Luces azules, rojas, moradas y blancas, que armoniosamente conviven con el sonido de la flauta y los tambores, invaden las majestuosas estructuras arqueológicas de una ciudad sangrada con el espectáculo “Tajín Vive”, que se presentará aquí a partir de hoy y hasta el 21 de marzo.
Minutos antes de adentrarse por los senderos de la llamada Ciudad del Trueno, los Rezanderos (hombres y mujeres), impregnan a los visitantes con incienso y golpean levente los cuerpos de los asistentes con hierbas para realizarles “una limpia”.
Luces blancas colman la Plaza del Arrollo, mientras códices de tonalidades azules son proyectados en la estructura principal de este espacio. Un enorme corazón late, a la vez que una voz masculina narra que esta Ciudad Sagrada se ha trasformado como un espíritu que está constantemente presente, y que llena de vida sus calles y callejones.
La conexión que los habitantes de esta ciudad establecieron con el universo y la naturaleza es evocada cuando se iluminan las grecas escalonadas y amplios techos planos de su arquitectura, que muestra un elemento innovador para aquella época: el movimiento.
El sonido de la flauta y el tambor se mezclan e indican el camino hacia la cancha donde los pobladores del antiguo Tajín honraban a los dioses con el juego de pelota.
Un guerrero es proyectado y una deslumbrante luz parece darle vida al hacerlo salir del campo de batalla para golpear, con una paleta de madera, una pelota de caucho, como se hacía en la época prehispánica.
Olas de agua, nubes y rayos, síntomas inequívocas que anuncian una tormenta, son plasmadas en la imponente pirámide Dios Tajín o Dios del Rayo, donde se ofrece una escueta explicación sobre esta deidad que da nombre a la zona arqueológica.
La majestuosa Pirámide de los Nichos se tiñe de rojo, mientras la voz de un anciano totonaco comparte unas palabras en su dialecto; gradualmente los colores de reflectores se tornan azules y un Coro de Niños muestra el orgullo de pertenecer al totonacapan.
Con los 365 nichos iluminados, danzantes que imitan a Quetzales portan unos penachos multicolor, de aproximadamente dos metros, y ejecutan su danza, en la que emulan ser majestuosas aves de colores.
La música prehispánica y las luces conducen al visitante a un pequeño escenario, donde totonacos usan grandes gorros con plumas multicolor para interpretar La Danza de los Negritos.
El recorrido continúa con el baile de los Huahuas, en el que más de cinco danzantes con penachos de colores figuran ser guacamayas que realizan un rito relacionado con la agricultura y la cosmología.
Los Abuelos y los Niños Caritas despiden al publico que como cada año asiste a disfrutar “Tajín Vive”, espectáculo de luz y sonido que forma parte de las actividades del Festival Cumbre Tajín, que en esta ocasión se realiza del 17 al 21 de marzo en el Parque Takilhsukut y la ciudad de Papantla.
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