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Gobierno da a conocer las rutas aéreas del Aeropuerto de Santa Lucía

A menos de 100 días de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam) aseguró haber publicado las cartas de navegación del nuevo aeropuerto.

En un comunicado, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) señaló que el documento -de unas 900 páginas- contiene los procedimientos de llegada, salida y aproximación para las operaciones civiles del puerto aéreo en Santa Lucía.

“El documento es de difusión internacional por lo que pilotos, líneas aéreas y proveedores de servicios aeronáuticos pueden consultar la información relativa a las rutas, procedimientos y aeropuertos en los que pretenden operar”, indicó la dependencia.

Para poder consultar las cartas de navegación aérea es necesario pagar una suscripción de tres mil 170 pesos y, para recibir actualizaciones, una cuota adicional de mil 586 pesos, según la circular 01/21 del Seneam.

El Gobierno aseguró que las rutas y procedimientos fueron acordadas y coordinadas a través de múltiples reuniones de trabajo con la comunidad aeronáutica de México, entre los que se destaca la participación de las líneas aéreas nacionales e internacionales, entre otros actores de la industria.

La inauguración de esta terminal aérea, uno de los proyectos insignia de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, está prevista para marzo de 2022.

Para llegar a la terminal se prevé la construcción o expansión de diferentes vías o sistemas de transporte, como el Tren Suburbano.

La empresa que desarrollará la obra es Ferrocarriles Suburbanos. La ruta irá de Lechería a Jaltocan- Aeropuerto de Santa Lucía y hasta el momento llevan 27 kilómetros de construcción y cinco estaciones que conectarán a la Ciudad de México con varios municipios mexiquenses como Tultitlán, Zumpango, Nextlalpan y Tultepec.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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