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Joven muere tras caer de tercer piso de plaza comercial en Saltillo

La madrugada de este sábado un joven de 22 años perdió la vida tras caer del tercer piso; un accidente similar ocurrió en 2019
Un joven de aproximadamente 20 años de edad perdió la vida durante la madrugada de este sábado tras caer del tercer piso de la Plaza Carranza, en Saltillo.

De acuerdo con los primeros reportes el joven identificado como Brandon Osiel se encontraba en compañía de sus amigos ingiriendo bebidas alcohólicas en uno de los bares de dicha plaza momentos antes de su caída.

El joven era padre soltero y dejó a una niña pequeña de unos cuatro años, cuyos cuidados quedarán bajo el encargo de la madre.

Familiares y amigos allegados al ahora occiso comentaron a VANGUARDIA que el joven laboraba en la industria automotriz.

Al lugar inmediatamente llegaron paramédicos de Bomberos de Saltillo solo para confirmar el deceso del joven y fue policía preventiva quien aseguraron el área del estacionamiento a desnivel, lugar donde fue a parar el cuerpo de Brandon entre la escalera eléctrica y el pasillo.

Elementos del a Fiscalía General del Estado de Coahuila, acudieron al lugar para abrir carpeta de investigación y confirmar lo dicho por los testigos, además de pedir los videos de las cámaras de seguridad y observar que los hechos confirmen que fue un lamentable y trágico accidente.

Después de asegurar las pruebas, el cuerpo de Brandon fue llevado a las instalaciones del Servicio Médico Forense para practicarle la necropsia de ley.

El accidente de Brandon guarda relación con lo ocurrido en 2019 cuando un hombre cayó desde el tercer piso de la misma plaza comercial.

Según algunos internautas, hay poca seguridad alrededor de la zona de las escaleras eléctricas, lo que es propicio para que ocurran accidentes.

En 2019 un joven de 22 años de edad perdió la vida al caer del tercer piso al estacionamiento de dicha plaza, esto luego de salir de un bar en esta zona comercial.

Opinión

Emilia Pérez: Una Mirada Cuestionada sobre México Por: Sigrid Moctezuma

En un mundo donde el cine es tanto un arte como una poderosa herramienta de representación cultural, las películas que abordan la identidad de un país llevan consigo una gran responsabilidad. Tal es el caso de Emilia Pérez, una cinta que, aunque prometía ser un relato innovador, ha generado un torrente de críticas por su visión estereotipada y su superficialidad al retratar la cultura nacional.

Descrita por sus creadores como un “narco-musical”, Emilia Pérez sorprendió al ganar cuatro Globos de Oro, lo que dejó en evidencia una desconexión entre las audiencias internacionales y la percepción mexicana. Mientras en el extranjero se celebra como un experimento cinematográfico audaz, aquí ha sido criticada por perpetuar clichés culturales que parecen sacados de una postal turística, ignorando las complejidades del México actual. Aunque su mezcla de comedia, drama y música despertó curiosidad inicial, para muchos terminó siendo un recordatorio de cómo los estereotipos siguen dominando la narrativa global.

Uno de los puntos de mayor desagrado ha sido la manera en que la película aborda temas sensibles como la identidad de género y la narcocultura. Si bien es positivo que estas cuestiones tengan espacio en la narrativa cinematográfica, en Emilia Pérez se sienten tratadas con una ligereza que no honra su trascendencia. Los personajes, en lugar de reflejar matices reales, se convierten en caricaturas que difícilmente conectan con el público.

Las críticas no solo vienen de los espectadores, sino también de sectores especializados en cine y cultura. Se ha señalado que la película parece diseñada para un público extranjero que consume el «México pintoresco», mientras ignora las voces y experiencias auténticas que definen al país. Lo que representa una oportunidad desperdiciada para proyectar un discurso que sea fiel a nuestra riqueza cultural y social.

Este fenómeno no es nuevo en el cine. Muchas producciones internacionales han intentado capturar supuestamente nuestra esencia, pero terminan cayendo en la trampa: el mariachi omnipresente, las cantinas llenas de tequila y la violencia gratuita. Emilia Pérez, desafortunadamente, parece sumar su nombre a esta lista.

No obstante, este tipo de reacciones también abre un espacio importante para la reflexión. La discusión que surge de estas películas pone sobre la mesa la necesidad de que seamos nosotros quienes contemos nuestras propias historias, desde múltiples perspectivas. Es imperativo que el relato cinematográfico internacional comience a escuchar más atentamente las voces locales y trabajen en colaboración para evitar simplificaciones que diluyan nuestra esencia.

En un mundo donde las plataformas digitales hacen que el cine viaje más rápido que nunca, la responsabilidad de representar adecuadamente a un país se vuelve aún más crucial. La recepción de Emilia Pérez debería servir como un recordatorio de que no somos un concepto único y fácil de definir, sino una amalgama compleja de historias, tradiciones y modernidades.

Quizá, en el futuro, podamos ver más producciones que tomen este desafío en serio, dejando de lado las visiones simplistas. Porque México, con todas sus luces y sombras, merece ser contado con verdad y profundidad.

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