Resto del mundo
Fake news, propaganda y teorías conspirativas: cómo Rusia y China crearon una poderosa maquinaria para desinformar sobre el COVID-19 en los EEUU
“La élite mundial creó el COVID-19 para controlar el mundo”, “la Casa Blanca infló las cifras de muertos y contagios para cercenar derechos individuales”, “el virus nació en un laboratorio secreto que los EEUU tiene fuera de su territorio”, “la pandemia sirvió para ocultar invasiones militares”… Y como estas, decenas de supuestos complots y confusión informativa. Es que la propagación mundial del COVID-2019 creó un terreno fértil para que regímenes como el ruso o chino intenten influir y desestabilizar a diferentes poblaciones y países.
“Rusia y China recurrieron a las fake news, propaganda y teorías conspirativas para mantener a flote sus respectivas agendas globales”, reveló el prestigioso think tank RAND en su informe “Super-difusores de información maligna y subversiva sobre COVID-19: Esfuerzos rusos y chinos dirigidos a los Estados Unidos”, que describe la manipulación de la información sobre el coronavirus por parte de estos dos regímenes para penetrar en público estadounidense durante el primer semestre de 2020.
El estudio advierte que, aunque los dos países tuvieron diferencias en sus objetivos principales –Rusia buscó desestabilizar a los Estados Unidos, y China quiso proteger su reputación internacional-, ambos se centraron en las teorías conspirativas y la supuesta ineficacia de los sistemas estadounidenses. Así, acusaron falsamente a Estados Unidos de crear y propagar intencionadamente el virus. Y utilizaron las redes sociales (incluyendo trolls y bots) para llegar a una variedad de audiencias de todo el espectro político.
En su informe, los expertos de RAND analizaron la información relacionada con COVID-19 en los canales de medios de comunicación en lengua inglesa vinculados a Rusia y China, y cotejaron esa información en sitios web habituales de comprobación de datos, como factcheck.org y snopes.com. Además, estudiaron los efectos psicológicos de los mensajes vinculados a Rusia y China. Luego, utilizaron big data, lingüística computacional y aprendizaje automático para poner a prueba las conclusiones e hipótesis generadas por la investigación inicial.
“A medida que aumenta el volumen de la desinformación y que ésta se difunde más rápidamente y más lejos, puede crear incertidumbre, desconfianza y confusión, ya que ahoga la información objetiva y factual. Los agentes -en particular, actores extranjeros como Rusia y China y sus apoderados- alimentan y contribuyen a la explosión de la desinformación que hemos observado en la última década”, afirman Miriam Matthews, Katya Migacheva, Ryan Andrew Brown en el trabajo.
El estudio descubrió que ambos países difundieron mensajes a través de una amplia variedad de canales y plataformas, incluidas las redes sociales, intentando empañar la reputación de Estados Unidos haciendo hincapié en las dificultades iniciales de su respuesta a la pandemia y calificando los sistemas estadounidenses de inadecuados. Además, ambos países acusaron falsamente a Estados Unidos de desarrollar y propagar intencionadamente el virus.
Rusia y China modificaron sus mensajes relacionados con el COVID-19 a lo largo del tiempo, centrándose en las teorías conspirativas sobre los orígenes y las repercusiones del virus desde marzo de 2020 hasta abril de 2020 y, posteriormente, pasando a concentrarse en la percepción del fracaso de Estados Unidos en la respuesta a la pandemia.
Mientras que Rusia desplegó medios de comunicación con ideologías muy distintas en una gran variedad de audiencias, los mensajes vinculados a China fueron ideológicamente uniformes, consistentes a través de múltiples medios de información, y se dirigieron a audiencias menos heterogéneas.
La estrategia de Rusia
“El análisis de los mensajes que se distribuyeron desde enero de 2020 hasta julio de 2020 sugiere que Rusia participó en esfuerzos de información malignos y subversivos, como la desinformación y la propaganda, sobre el tema de COVID-19”, denuncia el estudio.
La mayor parte de la desinformación que partió de fuentes vinculadas a Rusia forma parte en la categoría de “teorías de la conspiración” sobre los orígenes del virus, el grado de propagación y peligro, y los tratamientos y contramedidas.
