En México se desechan 50 mil millones de colillas de cigarro cada año. A partir de ello, a Leopoldo Benítez, egresado de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM se le ocurrió elaborar celulosa para fabricar papel.
Con cada tonelada procesada de estos desechos, explicó, se podría evitar la tala de hasta 14 árboles
Así, las colillas —las cuales son una fuente de contaminación de los suelos y agua y que tardan en degradarse 12 años y contribuyen al taponamiento de drenajes— podrían aprovecharse e impactar en el cuidado del medio ambiente.
“Trituramos o molemos con agua la colilla tratada (un mililitro por cada una), sin contaminantes, y obtenemos algo similar a la pulpa de la celulosa. Con las colectas que hacemos en bares, restaurantes o lugares específicos, conseguimos cerca de 15 kilogramos de colillas por semana”, detalló.
Además de las recolecciones, Benítez ha organizado “colillatones”, en los que informa a la población sobre la importancia de no tirar las colillas en cualquier lugar por el daño que producen al medio ambiente, pues con una sola colilla de cigarro se pueden contaminar hasta 50 litros de aguan y en su lugar, pensar en reciclarlas para asignarles un valor, como sucede con el PET o el aluminio, por ejemplo.
Por ahora, el universitario, en su fase de emprendedor, sólo elabora pulpa de celulosa, aunque el material procesado también tiene propiedades térmicas y aislantes, así que su objetivo es reproducir su idea, que ya está estandarizada a nivel industrial.
¿Cómo lo hace? En una primera etapa, Benítez buscó un microorganismo que deteriorara las colillas, y encontró a los hongos basidiomicetos que crecen sobre los árboles y deterioran la madera, con lo cual generó la hipótesis de que podrían hacer lo mismo con colillas, que también están hechas de celulosa.
De esta manera proporcionó a los hongos condiciones controladas de crecimiento, dentro de frascos en donde también colocó colillas humedecidas.
“El resultado fue el crecimiento de los basidiomicetos, indicativo de que se estaban alimentando de los desechos. Había una conversión de la colilla a biomasa del hongo”.
Entonces, las colillas se degradaron en 25%, proporción que se biotransformó en materia orgánica y que se podía usar como composta.
“Pensé qué hacer con el otro 75%, y supuse que podía sustituir la pulpa de celulosa utilizada a partir de la tala de los árboles para fabricar papel”, concluyó.