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Opinión

Joe Biden: Un año sin sonrisa. Por Caleb Ordoñez T.

Caleb Ordóñez T.

Caleb Ordóñez Talavera

La acalorada discusión política en Estados Unidos había convertido a ese país en una zona de batalla. Cuando el odio entre demócratas y republicanos arreciaba, el pasado 20 de Enero del 2021, Joe Biden tomaba posesión como el presidente número 46 y su compañera Kamala Harris se convirtía en la primera vicepresidenta de la historia.

Las problemas heredados por la administración de Donald Trump no han sido resueltos, vaya algunos se han agravado desde entonces. Pues no solo es la división entre la población imperante por el tema político, a esto se le suma la amenaza de una pandemia que parece no tener fin, un aumento de los precios a los consumidores y una aprobación muy baja de su mandato, que ronda el 45%.

Ese quizá es el problema que más le afecta, pues siendo candidato posicionó su campaña como una posible solución a la pandemia que no solo se ha mantenido, sino que sigue agravando a la economía y las finanzas de todos los norteamericanos.

Entre más sigue atacando el COVID, el gobierno de Bidenva perdiendo popularidad, pues el ánimo de desconcierto y frustración están ocasionando que el demócrata caiga estrepitosamente mes a mes en las encuestas.

Aunque para algunos, los temas de la situación en Estados Unidos no debería preocuparnos a los mexicanos, la relación comercial es preponderante para cohabitar entre naciones, pues somos el socio comercial más importante, del país más poderoso del mundo libre y esto nos afecta directamente.

La relación de Joe Biden y López Obrador a la fecha es mucho más cordial y fructífera de lo que se esperaba.

Casi ocho millones de vacunas fueron donadas por el gobierno norteamericano a nuestro país. En Noviembre del 2021, se firmó un acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá donde se comprometieron a atender las causas de origen de la migración, invirtiendo millones de dólares en los países latinoamericanos, priorizando el mexicano donde el programa “Quédate en México”, donde se pretende que las personas que solicitan asilo norteamericano, en la frontera con México, esperen la resolución de sus casos en territorio azteca.

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Opinión

KAFKIANO. Por Raúl Saucedo

ECOS DOMINICALES

En el laberinto de la política contemporánea, a menudo podríamos considerar  que nos encontramos deambulando por pasillos de las obras de Franz Kafka. Esa sensación de absurdo, opresión y burocracia incomprensible que caracterizan lo «Kafkiano» no es exclusiva de la ficción; es una realidad palpable en el día a día de millones de ciudadanos alrededor del mundo.

A nivel global, la política parece haberse transformado en un sistema gigantesco, deshumanizado y a menudo ilógico. Las decisiones se toman en esferas lejanas, por personajes que parecen habitar otro universo, mientras que las consecuencias recaen directamente sobre los ciudadanos de a pie. ¿Cuántas veces hemos visto acuerdos internacionales o normativas supranacionales que, a pesar de sus buenas intenciones, terminan generando más confusión y restricciones que soluciones? Es la burocracia global, un monstruo de muchas cabezas que opera bajo sus propias reglas, ajeno a las realidades individuales. Los ciudadanos se sienten como los personajes de Kafka, constantemente a la espera de un veredicto o una explicación que nunca llega, o que llega demasiado tarde y de forma incomprensible.

En América Latina, la esencia Kafkiana de la política se magnifica. La historia de la región está plagada de sistemas que parecen laberintos, donde los procesos se estancan por años, las acusaciones no tienen fundamento claro y la justicia parece un privilegio, no un derecho. La corrupción es otro elemento profundamente Kafkiano: actos inexplicables de desvío de recursos o favores políticos que operan en las sombras, imposibles de rastrear o de exigir responsabilidades. Los ciudadanos se enfrentan a un estado omnipresente pero ineficiente, que promete soluciones pero solo entrega más papeleo y trámites sin fin. Las promesas electorales se desvanecen en el aire como niebla, dejando un rastro de desilusión y cinismo. La sensación de desamparo es palpable, pues la maquinaria política y administrativa, en lugar de servir, parece diseñada para agobiar y confundir.

Existen países que para interactuar con dependencias gubernamentales puede ser una auténtica Odisea Kafkiana. Solicitar un permiso, registrar una propiedad o incluso tramitar una simple credencial puede convertirse en una misión imposible, llena de requisitos ambiguos, ventanillas equivocadas y funcionarios que ofrecen respuestas contradictorias. La burocracia, en muchos casos, no solo es lenta, sino que parece tener una lógica interna ajena a la razón, diseñada para agotar la paciencia del ciudadano. A esto se suma la impunidad, un fenómeno profundamente Kafkiano, donde crímenes y actos de corrupción permanecen sin castigo, generando una sensación de injusticia y resignación. Las narrativas oficiales a menudo carecen de la transparencia necesaria, dejando a la población en un estado de perpetua incertidumbre y desconfianza, buscando desesperadamente una explicación que nunca llega, o que es inaceptable.

En este panorama, la política se percibe como un ente ajeno, una fuerza opresiva que opera bajo un código indescifrable. Para muchos, participar activamente se siente como un esfuerzo en vano contra un sistema que parece inmune al cambio. La resignación es un peligro real, y la apatía se convierte en una respuesta lógica a la frustración persistente.

Sin embargo, como en las obras de Kafka, donde los protagonistas, a pesar de su desorientación, siguen buscando una salida o una explicación, nuestra sociedad no debe rendirse. Entender la naturaleza Kafkiana de nuestra política es el primer paso para exigir transparencia, simplificación y, sobre todo, una humanización de los sistemas que nos rigen. Solo así podremos, quizás, encontrar la puerta de salida de este interminable laberinto.

Esta reflexión viene de mensajes en grupos, cafés en mesas y observaciones del pasado domingo, donde lo kafkiano quizá no es la situación, si no nosotros mismos.

@Raul_Saucedo

rsaucedo@uach.mx

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