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Revista

La Banda MS no tiene nada que temer ni le debe nada a nadie

El vocalista de la banda MS, Alan Ramírez, fue baleado la madrugada del sábado cuando estaba a bordo de su camioneta afuera del hotel donde se hospedaba ubicado en la avenida Campos Eliseos, en Polanco.

La Procuraduría General de Justicia capitalina informó que fue el agente del Ministerio Público de la Coordinación Territorial de Seguridad Pública y Procuración de Justicia Miguel Hidalgo 2, con sede en el Hospital de la Cruz Roja de Polanco, quien inició carpeta de investigación por el delito de lesiones dolosas por disparo de arma de fuego.

De acuerdo con los primeros reportes, los hechos ocurrieron a las 3:00 horas de la madrugada. La víctima fue herida con un arma de fuego en el hemicuello izquierdo, por lo que fue ingresada al Hospital Español. La Procuraduría capitalina informó que el músico ya declaró ante la representación social y su testimonio ya fue integrado a la carpeta de investigación.

Elementos de la Policía de Investigación y especialistas de la Coordinación General de Servicios Periciales llevan a cabo los estudios necesarios en la camioneta en la que viajaban el cantante y seis personas más, a fin de determinar, entre otras cuestiones, la trayectoria de la bala.

El agente del Ministerio Público continúa con las indagatorias correspondientes y se informó que el cantante está fuera de peligro. Se continuará con las entrevistas a los testigos a fin de determinar los hechos. Hasta el cierre de esta edición las causas del ataque y la identidad del agresor eran desconocidas.

Después de este incidente ocurrido durante su traslado desde el Auditorio Nacional, lugar donde se había presentado la banda, hacia el Hotel Presidente de la Ciudad de México, sus compañeros Sergio Lizárraga y Oswaldo Silvas informaron que su compañero está estable, sin daños en las cuerdas vocales y por recomendación médica deberá permanecer tres días en reposo sin posibilidad de hablar.

Excelsior

Revista

Demasiado pronto para un smartphone: advierten sobre graves efectos en la salud mental de menores de 13 años

Un estudio global reciente ha encendido las alarmas sobre el impacto negativo de los smartphones en la salud mental de niños menores de 13 años. La investigación, publicada en el Journal of the Human Development and Capabilities, analizó respuestas autodeclaradas de casi 2 millones de personas en 163 países y encontró que cuanto antes un menor accede a un teléfono inteligente, más probabilidades hay de que experimente efectos perjudiciales.

Entre los hallazgos más preocupantes están el aumento de pensamientos suicidas, dificultades en la regulación emocional, baja autoestima y desconexión con la realidad. Los efectos fueron especialmente marcados en niñas.

“El uso temprano del smartphone suele implicar acceso prematuro a redes sociales, lo que a su vez puede desencadenar acoso digital, alteraciones del sueño y deterioro de las relaciones familiares”, explicó Tara Thiagarajan, autora principal del estudio y fundadora de la organización sin fines de lucro Sapien Labs, encargada del levantamiento de datos.

Un llamado urgente a la acción global

La contundencia de los resultados llevó a los investigadores a proponer restricciones internacionales que limiten el uso de smartphones y redes sociales a menores de 13 años. “Se requiere una acción inmediata y global para proteger a los niños de entornos digitales que aún no están preparados para gestionar con madurez”, afirmó Thiagarajan.

El estudio no solo se centró en indicadores comunes como ansiedad o depresión, sino que analizó aspectos menos explorados como la autoimagen y la capacidad de gestionar emociones, revelando una correlación directa entre el uso temprano de dispositivos y el deterioro del bienestar psicológico.

¿Qué pueden hacer los padres?

Expertos como Melissa Greenberg, psicóloga clínica del Princeton Psychotherapy Center, recomiendan iniciar conversaciones comunitarias entre padres para acordar de manera conjunta retrasar la entrega de teléfonos inteligentes a sus hijos. Iniciativas como “Wait Until 8th” («Espera hasta el 8vo grado» – Equivalente a 2do de Secundaria) permiten a las familias comprometerse colectivamente a posponer la entrega de dispositivos hasta después de los 13 años.

Asimismo, sugiere buscar escuelas con políticas estrictas sobre el uso de smartphones en campus o exigir cambios en los reglamentos escolares. Thiagarajan advierte que los padres no pueden enfrentar este problema solos: “Incluso si prohíbo a mis hijas usar redes sociales, estarán expuestas a ellas a través de otros niños en la escuela o eventos extracurriculares. Es un asunto social, no solo familiar”.

¿Y si ya tienen un teléfono?

Greenberg aconseja no caer en el pánico. “Si ya le diste un smartphone a tu hijo, puedes ajustar el rumbo”, asegura. Recomienda establecer controles parentales, desinstalar ciertas apps, cambiar a un teléfono básico o simplemente limitar el uso.

Para aquellos padres que enfrentan resistencia, sugiere esta frase:
“Cuando te dimos tu teléfono, no sabíamos todo lo que ahora sabemos sobre cómo podría afectarte. Los científicos están aprendiendo más cada día, y queremos hacer lo mejor para ti”.

Aceptar que también los adultos luchan contra el uso excesivo del celular puede ayudar a los menores a comprender que es una dificultad compartida.

Un punto de inflexión para la crianza

Investigadores como el psicólogo social Jonathan Haidt, autor del libro “The Anxious Generation”, coinciden en que retrasar el acceso a redes sociales hasta los 16 años es una de las mejores decisiones que pueden tomar los padres hoy.

La evidencia es clara: dar un smartphone a un niño antes de los 13 puede tener consecuencias serias y duraderas. En un mundo cada vez más digitalizado, tal vez la verdadera rebeldía —y protección— esté en apagar el teléfono.

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