. Incluso analizan la posibilidad de realizar pruebas para detectar casos de Covid-19 en los aeropuertos, una vez que haya mayor disponibilidad.

Una de las razones por las que no será necesaria la medida del asiento de en medio es que los pasajeros se ubican mirando hacia adelante, con una mínima interacción cara a cara con la persona contigua, en tanto los asientos constituyen una barrera ‘per se’ respecto a quienes viajan adelante.

Además, el flujo de aire que circula desde el techo hacia abajo reduce el riesgo de contagio, y “no favorece la condensación de gotas (de agua)”, como en los ambientes interiores normales.

Opinión

León. Por Raúl Saucedo

La estrategia de la supervivencia

El pontificado de León XIII se desplegó en un tablero político europeo en ebullición. La unificación italiana, que culminó con la pérdida de los Estados Pontificios, dejó una herida abierta.

Lejos de replegarse, León XIII orquestó una diplomacia sutil y multifacética. Buscó alianzas —incluso improbables— para defender los intereses de la Iglesia. Su acercamiento a la Alemania de Bismarck, por ejemplo, fue un movimiento pragmático para contrarrestar la influencia de la Tercera República Francesa, percibida como hostil.

Rerum Novarum no fue solo un documento social, sino una intervención política estratégica. Al ofrecer una alternativa al socialismo marxista y al liberalismo salvaje, León XIII buscó ganar influencia entre la creciente clase obrera, producto de la Revolución Industrial. La Iglesia se posicionó como mediadora, un actor crucial en la resolución de la “cuestión social”. Su llamado a la justicia y la equidad resonó más allá de los círculos católicos, influyendo en la legislación laboral de varios países.

León XIII comprendió el poder de la prensa y de la opinión pública. Fomentó la creación de periódicos y revistas católicas, con el objetivo de influir en el debate público. Su apertura a la investigación histórica, al permitir el acceso a los archivos vaticanos, también fue un movimiento político, orientado a proyectar una imagen de la Iglesia como defensora de la verdad y del conocimiento.

Ahora, trasladémonos al siglo XXI. Un nuevo papa —León XIV— se enfrentaría a un panorama político global fragmentado y polarizado. La crisis de la democracia liberal, el auge de los populismos y el resurgimiento de los nacionalismos plantean desafíos inéditos.

El Vaticano, como actor global en un mundo multipolar, debería —bajo el liderazgo de León XIV— navegar las relaciones con potencias emergentes como China e India, sin descuidar el diálogo con Estados Unidos y Europa. La diplomacia vaticana podría desempeñar un papel crucial en la mediación de conflictos regionales, como la situación en Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.

La nueva “cuestión social”: la desigualdad económica, exacerbada por la globalización y la automatización, exige una respuesta política. Un León XIV podría abogar por un nuevo pacto social que garantice derechos laborales, acceso a la educación y a la salud, y una distribución más justa de la riqueza. Su voz podría influir en el debate sobre la renta básica universal, la tributación de las grandes corporaciones y la regulación de la economía digital.

La ética en la era digital: la desinformación, la manipulación algorítmica y la vigilancia masiva representan serias amenazas para la democracia y los derechos humanos. León XIV podría liderar un debate global sobre la ética de la inteligencia artificial, la protección de la privacidad y el uso responsable de las redes sociales. Podría abogar por una gobernanza democrática de la tecnología, que priorice el bien común sobre los intereses privados.

El futuro de la Unión Europea: con la disminución de la fe en Europa, el papel del Vaticano se vuelve más complejo en la política continental. León XIV podría ser un actor clave en la promoción de los valores fundacionales de la Unión, y contribuir a dar forma a un futuro donde la fe y la razón trabajen juntas.

Un León XIV, por lo tanto, necesitaría ser un estratega político astuto, un líder moral visionario y un comunicador eficaz. Su misión sería conducir a la Iglesia —y al mundo— a través de un período de profunda incertidumbre, defendiendo la dignidad humana, la justicia social y la paz global.

Para algunos, el nombramiento de un nuevo papa puede significar la renovación de su fe; para otros, un evento geopolítico que suma un nuevo actor a la mesa de este mundo surrealista.

@Raul_Saucedo

[email protected]

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