Por ejemplo, una de las teorías conspirativas que nació en Rusia se centró en la “élite mundial”, afirmando que las personas y empresas más ricas del mundo instigaron y financiaron la pandemia de COVID-19 para facilitar sus objetivos de dominación mundial.
Otro conjunto de teorías conspirativas que también partieron de Rusia se centraron en los Estados Unidos como el origen del virus. Aunque el contenido específico de estas teorías conspirativas era variable, el hilo conductor era que Estados Unidos había fabricado el virus en uno de sus laboratorios nacionales o internacionales con el fin de debilitar a China o Rusia.
En la narrativa rusa, Estados Unidos había desarrollado el virus como como medio para mantener su dominio global y frenar el crecimiento de sus adversarios.
Fuentes vinculadas al Kremlin también promovieron la desinformación sobre la propagación del virus y los tratamientos disponibles. Los mensajes de que el contagio se exageraba enormemente para beneficiar a las empresas estadounidenses se reprodujo sistemáticamente durante el período analizado. Y otras teorías relacionadas sugerían que el gobierno estadounidense inflaba las cifras relativas a la propagación para asustar a los estadounidenses y forzarlo a renunciar a sus derechos constitucionales (supuestamente un proceso irreversible).
Además de las teorías conspirativas, una gran proporción de los mensajes relacionados con Rusia o sus agentes se centraban en la difusión y amplificación de información negativa sobre Estados Unidos: lo que se conoce como propaganda. “Aunque algunos de estos informes rusos contenían algo de contenido veraz, tendían a centrarse de forma desproporcionada en los acontecimientos negativos relacionados con COVID-19 en Estados Unidos y contribuían a un contexto más amplio de información sesgada negativamente”, alerta el informe.
En su relato propagandístico, Rusia hizo foco en la respuesta de Estados Unidos a la propagación del virus. Destacó las supuestas ineficiencias del sistema médico estadounidense, la aparente inadecuación de las medidas para frenar la pandemia dentro del país, y las posibles implicaciones económicas o las razones de la respuesta estadounidense. Con frecuencia, estos mensajes comparaban el “fracaso de Estados Unidos” con el éxito de otros países, en general, China.
En los primeros momentos de la pandemia (hasta que la primera oleada importante de casos afectó a Rusia, en abril de 2020), las fuentes vinculadas al Kremlin también presentaron a su país como ejemplo de una respuesta de salud pública superior a la de Estados Unidos. Así, insinuaban que los sistemas más democráticos como Estados Unidos estaban mal equipados para hacer frente a una crisis de nivel pandémico.
Varios medios de comunicación dirigidos al público estadounidense y vinculados a Rusia ayudaron a propagar este mensaje. Algunos tienen relaciones directas y abiertas con el gobierno ruso, como RT America, Sputnik y sus canales asociados de Facebook y YouTube. Y otros tienen vínculos indirectos con el Kremlin, como SouthFront, News Front, New Eastern Outlook Journal, Global Research, Katehon, Strategic Culture Foundation y One World Press.
En conjunto, estos medios representan diferentes ideologías y objetivos, por lo que atraen a un público muy variado. Mientras RT y Sputnik tienden a hacer propaganda; otros medios, como SouthFront y Global Research, operaron más en el terreno de la desinformación y las teorías conspirativas.
El estudio revela que los esfuerzos de desinformación dirigidos por Rusia también utilizaron en gran medida las redes sociales. Aunque el análisis no se centró en los mensajes difundidos por los trolls y los bots, los expertos afirman que fueron herramientas fundamentales para la difusión y amplificación de la desinformación. Al igual que otros medios de comunicación, las cuentas falsas de las redes sociales no se alinean bajo una ideología rectora unificadora, sino que difunden una variedad de mensajes que contribuyen a las controversias y a la desorganización informativa general.
