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Encontró a su papá por Facebook y tuvieron un hijo

El caso sacudió no solo al tranquilo Condado de Wake, sino que trascendió las fronteras del estado de Carolina del Norte para indignar al resto del país. Steven Pladl (42 años) y Katie Pladl (20) fueron detenidos por las autoridades luego de que se confirmase que mantenían una relación incestuosa producto de la cual nació un bebé el pasado septiembre.

Asimismo, indignó a la opinión pública de los Estados Unidos, que no sale de su asombro por el escandaloso episodio. Es que el hombre es el padre de la joven madre, a quien la hizo actuar, además, como madrastra de sus otras hermanas.

Ambos fueron arrestados el pasado 27 de enero y trasladados al Centro de Detención del Condado de Wake, de aquel estado. Sin embargo, la historia salió a la luz en las últimas horas por un informe de la cadena WNCN-TV. Además del delito de incesto, también se los acusó por adulterio y por contribuir a la delincuencia. Los sospechosos podrían pasar hasta 10 años de prisión.

La corte de Virginia —donde comenzó la relación— les fijó una fianza elevada de un millón de dólares a cada uno de los sospechosos, padres de un niño nacido en septiembre último, quien permanece en custodia social.

Pladl dio a Katie en adopción cuando era una pequeña. Ella, a través de las redes sociales, logró localizarlo en 2016 cuando el hombre vivía en Richmond con su ex esposa, la madre de la joven, y otras dos niñas, hermanas de Katie. Allí comenzaron a tener una relación, que comenzó siendo de padre a hija y terminó de manera siniestra.

La crisis matrimonial entre Pladl y su ex terminó de explotar en noviembre de 2016, cuando la mujer decidió abandonar la casa. En marzo de 2017, pidió el divorcio, y tres meses después, ya había puesto punto final a esa historia. Pero al poco tiempo de que ella dejara su vivienda, dijo a las autoridades, su ex comenzó a dormir en el suelo de la habitación de Katie. En mayo del año pasado se enteró de que estaba embarazada.

La situación con las demás hermanas se volvió enfermiza. Pladl les pidió que llamaran a su hermana mayor «mamá» y que a partir de entonces sería su madrastra. Su ex —y madre de Katie— supo sobre la macabra historia y decidió denunciarlo ante la policía luego de que se enteró de que se habían casado en Maryland y mudado a Carolina del Norte.

Ambos permanecen alojados aún en el Centro de Detención del Condado de Wake, donde esperan ser extraditados a Virginia, estado en el que serán finalmente juzgados.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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