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Opinión

Feliz Navidad a unos cuantos. Por Itali Heide

El olor a ponche empieza a llenar el aire, las luces de colores alegran las noches, los pasillos de las tiendas se llenan de golosinas de invierno y los árboles se ven en los escaparates de los que están emocionados por lo que está por llegar. Sin duda, la Navidad vuelve a asomarse.

Itali Heide

Cuando las temperaturas empiezan a bajar y las verdes llanuras se desvanecen en amarillo, los niños escriben tarjetas a Papá Noel y los adultos se encuentran buscando el regalo perfecto para regalar a un ser querido. Dentro de todas las cosas bonitas que ocurren en la época navideña, hay algo que muchos no tenemos en cuenta: todos los que se quedarán sin disfrutar de esta época mágica que sólo llega una vez al año.

Mientras algunos llenan sus carros de la compra con la alegría de la Navidad, otros luchan por comprar siquiera un regalo significativo. Mientras algunos se sientan alrededor del fuego cantando villancicos, otros hacen lo posible por no congelarse con el frío. Mientras algunos niños escriben su lista de deseos, otros esperan un solo regalo en su calcetín.

La Navidad no trae felicidad, alegría y esperanza a todos: algunos no tienen familias con las que disfrutar del día, otros estarán trabajando para llegar a fin de mes, y otros están deseando que termine diciembre porque el tiempo es demasiado estresante. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Encontrar una manera de alegrar a los menos afortunados nunca será malo, pero no abordamos el problema mayor: el sistema bajo el cual vive el 70% de los mexicanos no les permite prosperar en la vida. Hemos decidido que está bien ver a los demás sufrir, siempre y cuando dejemos una caja de productos no perecederos y una Barbie en una caridad una vez al año. Hemos aceptado el sufrimiento constante que padece la mayoría de la gente porque nos hemos convencido de que no es culpa nuestra.

Seguro que ayudar a los demás nunca pasará de moda, pero ¿no significaría mucho más si pudieran levantarse cada mañana sin preocuparse de si van a mantener hasta la próxima paga? ¿No les tranquilizaría que hubiera un servicio de salud pública fiable? ¿No sería mejor para ellos poder elegir salir a cenar de vez en cuando en lugar de estirar los fondos para comprar arroz y tortillas? ¿No preferirían los niños la estabilidad a una supuesta compasión una vez al año en forma de un coche de Hot Wheels?

Es cierto que no es del todo culpa nuestra, pero somos parte del problema. Por el mero hecho de vivir bajo el prisma del privilegio, olvidamos la oscura realidad que permite nuestro silencio. ¿Es malo tener éxito? Por supuesto que no, pero ¿es justo quedarse callado en un mundo en el que la mayoría de las personas que alcanzan el éxito siguieron los peldaños que se les pusieron para garantizar una vida más fácil? No hay mucha gente que tenga eso, de hecho, la mayoría no lo tiene. No se trata de que «los pobres son pobres porque quieren», y los que creen en esa afirmación sólo demuestran lo poco que entienden del sistema agobiante que mantiene bajo guerra a tanta gente.

Esta Navidad, quizá el mejor regalo sea tomar partido por algo. Tal vez no podamos cambiarlo todo, pero ser una voz de la razón en un mundo que trata de ignorar la realidad es una razón suficiente para alzar la voz. Puede sonar a cliché, pero es cierto: una sola persona no puede transformar el mundo, pero un montón de gente haciendo sólo un poco puede dejar huella e inspirar el cambio.

Caleb Ordoñez Talavera

Opinión

La semilla. Por Raúl Saucedo

Libertad Dogmática

El 4 de diciembre de 1860 marcó un hito en la historia de México, un parteaguas en la relación entre el Estado Mexicano y la Iglesia. En medio de la de la “Guerra de Reforma», el gobierno liberal de Benito Juárez, refugiado en Veracruz, promulgó la Ley de Libertad de Cultos. Esta ley, piedra angular del Estado laico mexicano, estableció la libertad de conciencia y el derecho de cada individuo a practicar la religión de su elección sin interferencia del gobierno.

En aquel entonces, la Iglesia Católica ejercía un poder absoluto en la vida política y social del país. La Ley de Libertad de Cultos, junto con otras Leyes de Reforma, buscaba romper con ese dominio, arrebatándole privilegios y limitando su influencia en la esfera pública. No se trataba de un ataque a la religión en sí, sino de un esfuerzo por garantizar la libertad individual y la igualdad ante la ley, sin importar las creencias religiosas.
Esta ley pionera sentó las bases para la construcción de un México moderno y plural. Reconoció que la fe es un asunto privado y que el Estado no debe imponer una creencia particular. Se abrió así el camino para la tolerancia religiosa y la convivencia pacífica entre personas de diferentes confesiones.
El camino hacia la plena libertad religiosa en México ha sido largo y sinuoso. A pesar de los avances logrados en el lejano 1860, la Iglesia Católica mantuvo una fuerte influencia en la sociedad mexicana durante gran parte del siglo XX. Las tensiones entre el Estado y la Iglesia persistieron, y la aplicación de la Ley de Libertad de Cultos no siempre fue consistente.
Fue hasta la reforma constitucional de 1992 que se consolidó el Estado laico en México. Se reconoció plenamente la personalidad jurídica de las iglesias, se les otorgó el derecho a poseer bienes y se les permitió participar en la educación, aunque con ciertas restricciones. Estas modificaciones, lejos de debilitar la laicidad, la fortalecieron al establecer un marco legal claro para la relación entre el Estado y las iglesias.
Hoy en día, México es un país diverso en materia religiosa. Si bien la mayoría de la población se identifica como católica, existen importantes minorías que profesan otras religiones, como el protestantismo, el judaísmo, el islam y diversas creencias indígenas. La Ley de Libertad de Cultos, en su versión actual, garantiza el derecho de todos estos grupos a practicar su fe sin temor a la persecución o la discriminación.
No obstante, aún persisten desafíos en la construcción de una sociedad plenamente tolerante en materia religiosa. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en algunos sectores de la sociedad, y es necesario seguir trabajando para garantizar que la libertad religiosa sea una realidad para todos los mexicanos.

La Ley de Libertad de Cultos de 1860 fue un paso fundamental en la construcción de un México más justo y libre. A 163 años de su promulgación, su legado sigue vigente y nos recuerda la importancia de defender la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa como pilares de una sociedad democrática y plural.
Es importante recordar que la libertad religiosa no es un derecho absoluto. Existen límites establecidos por la ley para proteger los derechos de terceros y el orden público. Por ejemplo, ninguna religión puede promover la violencia, la discriminación o la comisión de delitos.
El deseo de escribir esta columna más allá de conmemorar la fecha, me viene a deseo dado que este último mes del año y sus fechas finales serán el marco de celebraciones espirituales en donde la mayoría de la población tendrá una fecha en particular, pero usted apreciable lector a sabiendas de esta ley en mención, sepa que es libre de conmemorar esa fecha a conciencia espiritual y Libertad Dogmática.

@Raul_Saucedo
rsaucedo@uach.mx

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