Camisetas, pulseras, bolsos de tela, figuritas de porcelana… Y todo con la efigie del Papa Francisco, que llega hoy a Corea del Sur en medio de una gran expectación. Como si fuera un músico de rock, Francisco «Superstar» ha desatado una auténtica «papamanía» en Seúl, donde se venden todo tipo de artículos religiosos conmemorativos de su visita.
«Hemos triplicado las ventas esta semana», responde a la carrera una de las dependientas de la tienda ubicada junto a la Catedral de Myeongdong, en pleno centro de la capital surcoreana. De entre los pañuelos, posavasos y chapas que se han lanzado al mercado, el producto más demandado es la simpática camiseta con el dibujo sonriente del Pontífice alzando el pulgar de su mano derecha. Una prenda que cuesta 7.000 won (5 euros) y ha hecho furor entre jóvenes como Park Hye-rang, quien ha adoptado el nombre cristiano de Rosaria, y Woo Ye-seul, que atiende por Lucía. «Me gusta este Papa porque es una persona muy cálida y cercana», se congratula, Rosaria, de 32 años, mientras se enfunda la ya popular camiseta junto a su amiga Lucía, de 25, antes de salir pitando para no llegar tarde a la misa de las siete de la tarde.
Con ellas coincide Yeon Sil-woo, una enfermera de mediana edad, que ve «maravillosa» la visita del Papa porque «ha generado tanto interés que ya no quedan pases para asistir a algunos de sus actos», a los que había que registrarse en internet.
Católicos y no creyentes
Al igual que en el resto del mundo, Francisco ha conquistado el corazón de los surcoreanos con su sinceridad, campechanía y discurso a favor de los más débiles y oprimidos. Un mensaje extraído de la Biblia que, en sus palabras, suena a revolucionario y tiene encandilados no solo a los católicos, sino también a muchos no creyentes.
Hasta tal punto llega el entusiasmo generado por su viaje, que el diario en inglés «The Korea Herald» lo define como «la estrella más candente de Corea del Sur», donde el interés por el catolicismo ha crecido de forma exponencial durante los últimos años. En poco más de medio siglo, los católicos han pasado de ser el uno por ciento al 10 por ciento de hoy, con más de cinco millones de fieles. A un ritmo de 100.000 bautizos al año, la Iglesia se ha propuesto el objetivo de llegar en 2020 al 20 por ciento de la población surcoreana, que suma unos 50 millones de habitantes.
Con este ascenso, los católicos se acercan a los protestantes, que representan el 18 por ciento de la sociedad y vivieron en el pasado una rápida expansión que ahora parece haberse detenido. Aunque los católicos siguen siendo la tercera comunidad religiosa de Corea del Sur, tras protestantes y budistas, están muy extendidos entre la clase política. De los 300 diputados que componen el Parlamento, 60 son católicos (20 por ciento), mientras que tres de los seis presidentes elegidos democráticamente desde 1987 han sido cristianos. Entre ellos figuraba el católico Kim Dae-jung, que impulsó una política de acercamiento con Corea del Norte («sunshine policy») y hasta celebró con el difunto «Querido Líder» Kim Jong-il una cumbre histórica en Pyongyang en el año 2000.
Para difundir aún más el catolicismo, el viaje del Papa Francisco se ve complementado con varias exposiciones que marcan la agenda cultural de la capital surcoreana este verano. La primera de ellas, que tiene lugar en el Museo de Historia de Seúl, repasa la trayectoria que ha seguido esta fe desde que, en un caso único, fue introducida en el siglo XVIII por nobles laicos que fueron evangelizados en China y no por misioneros, como suele ser habitual en Asia. Como los 124 mártires que serán beatificados el sábado por el Pontífice, muchos de ellos sacrificaron la vida por su fe durante la persecución a la que fueron sometidos durante la Dinastía Joseon (Chosun).
Además, otra exhibición cedida por la Catedral de Florencia y el Museo Vaticano mostrará, a partir de mañana viernes, 90 piezas de arte sacro -algunas utilizadas por los papas- y las monumentales «Puertas del Paraíso». Con diez paneles de bronce que recrean pasajes del Antiguo Testimonio grabados por Lorenzo Ghiberti (1378-1455), eran las puertas orientales del famoso Baptisterio de San Giovanni en Florencia, miden cinco metros de alto y tres de ancho y pesan ocho toneladas.
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