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Opinión

HASTA SIEMPRE…Por Jaime A. Fong R.

Amigos y amigas con el siempre gusto de saludarlos por este medio quiero platicarles un rápido resumen de todo lo hecho por nuestros legisladores federales en San Lázaro durante este segundo periodo de sesiones que concluyó el día de ayer.

29 sesiones se realizaron en total durante 90 días que duró este periodo, se presentaron un total de 317 iniciativas de ley, 316 preposiciones de punto de acuerdo y se aprobaron un total de 142 dictámenes de leyes y decretos.

Trascendentela foto

Hay que reconocer que lo mas trascendental para su servidor es la Reforma en materia de Telecomunicaciones, la cual ya fue aprobada por el Senado de igual manera y sigue la etapa de que la mayoría de las legislaturas de los estados (16) la aprueben.

Y digo que es lo mas importarte, ya que es algo que todos en este país utilizamos diariamente y vendrá a beneficiarnos en las tarifas de telefonía fija y móvil. Dándonos mas opciones para contratar y exigir una mejor calidad en el servicio que ofrecen.

Cuestionable pero importante

Sin lugar a dudas que la Reforma en materia de Educación, es la que mas conflicto mediático a causado entre un sector de la sociedad que se ve “afectado” por la reforma educativa.

Pero no hay que olvidar que las acciones que se han emprendido en este sentido han ayudado a que el sentir general del tema en el país sea de apoyo y no de repudio, tal como se ve que los “maestros” de Guerrero y Oaxaca han hecho todo lo no permitido con el simple pretexto de que se violan sus derechos laborales.

Lo que vendrá

El siguiente periodo que inicia el 1 de septiembre tendrá un asunto importantísimo para nuestro país; la Reforma Financiera. Y es que como en el siguiente periodo se trata el tema del presupuesto para el año 2014, se tiene que acoplar que los ingresos se vean incrementados para poder cubrir todas las necesidades y proyectos de este gobierno.

“Hacer que la cobija alcance para todos, la única forma es que todos paguemos y no solo unos pocos como ha venido sucediendo hasta hoy” – me comento un amigo economista en una ocasión. Le doy la razón en lo absoluto, tenemos que fomentar la cultura del pago para que exista mas dinero y el gobierno pueda transformar este país.

Por lo pronto quedan muchas cosas pendientes, pero desde el lugar en que nos toque estar, siempre trataremos de contribuir para que este país, mi querido México, avance día con día y sea el país donde siempre queramos estar.
Agradezco a cada uno de ustedes su apoyo cada miércoles durante estos meses, reto que inicie y espero poder continuar, ahora desde otro ángulo de la vida política.

Al tiempo, tiempo.

Gracias.

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Opinión

Francisco: el futbolista que soñaba con ayudar a los pobres. Por Caleb Ordoñez Talavera

En un mundo donde los líderes suelen subir al poder sobre pedestales dorados, Jorge Mario Bergoglio eligió las sandalias del pescador. Aquel argentino que un día fue arquero de fútbol, amante del tango y de los libros de Dostoyevski, se convirtió en Papa y jamás olvidó de dónde venía. Francisco no fue un pontífice cualquiera; fue un Papa de carne y hueso. De esos que uno siente que podría toparse en la fila de las tortillas, con una sonrisa serena y una mirada que, sin mucho ruido, te abraza el alma.

Francisco ha sido, sin lugar a dudas, el Papa más disruptivo en siglos. No porque haya roto dogmas —la estructura doctrinal sigue firme—, sino porque le dio un rostro distinto a la Iglesia Católica. Dejó de lado la solemnidad acartonada y abrazó la humildad. Cambió el papamóvil blindado por un Fiat, rechazó vivir en los lujosos aposentos vaticanos y optó por una residencia sencilla. El “Vicario de Cristo” en la tierra eligió la austeridad, no por estrategia, sino por convicción.

Pero su verdadera revolución fue moral y emocional. Francisco no gritaba desde el púlpito: escuchaba desde las banquetas. Su papado se volcó en los márgenes, allí donde duele el hambre, la exclusión y el olvido. Su voz fue trinchera para los migrantes, los pobres, los ancianos, los refugiados.

Muchos lo criticaron por “idealista”, como si eso fuera pecado. Pero Francisco no era ingenuo, era valiente. Sabía que sus llamados a la justicia social incomodaban a muchos en las cúpulas de poder, tanto eclesiásticas como políticas. Sin embargo, nunca dio marcha atrás. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres”, dijo al iniciar su pontificado. Y no era una frase para los titulares: era su hoja de ruta.

En tiempos donde la migración se convirtió en moneda electoral, el Papa Francisco insistía en recordar lo esencial: los migrantes no son cifras, son personas. Los visitó en las fronteras de Europa, lloró con ellos, oró con ellos, los abrazó. Nunca usó una cruz de oro; la suya era de hierro, sencilla, como el corazón que la portaba.

No fue un teólogo de escritorio. Fue un pastor que olía a oveja. Supo enfrentarse al clericalismo con una sonrisa y un gesto firme. Habló de ecología cuando el mundo prefería mirar al petróleo, habló de inclusión cuando otros aún discutían si las puertas de la Iglesia debían estar abiertas. Fue reformador no porque cambiara leyes, sino porque cambió la conversación.

Y entre todas sus aficiones —el cine italiano, la literatura rusa, la cocina porteña— hay una que siempre lo delató como el más humano de los líderes: el fútbol. Fan acérrimo del equipo San Lorenzo, seguía los resultados con la emoción de un niño. Para Francisco, el fútbol era una metáfora del Evangelio: todos juntos, diferentes, pero con un solo objetivo. “Lo importante no es meter goles, sino jugar en equipo”, decía.

El balón lo extrañará. La pelota, esa esfera rebelde que tantas veces desafía la gravedad, ha perdido a uno de sus poetas silenciosos. No se sabe si en el Vaticano habrá canchas, pero estoy seguro de que Francisco supo lo que es gritar un gol desde el alma.

Su legado es más que palabras. Está en los corazones de quienes alguna vez se sintieron excluidos. Está en cada migrante al que se le extendió la mano, en cada comunidad indígena que se sintió escuchada, en cada creyente que volvió a mirar a la Iglesia con esperanza y no con miedo.

El Papa Francisco nos recordó que la fe sin amor es un cascarón vacío. Que la Iglesia, si no camina con el pueblo, se convierte en museo. Que el Evangelio no es para adornar discursos, sino para incomodar a los cómodos y consolar a los que duelen.

Francisco será recordado como el Papa de los gestos pequeños, de las palabras enormes, del corazón abierto. No hizo milagros, pero hizo lo más difícil: cambiar el alma de una institución milenaria con solo mirar a los ojos de los pobres y decirles: “ustedes son el centro”. Y en tiempos donde el cinismo dentro de la política y en todos los medios cotiza alto, eso es ya un milagro.

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