La propaganda creada por fuentes vinculadas a Rusia parece haber sido diseñadas para resonar en una variedad de audiencias en todo el espectro político: los partidarios de Trump en la derecha moderada y en la extrema derecha, y los escépticos de Trump en la izquierda moderada y en la extrema izquierda; los escépticos del capitalismo en los extremos de la izquierda y los partidarios del capitalismo en la derecha; y los entusiastas de la conspiración y los que no están de acuerdo con el uso de las vacunas (comúnmente conocidos como anti-vaxxers) en los márgenes izquierdo y derecho del espectro político.
La investigación identificó cuatro objetivos estratégicos de los contenidos rusos sobre COVID-19 para el público estadounidense:
1- Sembrar la desconfianza sobre el origen y la propagación del virus, y respecto a las contramedidas tomadas en Occidente.
2- Amplificar las divisiones internas promoviendo contenidos negativos que atraigan a personas de distintos extremos del espectro político e ideológico de Estados Unidos.
3- Contaminar el espacio informativo respaldando múltiples versiones de información no confirmada, lo que hace más difícil diferenciar la verdad del mito y contribuye a la sensación general de fatiga cognitiva.
4- Desacreditar la imagen de Estados Unidos haciendo hincapié en sus fracasos, especialmente en contraste con los supuestos éxitos de China (y, a veces, de Rusia) en el manejo de la pandemia
La estrategia del régimen chino
China también demostró ser un prolífico “proveedor” de desinformación y propaganda dirigida al público estadounidense durante la pandemia de COVID- 19. Con el fin de defender y proteger su imagen, China movilizó sus redes de televisión de habla inglesa, publicaciones en Internet y herramientas de medios sociales para promover sus objetivos. A pesar de la variedad de medios y mensajeros, el estudio encontró una voz generalmente unificada y ligada ideológicamente a través de diferentes plataformas de origen chino.
Los esfuerzos de desinformación vinculados a China se centraron en los orígenes del virus e incluyeron múltiples teorías conspirativas, como que el virus se originó en Estados Unidos o en uno de sus biolaboratorios mundiales y viajó desde Estados Unidos a China y otros países. En una versión, el funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores chino Zhao Lijian retuiteó un artículo de una fuente vinculada al Kremlin, Global Research, que afirmaba que el virus se originó en Estados Unidos y fue llevado a China por el ejército estadounidense.
Los medios de comunicación chinos también sugirieron que Estados Unidos estaba ocultando la verdadera fecha de inicio de la propagación del virus en Estados Unidos para ocultar la verdad sobre los orígenes del virus. Otros casos de desinformación, especialmente en enero y febrero 2020 (antes de que la propagación del coronavirus creciera a nivel mundial), afirmaban que Estados Unidos suprimió información sobre el COVID-19.
La desinformación también afectó a los tratamientos contra el virus y a las medidas de salud pública. En un caso de marzo de 2020, al principio de la pandemia, una fuente vinculada a China difundió un mensaje a través de las redes sociales y las aplicaciones chat que advertía a los estadounidenses del inminente cierre del gobierno federal de Estados Unidos.
Los contenidos de desinformación también sugerían que China desarrollaría la vacuna para el bien público mundial, pero que Estados Unidos se aseguraría de que el resto del mundo no obtuviera la vacuna hasta saturar sus propias necesidades, y que el objetivo principal de las corporaciones estadounidenses sería enriquecerse.
Y como si todo esto fuera poco, también llegaron a afirmar que Estados Unidos utilizaba la COVID-19 para encubrir injerencias extranjeras, como un supuesto intento de provocar un golpe de Estado en Venezuela.
Las plataformas vinculadas a China también compartieron información no confirmada o hallazgos académicos que no habían sido revisados por pares solamente porque respaldaban los argumentos de China. Por ejemplo -y como también hizo RT-, los medios de comunicación chinos publicaron informes sobre un estudio realizado por un profesor de la Universidad de Stanford que descubrió que los casos de COVID-19 en el condado de Santa Clara, California, eran más altos que el recuento oficial, lo que hacía que la tasa de mortalidad del virus pareciera más baja de lo que se pensaba. El medio no informó de que el estudio no había sido revisado por pares en ese momento y de que había suscitado fuertes críticas, con muchos miembros de la comunidad científica cuestionando los métodos y los resultados del estudio.
