Ciudad Juárez, Chih.— Aunque la presencia de migrantes ha disminuido en los últimos meses, organizaciones de apoyo en la frontera aseguran que la situación sigue siendo crítica, especialmente ante las políticas migratorias implementadas del lado estadounidense.
Uno de los principales refugios en la ciudad, La Casa del Migrante, reporta una baja significativa en el número de personas alojadas desde inicios de este año. Sin embargo, su director, el padre Francisco Bueno Guillén, afirma que las operaciones de las agencias federales estadounidenses han complicado la atención y la orientación que pueden brindar a quienes buscan cruzar hacia el norte.
“Es una gran frustración, porque definitivamente no podemos ayudar de otra manera. No podemos ofrecerles un canal seguro para cruzar”, lamentó el sacerdote.
El desgaste emocional y el estrés acumulado entre los migrantes han llevado a muchos a tomar decisiones desesperadas, añadió el padre Bueno, quien también alertó sobre las condiciones de vulnerabilidad que enfrentan las personas al permanecer por tiempo prolongado en espera de una oportunidad que parece no llegar.
A pesar del descenso en el flujo migratorio visible en los refugios, organizaciones civiles en Juárez consideran que las necesidades persisten, y que la presión ha sido desplazada hacia otros puntos menos visibles de la frontera.
Los albergues enfrentan no solo el desafío de brindar comida y techo, sino también el de ofrecer contención emocional a cientos de personas —en su mayoría familias— que lidian con el miedo, la incertidumbre y el agotamiento.
La situación se ha vuelto aún más compleja ante la falta de canales legales y seguros para solicitar asilo, así como por las devoluciones exprés que continúan bajo diversas disposiciones migratorias estadounidenses.
Por ahora, las organizaciones en Juárez siguen operando con recursos limitados y bajo un clima de incertidumbre que —aseguran— las deja “atadas de manos” frente a una crisis humanitaria que aún está lejos de terminar.