Y va otra vez la burra al trigo. Algo así piensa el gobernador César Duarte cada vez que se toca el tema de la disparada deuda pública de la entidad, misma que ayer apareció entre las más altas del país, no según números de sus adversarios políticos, sino según cifras oficiales dadas a conocer por la secretaría de Hacienda, con motivo de la presentación de la Ley de Disciplina Financiera de los Estados y Municipios, la cual busca amarrarle las manos a alcaldes y gobernadores.
Lo que se pretende es moderar el enriquecimiento ilícito que se ha vuelto moneda de cambio, no sólo para el gobernador Duarte en Chihuahua, quien no ha explicado de dónde sacó 65 millones para comprarse un banco y otros tantos negocios que sus adversarios le achacan, sino también para otros como Padrés en Sonora, Moreira en Coahuila o Medina en Nuevo León, quienes han usado las arcas públicas a su entera voluntad, con fines y procedimientos poco claros.
Sin embargo, la defensa de Duarte no se centra en aclarar el presunto enriquecimiento ilícito o en transparentar las finanzas públicas, sino en asegurar que los chihuahuenses tenemos la capacidad de pagar todo lo que se ha gastado sin comprometer el desarrollo del estado, e incluso es posible que se solicite más deuda pues, al fin y al cabo, hay lana para pagar.
Así, la deuda de Chihuahua ha crecido 233% en lo que va del sexenio de César Duarte, pues la tomó en 12.547 millones de pesos en 2010 y para marzo de 2015 ya va en 41,926 millones de pesos, todo de acuerdo con cifras oficiales. Así, Chihuahua es el tercer estado más sobreendeudado del país, y lo peor es que nadie sabe qué se hizo con ese dinero, porque así como que un boom de obra pública no hay, lo que abunda son acusaciones de corrupción, y Chihuahua debe el 9% de todo el dinero que tiene, de su PIB, y eso preocupa bastante a todos, menos al mandatario.
Otro asunto que está haciendo ruido en redes sociales y asuntos grilleriles es ¿qué hacían el gobernador, su esposa Bertha Gómez y la periodista Lolita Ayala rumbo en el rancho del ballezano? ¿Se está usando el helicóptero oficial, que cuesta miles de dólares en mantenimiento para facilitar el contacto del mandatario con la farándula? Habría que aclararlo.
Los cuestionamientos ni paran ni van a parar, pues se acercan los tiempos electorales y los heridos que Duarte dejó en el camino están dirigiéndole, ahora sí, todo su rencor, comenzando por el grupo Delicias que apuntala a Marco Quezada y Víctor Valencia, mientras que Lilia Merodio y Graciela Ortíz andan juntas pero no revueltas, pues aunque no se tragan del todo están haciendo de tripas corazón por llevarse bien, no porque una apoye a la otra, sino porque tienen rivales comunes que deben superar para luego desgreñarse entre ellas.
También llama la atención el papel que está tomando el ex alcalde de Juárez, Héctor Murguía, quien mantiene su sana distancia del duartismo pero sin coquetear con el baecismo, pues sigue apostándole a encabezar un proyecto propio y a convertirse en el tercero en discordia, ese capaz de sumar a los grupos que traen tiro cantado y venderse como el único capaz de reconciliar al partido.
En el caso de Enrique Serrano y Javier Garfio, ambos tienen sus fichas puestas en la estrategia del gobernador. Se limitan a actuar con disciplina y dejar que desde arriba se encarguen mientras ellos gobiernan lo mejor que pueden. El éxito de su estrategia podría depender de no hacer movimientos bruscos que incomoden al mandatario, en cuyas manos está enteramente su destino político, un santo padre providencial.
Sin embargo, es mucha la tensión en el partido, tanta que el gobernador podría ser confrontado por una especie de frente unido contra su autoritarismo, en el que muchos sacrificarían sus proyectos, pero al menos tomarían venganza de quien les cerró las puertas del partido ¿lograrán dar el portazo?