La propaganda también constituyó una gran parte de los esfuerzos informativos vinculados a China. Sin embargo, a diferencia de Rusia, el contenido de los mensajes propagandísticos no fue muy variado: la mayoría de los mensajes se centraron en elevar la imagen global de China, ya sea defendiendo y glorificando las acciones del régimen en la pandemia o criticando fuertemente la respuesta de Estados Unidos (en comparación explícita o implícita con China). Así, contrastar la superioridad de la respuesta china a la pandemia con las “inadecuadas” contramedidas estadounidenses constituyó la mayor parte de los mensajes chinos dentro y sobre Estados Unidos.
En estos esfuerzos, los medios de comunicación chinos se centraron a menudo en los supuestos fallos de los funcionarios del gobierno de Estados Unidos, incluidos el Presidente, el Vicepresidente y el Secretario de Estado. Al mismo tiempo, la esfera informativa china reaccionó con vehemencia y al unísono contra cualquier ataque que Estados Unidos hiciera a China. La mayoría de las veces, esas reacciones implicaban algún tipo de burla a los intentos de Estados Unidos de desacreditar a China y relatos sobre el éxito de los esfuerzos chinos para contrarrestarla.
El trabajo halló que que si bien la prioridad de la protección y la defensa de la imagen de China se mantuvo clara e inamovible en todo el material distribuido entre enero de 2020 y julio de 2020, los mensajes chinos evolucionaron desde la defensa, la explicación y la justificación de las acciones chinas hasta el contraste de los esfuerzos supuestamente exitosos de China contra COVID-19 con los esfuerzos supuestamente infructuosos de los Estados Unidos. Luego, esto evolucionó hacia ataques directos y la denigración de la respuesta estadounidense a la pandemia. Y finalmente, los mensajes chinos se centraron cada vez más en pintar una imagen negativa de Estados Unidos sin contrastarla necesariamente con los avances positivos de China.
A medida que la pandemia mundial se expandía, los medios vinculados a China se centraron en una amplia variedad de posibilidades sobre los orígenes del virus, como la procedencia de un animal que no fuera un murciélago y los mensajes sobre el origen artificial del virus en Estados Unidos y su propagación. Con el tiempo, las fuentes vinculadas a China adoptaron cada vez más el enfoque de negar el origen del virus en China y contaminar el espacio de información con otras teorías de origen aparentemente plausibles.
Como era de esperar, el Partido Comunista Chino (PCC) logró unidad informativa, propagando mensajes similares y amplificando la postura oficial a través de los principales medios de comunicación estatales en inglés como la Red de Televisión Global de China (CGTN), la Televisión Central de China (CCTV), Xinhua News y Global Times. Además de sus canales principales, estos medios utilizaron activamente sus plataformas de Facebook y YouTube para difundir mensajes mediante el intercambio directo de contenidos y la publicidad política de pago.
Los funcionarios de la política exterior china también desempeñaron un papel importante en la propagación de la desinformación y la propaganda. Según informes de la Alliance for Securing Democracy, el número de cuentas diplomáticas chinas en Twitter se triplicó entre enero y mayo de 2020, y la producción de Twitter de las embajadas y ministerios de China casi se duplicó en el mismo periodo.
Un mensaje difundido a través de Twitter por un embajador chino en un país era a menudo recogido y compartido por otros funcionarios chinos en todo el mundo. Este tipo de mensajes coordinados y unificados garantizaban una amplia difusión de la información y la resonancia de los mensajes chinos en distintas partes del mundo. También se activaron trolls y bots en aparente coordinación con las fuentes oficiales de información. En diferentes momentos entre enero de 2020 y julio de 2020, múltiples fuentes de investigación (por ejemplo, ProPublica, International Cyber Center, Bellingcat) identificaron cuentas de Twitter, páginas de Facebook y canales de YouTube falsos y pirateados que se hacían eco de los mensajes chinos. El origen de algunas de estas cuentas de Twitter se relacionó posteriormente con China, mientras que el de otras sigue siendo desconocido.
En comparación con los mensajes vinculados a Rusia, los contenidos de China fueron más uniformes, lo que sugiere que no trataron de dirigirse a un público específico y polarizado, o de apelar deliberadamente a una amplia variedad de públicos en Estados Unidos. Apuntaron al público estadounidense de la izquierda del espectro político: los críticos de la administración Trump, los entusiastas de las conspiraciones y los escépticos del capitalismo.
El trabajo concluyó que China perseguía dos objetivos estratégicos principales: defender la imagen de China y sus sistemas socioeconómicos y políticos, y disminuir y denigrar la imagen de Estados Unidos y sus sistemas socioeconómicos y políticos.
Los mensajes que parecían servir a este objetivo eran afirmaciones sobre la respuesta eficaz de China a la pandemia a nivel interno y mundial, y teorías sobre los orígenes y la propagación del virus. Al difundir múltiples teorías infundadas sobre el origen y la propagación del virus, estos mensajes contaminaron el entorno informativo, creando una situación de desinformación, creando un escenario en el que fue cada vez más difícil para el público diferenciar la verdad del mito, y más fácil ver a China como un actor benévolo (o incluso injustamente víctima).
La defensa de la imagen de China fue acompañada de un ataque a la imagen de Estados Unidos. Presentaban a las estructuras democráticas capitalistas como incapaces de hacer frente al reto de la pandemia y de atender a la población. Con el tiempo, el énfasis en desacreditar los enfoques estadounidenses de la pandemia y la imagen de Estados Unidos en general se hizo cada vez más evidente. De hecho, la investigación afirma que los mensajes relacionados con China contribuyeron a amplificar las divisiones internas de Estados Unidos.
Este informe forma parte de la iniciativa Countering Truth Decay (Contrarrestar la decadencia de la verdad) de RAND, que considera el papel cada vez menor de los hechos y el análisis en el discurso político y civil y en el proceso de elaboración de políticas. “La desinformación y su difusión desenfrenada, tanto en línea como fuera de ella, es uno de los principales motores del deterioro de la verdad”, aseguran desde el think tank. Y advierten que actores como Rusia y China alimentan la explosión de la desinformación observada en la última década: “Saber cómo operan puede ayudarnos a entender el fenómeno de la Decadencia de la Verdad y los esfuerzos para mitigarlo”.
Resto del mundo
Cofece multa a Walmart por prácticas monopólicas: la batalla legal apenas comienza
La Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) asestó un golpe histórico al multar a Walmart de México con 93.4 millones de pesos tras concluir una investigación que se extendió por más de cuatro años. La razón: prácticas monopólicas relativas, particularmente en el trato con sus distribuidores.
Según el dictamen de la Cofece, Walmart aprovechó su posición dominante en el mercado para imponer condiciones desfavorables a los proveedores, afectando la competencia en el sector. Aunque no se han revelado todos los detalles de las “contribuciones” impuestas a los distribuidores, el veredicto destaca cómo estas prácticas distorsionan el acceso al mercado y perjudican a competidores más pequeños.
En respuesta, Walmart no tardó en reaccionar. La empresa anunció que impugnará la decisión y enfatizó su compromiso con el cumplimiento de las leyes mexicanas. En su comunicación oficial, destacó que la sanción carece de fundamento y que está basada en interpretaciones erróneas. Este movimiento era predecible: para una empresa de este tamaño, 93 millones de pesos no solo representan una cifra considerable, sino también una amenaza a su reputación.
Por otro lado, la Cofece también se juega mucho. Este caso es una muestra clara de su intención de reforzar la vigilancia sobre los gigantes corporativos. Sin embargo, una batalla legal prolongada podría poner a prueba su capacidad de defender sus resoluciones en tribunales.
Más allá de la multa, el caso de Walmart pone el reflector sobre una problemática común en el comercio minorista: el desbalance de poder entre grandes cadenas y pequeños distribuidores. Si bien el desenlace de este litigio aún está por definirse, el mensaje es claro: los días de actuar sin consecuencias podrían estar contados. La industria y los consumidores estarán atentos a cada movimiento en esta batalla judicial.