Por el lado panista, sigue el jaloneo entre Maru Campos y Rocío Reza, pues cada una es vista como la carta fuerte en Chihuahua de sus respectivos ‘gallos’, Javier Corral y Ricardo Anaya, y aunque el segundo haya ganado lo cierto es que las cosas quedaron muy parejas en Chihuahua, donde ambas traen puesta la mira. La diferencia, dicen, es que Maru es una mujer de convicciones y Rocío más de conveniencias, y eso queda demostrado en la trayectoria de ambas.
Maru es una política y panista de cepa. Hija de María Eugenia Galván, ex legisladora federal y ex funcionaria en la administración de Pancho Barrio, y hermana de Guillermo, quien falleció hace años en un trágico accidente, precisamente cuando volvía del funeral de Francisco Blake Mora.
Desde jovencita anduvo duro en la grilla, primero como dirigente juvenil, y así escalando en las filas panistas por su tesón que rayaba en la intransigencia, igual que su madre, a quien en algún momento llegaron a llamar ‘La dama de hierro’ por la disciplina y rigor que imponía a todas sus labores.
Ha perdido y ganado, ha brillado y la han opacado. Una muestra de que Maru no se anda por las ramas es la limpieza que emprendió cuando asumió la delegación de Liconsa, en el que intentó poner orden a los lecheros de Reny Picot, quienes hacían su agosto con fraude tras fraude, con compras simuladas de 500 millones de pesos. El tiro no fue de a gratis, Maru fue amenazada por gente muy poderosa y, habiendo cumplido a cabalidad su papel y ante el severo riesgo a su vida, decidió renunciar y refugiarse en la capital del país, pues no estaba el horno para bollos.
Otra muestra del estrecho compromiso con sus convicciones fue la arremetida que emprendió contra los matrimonios igualitarios, pues nunca ha negado ser ‘mocha’, al contrario, lo considera parte de su identidad y lo defendió a pesar de saber de antemano que era una causa perdida y que le generaría más raspones políticos que ventajas. Para una mujer como Campos es difícil separar su labor legislativa de su fe, esa que tan profundamente le inculcó su familia y a la cual permanecerá atada de por vida.
Rocío Reza, por el contrario, es una mujer más pragmática, pues sin haber nacido en una cuna de color azul recalcitrante y tras haber pasado por la educación pública, ha destacado en los tres niveles de gobierno y ha contendido por la alcaldía de Cuauhtémoc, sin éxito. También fue delegada de Corett, donde pasó sin demasiada pena ni gloria.
Hablando de mujeres, buen coscorrón fue el que les metió Emma Saldaña, directora del Instituto Chihuahuense de la Mujer, quien restregó en las narices de sus jefes una de las principales demandas de las féminas en todo el mundo: la diferencia salarial.
Resulta que la funcionaria, quien por cierto ha dado muy buenos resultados, gana menos que otros funcionarios de su nivel como Sergio Martínez Garza, director de pensiones, y destacó que este problema no ocurre sólo en el servicio público, sino en todos los ámbitos, donde personas con iguales capacidades ganan distinto según su sexo, y las mujeres siempre llevan las de perder.
No es el primer calambre. Emma también ha cuestionado que Filiberto Terrazas siga en la Segunda Sala Civil del Supremo Tribunal de Justicia a pesar de haber golpeado a su esposa y violentado a sus hijos, amparado en una supuesta amistad con el gobernador, la cual parece que sí fue efectiva pues el magistrado sigue en su puesto como si nada y se desistió de la demanda por el ‘perdón’ de la víctima, a pesar de que en estos delitos no hay dicho perdón y se persigue de oficio. En casa del herrero…
Doble manotazo le atribuyeron a Ricardo Anaya, recién electo dirigente del PAN, pues aseguran que al lanzar al michoacano Marko Cortés le dio la espalda a Gustavo Madero y a sus dos delfines, Carlos Olson, en finanzas, y Jorge Villalobos, en materia política. Ambos ya se sentían los mandamases y los pararon en seco.
Según la columna de El Universal, Madero no cabe en sí mismo de sorpresa y disgusto, mientras preparan la plenaria en Tijuana para que asuma formalmente la dirigencia, y el futuro político de Gustavo Madero se encuentra en entredicho. Cría cuervos, le dijeron…